“Se fue Vidalito a cantar al cielo, nunca quiso estar encerrado en un asilo y hasta el último día disfrutó la libertad”, aseguró Juanita su viuda que lloraba inconsolable frente al féretro de Vidal Silva Elías.
“Yo ya no quiero regalos, quiero a mi esposo”, aseguraba inconsolable por la pérdida del esposo con el que estuvo 27 años de casada.
Ayer fueron velados los restos mortales del cantante urbano, que murió la noche del jueves víctima de un infarto. Su cuerpo fue trasladado a la capilla de velación de la Sección 147, donde se dieron cita decenas de personas que lo conocían y apreciaban.
Tenía 89 años de edad, nació en el rancho Las Flores de Cuatro Ciénegas el 15 de Mayo de 1928, fue sietemesino y aunque al nacer podía ver, una extraña enfermedad le afectó los ojos y lo dejó completamente ciego en la adolescencia.
A diario recorría las calles de la zona Centro donde cantaba y al mismo tiempo tocaba la guitarra.
Don Vidalito fue admirado por los monclovenses puesto que siempre mantuvo una actitud positiva, era un hombre independiente aún y cuando requería apoyo de los demás para guiarse en su caminar.
Fue el segundo de cinco hermanos, tres hombres y dos mujeres, de los cuales solo sobreviven dos varones.
Su discapacidad nunca afectó su vida, al poco tiempo sus familiares de San Buenaventura le mostraron cómo tocar la guitarra y decidió que esa sería la forma de ganar su vida, cantando a la población.
Cuando se convirtió en un adulto, don Vidalito vivió en unión libre con una mujer llamada Rosario Rodríguez, aunque ya murió, dos hijas que fueron criadas y educadas por él.
En el año 1991 se casó legalmente con Juanita Ramírez de Vidal, quien ayer durante su funeral lamentó su pérdida y le juró amor eterno.
Nunca procreó hijos con sus dos parejas, sin embargo, los hijos de ambas mujeres siempre tuvieron acercamiento con él y ayer le acompañaron en su último adiós.
Sus familiares y amigos más allegados, manifestaron que fue un hombre “terco” muy independiente, siempre se valió por sí mismo y no aceptaba fácilmente la ayuda de los demás.
Le gustaba ganarse su propio dinero, con el que pagaba renta, compraba su alimento y aún apoyaba a su esposa, ella tenía alrededor de un año viviendo en el asilo de Ciudad Frontera, donde también anhelaba que estuviera su esposo.
“Nunca quiso estar encerrado, decía que quería ser libre como un pájaro, no quería estar en un asilo porque no lo dejarían salir a trabajar, aparte, decía que lo tendrían con los hombres y el quería dormir con su viejita”, platicó personal del asilo, quienes llevaron a Juanita al velorio en la capilla de la 147.
El miércoles de esta semana, fue la última vez que Vidalito visitó a Juanita en el asilo, le prometió que regresaría el domingo a dejarle un regalo.
Sobrinas de Vidal Silva manifestaron que él anhelaba estar junto a su esposa, pero quería seguir cantando en las calles.
Así como hubo gente que le apoyaba, hubo también quienes le hicieron daño, abusaron de su discapacidad y hurtaron sus ganancias, pero él era tan buena persona, que nunca quiso dar parte a las autoridades, no por miedo, si no por no causar consecuencias legales en sus agresores.
“Perdónalos”, les decía a sus familiares.
“Fue un ejemplo para todos nosotros, yo siempre le decía a mis hijos, mira mi tío, cieguito pero siempre con las ganas de salir adelante, les pone la muestra a muchos”, mencionó Rosario Silva.
Ayer durante su velorio, llovió y el día se puso gris, como si el ambiente se hubiera acoplado al dolor de las tantas personas que le estimaban y le admiraban.
El jueves en la noche, don Vidalito se dispuso a tomar un baño, pero en la vivienda donde habitaba abundaba el frío; al salir comenzó a quejarse de un dolor en su pecho.
Por más que sus allegados solicitaron una ambulancia para que le dieran primeros auxilios, nadie llegó, fue hasta que, por su desesperación, llamaron a un sitio y en él lo trasladaron al hospital Amparo Pape de Benavides, donde llegó sin signos vitales.
Un infarto fue lo que acabó con la vida del hombre que siempre luchó, un guerrero que demostró las ganas por vivir.
Luego de su velación durante el día en la capilla de la 147, se ofició una misa en su honor en la iglesia Sagrado Corazón de Jesús, en la zona Centro, al finalizar sus restos fueron llevados al panteón Guadalupe, donde encontró a su última morada.
Sus familiares lloraron su muerte, las canciones entonadas por un mariachi hicieron recordar la música que en vida les cantó aquel hombre tan pequeño, pero con grandes sentimientos.
Finalmente, su esposa Juanita como pudo, se levantó de su silla de ruedas y le dijo “Te quiero” al cuerpo de su esposo, con quien duró más de veinte años en matrimonio.
En redes sociales la noticia causó revuelo entre los monclovenses, todos manifestaron tristeza tras la partida de don Vidalito, quien siempre dio un mensaje de paz y amor a la sociedad entera.
Todos comentaban sobre la persona tan noble que era, quien se atrevía incluso a ayudar al prójimo cuando el que requería más ayuda era el por su discapacidad.
Fué un infarto.
El jueves en la noche, don Vidalito dispuso a tomar un baño, pero en la vivienda donde habitaba abundaba el frío; al salir comenzó a quejarse de un dolor en su pecho.
Por más que sus allegados solicitaron una ambulancia para que le dieran primeros auxilios, nadie llegó, fue hasta que, por su desesperación, llamaron a un sitio y lo trasladaron al hospital Amparo Pape de Benavides, donde llegó sin signos vitales.
Un infarto fue lo que acabó con la vida del hombre que siempre luchó, un guerrero que demostró las ganas por vivir.
Nunca quiso estar encerrado, decía que quería ser libre como un pájaro, no quería estar en un asilo porque no lo dejarían salir a trabajar, aparte, decía que lo tendrían con los hombres y el quería dormir con su viejita”
Personal del Asilo