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Coahuila

El Sábado; una historia de odio, venganza y muerte entre adolescentes

Por Eduardo Rojas Galindo - 12 noviembre, 2018 - 08:22 p.m.
El Sábado; una historia de odio, venganza y muerte entre adolescentes

Luz siguió con su negocio de empanadas. El martes siguiente fue a la casa de “El Mero”. Llegó a esa vivienda bien pintada en su fachada y por dentro lucía muebles nuevos. Un enorme refrigerador siempre tenía cervezas para lo que se pueda ofrecer.

Su cliente ya la esperaba para comprarle su mercancía, aunque también le propuso ganar más dinero.

-Mira, te compro todas tus empanadas y te doy algo extra si me haces un favor.

-¿Cuál?

-Que las lleves en donde se juntan los choferes de los camiones de la ruta a la colonia San Joaquín y se las das a un chofer que se llama Lupe, ese es mi amigo.

-Bueno.

-Pero ya que vas para allá también llévale esta caja de regalo.

-¿Y qué le digo?

-Que tenga un feliz cumpleaños. Pero regresas el viernes, porque tengo otro regalo que dar.

-OK.

Se fue Luz a la dirección indicada a entregar empanadas y la caja de regalo. No era muy lejos, era un camino conocido por todos los de la colonia, sobre todo por los que viajan en camión.

-Oiga, ¿quién es el señor Lupe?

-Ese de camisa sin mangas.

-¡Señor Lupe!

-¿Qué pasó?

-Me manda “El Mero” a darle estas empanadas y esta caja de regalo.

-¡Qué bueno! ¿Y qué más te dijo?

-Que pase un feliz cumpleaños.

-Y qué, ¿no me das mi abrazo?

-N’ombre.

Cada tercer día iba con los choferes a entregar empanadas y otros paquetes chicos envueltos en bolsas de plásticos. Primero fue porque un chofer cumplía años, otra ocasión porque era el santo de un chofer y en otras ocasiones porque nomás le daba la gana regalar empanadas.

El motivo para Luz no importaba. Ella vendía y por adelantado 3 docenas de empanadas súper rellenas de piña. "Es que me gusta quedar bien con el cliente", decía Luz a sus amigas mientras preparaba las empanadas.

La economía de Luz creció. En su recámara ya tenía televisión con sistema de cable, una extensión de teléfono y un ventilador de techo.

-Oye, necesito que vengas todos los días a traer empanadas.

-Es que son muy deliciosas mis empanadas, ¿verdad?

-Claro, claro, pero ahora no será con los choferes de los camiones.

-¿Entonces con quién?

-En unos talleres mecánicos que yo te voy a decir.

-Y eso, ¿por qué?

-Es que fíjate que les platiqué de tus empanadas y todos quieren comérselas.

-¿De veras? A lo mejor también querrán comprar pasteles que hace mi tía.

-¡No! Nomás puras empanadas.

Luz y “El Mero” ya se hablaban como amigos. Era tanto su familiaridad que comenzó a despertar los celos de Karina porque un sábado fue plantada por su novio. “El Mero” tampoco le hablaba por teléfono porque siempre andaba ocupado.

-¿Bueno?

-Mero, soy yo, Karina.

-Ah, qué onda, qué milagro.

-Sí, qué milagro. ¿Por qué no has llegado a la casa?

-Es que he estado ocupado trabajando.

-Sí como no... Quiero que vengas ahorita a mi casa.

-No puedo.

-¡Ándale! Que vengas a la casa a-ho-ri-ta.

-Cálmate, a mí nadie me grita.

-Pues yo sí te grito.

-Pues yo ya te cambié por otra chava, como la ves.

-No es cierto.

-Sí y esto es el cortón, ahí te ves.

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