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Árbol de Navidad, tradición con origen alemán

Por Agencia - 07 diciembre, 2017 - 06:39 p.m.

BERLÍN, 25 de noviembre.– Las calles, iglesias y hogares de casi todo el mundo aparecen adornadas en estos días con los típicos árboles de Navidad, uno de los símbolos más consolidados de estas fiestas. Pero no fue hasta el siglo XIX cuando los iniciadores de esa tradición, los alemanes, empezaron a expandirla por el resto de Europa y Estados Unidos.

Son muchos los que creen que la costumbre de engalanar un árbol para celebrar la Navidad proviene de Estados Unidos y que en realidad, es poco o nada lo que esconde de religioso.

Sin embargo, el origen del árbol de Navidad, casi siempre una conífera, es puramente europeo y tiene un significado cristiano, aunque sus raíces se encuentran en religiones y culturas mucho más antiguas.

No en vano, antes de que los primeros cristianos llegaran al norte de Europa, los antiguos germanos, los indios y los egipcios ya adornaban ramas verdes con luces para expulsar los malos espíritus.

Los antiguos habitantes de Europa colocaban incluso manzanas y otros frutos sobre algunos árboles para recibir la primavera y honrar a dioses como Frey, señor del sol y la fertilidad, y Thor, dios del trueno en la mitología nórdica y germánica.

El giro se produjo en el siglo VII, cuando según la leyenda, San Bonifacio, evangelizador de Alemania, arrancó de cuajo el árbol que representaba a esos antiguos dioses paganos para plantar en su lugar un abeto, que por su hoja perenne, simbolizaba el amor eterno de Dios a los hombres y con su forma triangular, explicaba el misterio de la Santísima Trinidad.

Después lo adornó con manzanas, icono del pecado original y la tentación, y con velas, imagen de la luz de Jesucristo. La tradición se fue enriqueciendo poco a poco y los alemanes, empezaron a utilizar otros elementos ornamentales como estrellas, bolas de cristal, espumillón y dulces.

La costumbre de adornar con él el salón de las casas surgió poco a poco en el siglo XVII en las regiones alemanas de Alsacia, Renania-Palatinado y Baden. En 1605 aparece una de las primeras referencias históricas a esos árboles. Habla de un abeto decorado con rosas de papel, manzanas y figurillas de azúcar.

Esa tradición encontró muy pronto arraigo entre los fieles protestantes, de hecho, la leyenda cuenta en Alemania que fue Martín Lutero (1483-1546) quien inventó la decoración a base de velas, frutos secos y manzanas, para simbolizar los dones que recibió la humanidad con la llegada de Cristo.

La Iglesia católica, por el contrario, se opuso desde el principio por considerarlo un “error pagano” que ocultaba el verdadero significado de la Navidad. Pero no pudo frenarlo y en 1774, el árbol decorado “con luces de cera” aparecía por primera vez en la literatura germana, concretamente en Las Penas del Joven Werther, del poeta Johann Wolfgang von Goethe.

A mediados del siglo XIX, la Iglesia católica aceptaba el “árbol de Cristo”, que desde entonces convive pacíficamente con el tradicional belén o pesebre del niño Jesús.

Sin embargo, la costumbre quedaba reservada aún a los más pudientes de la sociedad, que embellecían así el salón de sus casas desde la llegada del Adviento hasta la Epifanía del Señor, el 6 de enero. Mientras tanto, los más pobres tenían que contentarse con ver los que se colocaban en las iglesias de la mayoría de las ciudades.

En la calle, el primero se emplazó en 1878 en el famoso mercado de Navidad del Niño Jesús, en Núremberg, en el sur de Alemania. Todavía hoy, ese mercadillo es uno de los más tradicionales del país y el árbol que se coloca en el centro, uno de los más espléndidos y majestuosos.

Con el tiempo, los pinos y sus figurillas de adorno fueron haciéndose más asequibles y los alemanes, eternos viajeros, lo llevaban allí donde marchaban en busca de un futuro mejor.

De este modo, fueron los cerca de seis millones de alemanes que desde finales del siglo XIX hasta principios del XX abandonaron Alemania rumbo a Estados Unidos, los que dieron a conocer esa tradición en tierras americanas.

Hoy, el árbol de Navidad sigue siendo el elemento decorativo preferido en Alemania, un país en el que cada año, la vida se transforma en estas fechas.

En todas sus ciudades se colocan los tradicionales Weihnachtsmärkte o mercadillos de Navidad, en los que no falta un árbol y en los que se venden todo tipo de accesorios para decorarlo.

Las costumbres han cambiado y “en tiempos de la globalización, ya no se adorna como lo hacían las abuelas. Vivimos en un mundo muy variado y a las personas les gusta experimentar más que antes”, señala el profesor Peter Walschburger de la Universidad Libre de Berlín, en entrevista con medios alemanes.

“Vivimos en un mundo en el que todo lo que sea diferente es positivo. Todo tiene que ser rápido, nuevo y eso también se aplica a la Navidad”, agrega Rainer Wehse, experto en costumbres de la Universidad de Múnich.

La Navidad deja en Alemania miles de millones de euros y la venta de árboles es una de sus más fructíferas industrias, pues factura anualmente cerca de 620 millones de euros (804 millones, 450 mil millones de dólares).

Este año, se venderán más árboles de Navidad que nunca: alrededor de 29 millones, unos 500 mil más que el año pasado, según datos publicados recientemente por la federación de la industria de la madera (HDH).

Alemania se volverá a nutrir básicamente de sus plantaciones nacionales, sobre todo de los estados federados de Schleswig-Holstein, Renania del Norte-Westfalia y Baja Sajonia, desde donde cada año salen miles de coníferas para adornar los hogares de todos los rincones del mundo.

Los alemanes, un pueblo muy consciente del problema medioambiental, siguen prefiriendo los árboles naturales a los artificiales, aunque cuidan otros detalles. “Se debería prescindir siempre del espumillón, con ello se ahorra energía y se evita la basura”, recuerda Katrin Riegger, de la Federación Alemana para el Medio Ambiente y la Protección de la Naturaleza (BUND).

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