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Coahuila

El dificil reto de pulir diamantes

Por Mónica Meza - 15 mayo, 2017 - 04:00 a.m.

Eligió enseñar y dedicar su vida a los niños con alguna discapacidad o con dificultades emocionales

FRONTERA COAH.- La función de un maestro es pulir, cincelar y diseñar con paciencia las habilidades de cada alumno, es una labor de 24 horas que recompensa moralmente, más en un maestro de educación especial, el trabajo es un poco complicado, se necesita mayor dedicación esfuerzo y empeño para tener resultados sorprendentes.

Sergio Daniel Ibarra de los Santos de 31 años de edad es maestro de educación especial, trabaja con niños con discapacidad física, auditiva y visual, también con niños con dificultades emocionales de comportamiento y de aprendizaje.

Desde muy pequeño fue dedicado en la escuela, le gustaba ser de los primeros en terminar alguna actividad y más escuchar que su maestro dijera “El que termine primero apoyará a su compañero”.

Le gustaba servir a los demás, siempre fue organizador de equipos para hacer tareas o practicar algún deporte, siempre admiró la función de sus profesores de primaria, secundaria y preparatoria, de todos ellos buscó lo mejor y lo guardó.

Siempre tuvo claro que quería ser maestro, pero no sabía de qué, le gustaban las matemáticas, el deporte y estaba indeciso, quería educación física pero también lo enfocado al razonamiento lógico.

Desde antes de egresar de la preparatoria escuchó hablar de una nueva modalidad de educación especial y le interesó, investigó de qué se trataba la carrera y tomó la importante decisión.

La educación es una carretera humanista y de servicio, pero educación especial trasciende un poco más, se necesita mayor dedicación, esfuerzo y más ganas de apoyar a personas que requieren una mayor atención.

Ingresó a la Normal Regional de Especialización en Saltillo Coahuila, en la especialidad de Audición y Lenguaje, donde se enfocó en problemas de lenguaje, articulación, señas para sordomudos y lenguaje braille.

Se enamoró de su carrera profesional y a diario se empeñaba en obtener aprendizaje que le sirviera para ayudar a los niños con capacidades diferentes.

Egresó en el 2008 y en el 2009 obtuvo la base y lo enviaron a Químicas del Rey en Ocampo Coahuila, ahí empezó a ejercer su carrera, permaneció un año en ese lugar y en septiembre del 2010 lo enviaron a la primaria Eulalio Gutiérrez en el municipio de Castaños, en el 2013 se fue a la primaria Josefa Ortiz de Domínguez en la colonia Guadalupe Borja en Frontera en donde labora hasta el momento.

Recuerda las primeras veces que lo llamaron “Maestro”, dice que fue algo emocionante y al mismo tiempo extraño, no se la creía pero sabía que lo merecía por el esfuerzo que realizó al estudiar.

El impacto es mayor cuando va caminando por la calle y de repente escucha a un alumno que le grite ¡Maestro! , es algo que trasciende de manera personal.

Fomentar un clima de confianza con los alumnos es indispensable para esta labor, un niño no dirá “no” si el maestro le pide un favor, tampoco desconfiará de él, por esta razón para Sergio Ibarra es importante valorar la confianza que los niños le brindan y es entonces cuando inicia la relación de maestro con el alumno, pero también de amistad y de compañerismo.

“Un maestro aparte de enseñar es consejero, somos amigos y en ocasiones hacemos función de papá y mamá, eso es el valor de ser maestro”, mencionó.

No ha sido fácil, se ha topado con alumnos con los que ha batallado y por más que trabaja con ellos no se ven avances, llega el momento de sentirse mal por no lograr prosperar y sentir la presión de no defraudar la confianza que los padres y el mismo alumno le han brindado.

Para Sergio Ibarra los alumnos son parte de su vida, a veces aunque no quiera trae en mente los casos de sus alumnos y ya los hizo parte de su vida, no puede deslindarse y decir que los hace a un lado porque no son horas de trabajo.

Los alumnos también son los retos de su vida laboral, son la materia de su trabajo, es la motivación de cada día para hacer algo mejor.

Recuerda el caso de un alumno con condición especial en la primaria Josefa Ortiz de Domínguez, presentaba déficit de atención con hiperactividad y posible discapacidad intelectual.

No permanecía dentro de su aula, tenía una conducta medio agresiva, no relacionaba números ni letras, pero ahorita está en sexto año, ya sabe leer, realiza sumas, comprende indicaciones, realiza actividades y es participativo.

“Pero ha sido un proceso, esto ha sido un logro, había pocas expectativas pero nos pusimos a trabajar, no es solo trabajo mío, sus maestras, su familia y él mismo han colaborado en todo, estas son las satisfacciones”, señaló el profesor.

Dice que el triángulo de la educación es padres, directivos y alumnos, cada uno desempeña una función y si los tres hacen su función los resultados son mejor, pero primordialmente es en el hogar de donde viene primero la educación.

A veces es difícil tratar con padres de familia, no generalizó pero dice que actualmente la relación entre papás y maestros está deteriorada, la figura y respeto hacía el maestro debe rescatarse y revalorarse.

El apoyo de la familia de un maestro es indispensable, es necesario el apoyo en momentos de estrés para que llegue la calma, la tranquilidad y seguir intentando, Sergio Ibarra tiene 7 años ejerciendo su carrera y falta mucho por recorrer, mucho por trabajar y muchos pequeños a quien ayudar.

Sabe que no podrá cambiar al mundo, pero está convencido de que su trabajo es importante para la sociedad y más para los niños con discapacidad a quienes afina y va más allá para formar personas de éxito

No es que te rindas o que te sientas derrotado, pero es cuestión de trabajo porque al final siempre hay un logro, uno se propone metas y trabajas para avanzar hasta que lo logras"

Un maestro aparte de enseñar es consejero, somos amigos y en ocasiones hacemos función de papá y mamá"

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