El joven de 18 que durante toda su vida luchó contra esa enfermedad fue llevado al panteón Dolores, en donde será su última morada
FRONTERA COAH-. Demasiado dolor dejó la muerte de Jonathan Díaz el joven de 18 años de edad quien perdió la vida la madrugada del pasado lunes a consecuencia de la insuficiencia renal crónica, enfermedad con la que luchó toda la vida.
Su cuerpo fue velado desde el pasado lunes en una vivienda de la calle Sonora en la colonia Sierrita, la mañana de ayer lo trasladaron a la iglesia La Hermosa y por último al panteón municipal Dolores de la colonia Occidental.
Su madre Viridiana Díaz estaba desecha, estuvo con él hasta el último día, apoyándolo de manera incondicional, como lo hace una madre, el ambiente era dolor, hubo mariachis que entonaron canciones como “Amor eterno” y “Yo te extrañaré”.
Amigos y familiares llevaron globos de todos colores, le dejaron fotografías en el féretro que además tenía una chamarra del club de motociclistas que lo apoyó con la creación de actividades a su beneficio y una playera de la brigada de rescate Ámbar.
Jonathan nació con la enfermedad y a los seis años le detectaron diabetes, esto complicó su salud, aunque le hicieron un trasplante de riñón no funcionó, hace tres años empezó con la diálisis.
Hace un año encontró apoyó en el ministerio “Soplando Vidas”, donde encontró a dos jóvenes Pablo y César que tenían su misma edad y el mismo padecimiento.
De repente Jonathan empezó a convulsionar y en una de tantas convulsiones cayó de la cama y se fracturó la cadera.
Aun así, él siempre fue positivo incluso era quien apoyaba a Pablo y a César, de los tres Jonathan era el más alegre y les daba ánimos de seguir luchando por sus vías.
“Yo lo miraba, era el mejor de los tres, lo veía con más posibilidades de salir, era el más sonriente, César y Pablito estaban deprimidos y Jonathan les daba muchos ánimos”, comentó Alma Pérez de Soplando Vidas.
Cuando regresó al hospital Amparo Pape el domingo antepasado, toda esa alegría de Jonathan se acabó, se convirtió en un dolor bien grande no solo para él sino para quienes lo amaban, le dio un derrame cerebral y la libró, entonces llegó otro derrame y se recuperó pero tenía un dolor de cabeza que nunca se le quitó y que estuvo ahí hasta los últimos momentos.
Un día antes de su muerte, su amigo y compañero César lo visitó en el hospital, al acercarse a la camilla Jonathan lo tomó de la mano y le dijo:
“Ya no puedo más wey, ya no puedo seguir luchando César, me duele mucho la cabeza”, pasaron minutos y fue como si Jonathan estuviera físicamente pero mentalmente en otra parte.
Sus últimos días fueron terribles, el dolor de cabeza no desapareció ya no comió, sus padres siempre lucharon por él, nunca le faltó nada, sus familiares lo consentían sin saber que pronto llegaría la hora en que Jonathan moriría.
El consuelo es que ahora está descansando, que toda su vida tuvo el padecimiento, sufrió, tuvo dolor, pero ahora está con Dios.