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Coahuila

El Sábado; una historia de odio, venganza y muerte entre adolescentes

Por Eduardo Rojas Galindo - 16 noviembre, 2018 - 11:37 p.m.
El Sábado; una historia de odio, venganza y muerte entre adolescentes

“El Mero” se despertó alrededor de las 4 de la tarde. Había dormido mucho y ya estaba repuesto de un sábado de pachanga y una mañana de domingo con emociones. En menos de una hora se arregló muy bien. Dejó sus pantalones cholos, sus tenis blancos y camisas holgadas y los cambió por un pantalón de vestir, camisa blanca y zapatos negros. No usó corbata simplemente porque no tenía. Se peinó bien y se fue a la casa de Luz.

Luz se refugió en su habitación después de pelearse con Karina. Aunque ganó la riña, se sintió mal porque no quería que la anduvieran calificando de pandillera. Después de llorar, se quedó dormida hasta que la despertó su mamá para decirle que un muchacho la buscaba.

Fue hacia la puerta para saber de quién se trataba. Quedó impresionada por la nueva imagen de “El Mero”.

-¿Qué pasó “Mero”?

-No Luz, me llamo Fernando.

-¡Ah! ¡Qué tal Fernando!

-¿Quieres ir a pasear?

-No.

-Vamos, para festejar nuestro primer día de novios.

La joven fue clara con “El Mero”. Sólo le dijo a Karina que eran novios porque estaba muy enojada, pero no lo quería, aunque sí deseaba ser su amiga. El joven guardó silencio y le agradeció su sinceridad. Luz, conmovida por las buenas intenciones de “El Mero”, lo despidió con un beso de amigos.

-¿Y eso?

-Para que te portes bien conmigo.

-Gracias, Luz.

-Por nada y el martes voy a tu casa con empanadas.

“El Mero” regresó a su casa. Pasó unos minutos sentado frente a la televisión viendo futbol. De pronto, sonó el teléfono al mismo tiempo que tocaban la puerta. Como estaba solo en su casa, decidió primero contestar el teléfono.

-Bueno.

-Pélate, compadre.

-¿Quién habla?

-Los polis van por ti.

Seguían llamando la puerta. Asustado decidió no abrir, pero tampoco escapar por la puerta de atrás. Algo tenía que hacer. Se tiró al suelo y le habló a su vecino, le pidió que le ayudara y le daría dinero a cambio de alejar a los policías.

-Oiga, no están.

-¿Aquí vive “El Mero”?

-Sí, pero se fue la familia a Torreón a un funeral.

-¿Quién se murió?

-La mamá de la señora.

Los agentes se quedaron por más de una hora en el lugar. Como nadie abrió ni nadie llegó a la casa, se retiraron. “El Mero” volvió a hablar por teléfono con el vecino para hacer un plan de huida.

Le explicó que brincaría su barda y se escondería en su casa hasta la mañana siguiente. Luego se iría a Veracruz con unos primos.

Alrededor de las 5 de la tarde del martes llegó Luz y sus famosas empanadas a la casa de “El Mero”. Tocó la puerta y salió la mamá de “El Mero”, quien le explicó que su hijo se había ido a Veracruz, pero no le dio más explicaciones. Luz decidió regresar a su casa, ya que no tenía ganas de vender, además de que sólo tenía un cliente. Cuando avanzó una cuadra fue abordada por agentes de la Policía, quienes le arrebataron las empanadas y se las hicieron pedazos.

No encontraron droga, sólo piña y en algunas no había nada.

-Oiga, ¿por qué hace eso?

-Nos han dicho que una muchacha lleva droga dentro de unas empanadas.

-Pero yo no soy, ya vio, las mías tienen sólo piña.

-¿Conoces a “El Mero”?

-Sí.

-Él te da dinero para que lleves droga.

-No, él quería ser mi novio, pero le dije que no.

Luz siguió su camino cargando su canasta con las destrozadas empanadas. Disfrazó su miedo, pero sabía que los policías podrían arrestarla, aunque ahora sabía el motivo del porqué se fue “El Mero” a Veracruz.

Para evitar sospechas siguió vendiendo empanadas en la colonia y a propósito cruzaba frente a la caseta de la Policía que estaba en la colonia. No quería ser aprehendida.

Pasaron dos semanas exactas. Luz no era la gran vendedora, apenas si alcanzaba a cubrir el costo de los ingredientes, por lo que decidió dejar de cocinar empanadas.

Todo parecía que iba a salir bien. “El Mero” en Veracruz y Luz volvió a su vida tranquila, ya no tenía clientes ni hacía empanadas. Tampoco tenía dinero, pero logró ahorrar para en un futuro usarlo en algo de provecho. Parecía una vida normal, sin embargo, Luz tenía ahora una enemiga.

Karina siempre andaba de mal humor. Le bajaron el novio, la humillaron en una riña y la Policía no logró arrestar a su exnovio. En su mente la sed de venganza crecía, quería ver muerta a su rival, a la joven que le acabó con la vida de fiesta que llevaba.

Recordó que algunos de los pandilleros de la colonia San Joaquín traficaban con armas. Ella quería una para dispararle a Luz. La quería muerta, pero cambió su plan, sólo le iba a dar un susto.

Comenzó a coquetearle a algunos de los pandilleros hasta que Benito cayó en la trampa.

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