En la Puerta de la iglesia Santiago Apóstol, un hombre se postra arrodillado, alza las manos en alto, su rostro refleja el clamor de un hombre que busca en Monclova la caridad que se le ha negado en otras ciudades.
Se llama José Isaías, tiene 40 años y es originario de Monterrey. Vino a Monclova buscando la generosidad de la gente de los pueblos chicos, huyendo de la indiferencia de las grandes urbes, donde una mano extendida es una más en el río de gente que se convierten las banquetas.
No le ha ido bien, reconoce que la gente es noble y le da dinero y bendiciones, pero la policía es despiadada, maltrata y humilla a los pedigüeños, ahuyentándolos como si fueran delincuentes.
“Agradezco el apoyo de gente monclovense, me han dado abrigo, alimento y algunas monedas para poder regresar a mi hogar en Monterrey, pero los oficiales hacen nuestra estancia insoportable”, afirmó.
Llorando, relató que había sido humillado por elementos de seguridad durante los 3 días que visitó la ciudad del Acero, narró cómo fue corrido a empujones de las calles de esta ciudad, asimismo soportar tantas burlas de los prepotentes guardianes del orden.
Con una bufanda que le cubre la cabeza y cuello, un cobertor sobre su cuerpo, y un folder rosado donde trae consigo su acta de nacimiento y una identificación oficial, afirma que no es ningún ladrón, y solo pide esa caridad que no se le puede negar a nadie.
“Sí entiendo que soy una persona desconocida, pero por qué discriminan mi forma de vestir, y porque se burlan, se siente muy mal que te humillen, no lo digo por las personas, sino por los policías quienes me corrieron muy feo”.
Proveniente de la Ciudad de México, comentó que a los 25 años salió de su hogar en busca de trabajo, a la edad de 31 años sufrió un robo que casi le cuesta la vida, hombres que lo asaltaron le clavaron un cuchillo en un ojo, además de generarle graves heridas en su cuerpo, fue hospitalizado de urgencia y duró meses en terapia intensiva.
“Yo no sabía lo que era rentar una casa, pagar energía eléctrica, agua potable, desde hace cinco años, vivo en Monterrey y tengo mi casita, un lugar dónde descansar, dónde guardar mis cosas” indicó.
Relató que vive de las limosnas de la gente, y trabaja con vecinas ayudando a barrer los patios, y limpiar las casas, pero tiene que salir a pedir limosna para poder completar.
“Quedarse en la calle no es malo, pero ya no me gustó esta vida, yo quería tener un lugar dónde descansar, dónde bañarme, y dejar mis cosas, no me quejo de trabajar en la calle, lo que no me gusta es que te humillan, te roban, te insultan y ya no quiero pasar esto, por eso decidí pagar una renta de una casa”, mencionó.
Con la caridad de la gente logró comprar el boleto de regreso para la ciudad de Monterrey, la tarde de ayer tomó el autobús que lo llevaría a su hogar, agradeció el buen corazón de la gente, sin embargo rechazó el mal trato de policías monclovenses.