Sin embargo, hay una sustancial diferencia entre los dos. Mientras el primero queda interpolado en modo permanente en el hielo, el segundo emerge en la atmosfera.
Por los análisis de las muestras recogidas en el sitio de Talos Dome emergen aquellos de los niveles de Cloro 36 artificial y son reducidos sensiblemente con el pasar del tiempo, después de las pruebas nucleares hechas por los Estados Unidos que lo han dispersado en la atmosfera.
Afortunadamente los niveles de radioactividad revelados no son tan elevados para representar un peligro para el medio ambiente. Los científicos han subrayado que estudiar el comportamiento del cloro en el hielo antártico puede ser útil para mejorar la prueba del hielo por si mismo y entender como ha evolucionado el clima terrestre en el curso del tiempo.
Los detalles de la investigación han sido publicados en la revista científica Journal of Geophysical Research.