Con sus melodías acompañan lo mismo momentos de alegría que otros de tristeza; aquí sus anécdotas
Saltillo es una ciudad con íconos bien arraigados, con cientos de tradiciones que llegaron para quedarse, y que ahora forman parte de nuestra vida cotidiana. Si faltara el mariachi en las calles del centro, una extrañeza invadiría a quienes en él habitan.
La cobertura de los desamores, las pachangas, la memoria y la identidad, es lo que le da el mariachi a nuestro país, y es por aquello que somos señalados como la sociedad que festejará a través del tiempo “el amor a la vida”.
A partir de 1989, la Unesco reconoció al Mariachi como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, y declaró el 21 de enero de cada año para celebrar su día de manera internacional.
Y 27 años después, el Congreso de Jalisco dio un giro de 180 grados, determinando que fuera el día 27 de noviembre cuando se celebrara. Sin embargo, el festejo internacional se sigue llevando a cabo en la primera fecha determinada.
LA MÁS SOLICITADA
La canción que más le piden al mariachi de Alfredo Galindo es “Hermoso Cariño”.
¿Qué sucedería si el Mariachi contara cada una de las historias y anécdotas que brindan las calles, los barrios, plazas, funerales, despedidas de soltero, quinceañeras, bodas, y hasta divorcios, a las que cantan más de una canción? Quizá tendrían que pasar varios días o meses para que las historias terminaran de ser contadas de pies a cabeza, bajo un tequila o mezcal para los atónitos.
Si la calle de Allende, en el Centro Histórico de la ciudad, tuviera voz, la canción que emanaría de su ronco pecho sería “Hermoso Cariño” una y otra vez, entonada al puro estilo del Mariachi Garibaldi, al mando de Alfredo Galindo Irigoyen, uno de los personajes más característicos entre su gremio, y con 26 años de carrera bajo los trajes con grecas, botonaduras y bordados mexicanos.
Un recorrido con el tradicional Mariachi Garibaldi de Saltillo, para ir más allá de las señas con las que ofrecen sus servicios a mitad de la noche.
Una hora antes de finalizar el día, algunas de las calles de mayor actividad económica en el centro de Saltillo, se disfrazan con el sonido agudo de trompetas, violines y vihuelas, en manos de algunos músicos que persiguen a un sinfín de coches en la búsqueda de ofrecer un armonioso servicio nocturno, por 2 mil pesos una serenata de siete canciones, y hasta 3 mil pesos por cada hora, en la que se entonan más de 15 canciones.
Galindo no recuerda cuántas horas de servicio ha ofrecido, ni cuántas serenatas han sido lloradas por los clientes; tampoco el sinfín de canciones que forman parte del repertorio de la agrupación.
Él, junto a varios miembros de su familia, y un joven de apenas 17 años, conforman el Mariachi Garibaldi, y alrededor de las 11:00 de la noche ocupan una de las “plazas” que fueron repartidas entre las seis calles trazadas desde Allende y Lerdo, pasando por Pérez Treviño, y terminando por la calle Aldama.
Una grata sorpresa. Para los músicos no hay mayor satisfacción que hacer feliz a la, o el afortunado.
Durante su carrera que corresponde a más de dos décadas de su vida, han tocado para políticos, empresarios, y ha expuesto su música en serenatas sin distinción de sexo, religión o poder.
Una de las historias más relevantes y curiosas para los miembros de la agrupación, fue cuando acudieron a brindar unas horas de música a San José de Carreta, un poblado en San Luis Potosí, muy cercano a Real de 14, el pasado 31 de octubre para un culto de brujas, típico de un cuento de ficción.
Aquella ocasión fue elegida por un grupo de mujeres mayores, que al mismo tiempo de pedirles algunas canciones de la tradicional música mexicana, bailaban alrededor de una especie de caldera, sacada de cualquier cuento que trate de rituales oscuros. Aunque el miedo pudo invadir a los miembros del Mariachi Garibaldi, el servicio debía ser brindado y tener un fin como sucede con cualquiera de los ‘’gallos’’ (trabajos, cantos) que ofrecen durante el día. La organizadora le comentó a uno de los miembros que la contratación se les hizo por una supuesta elección proveniente de ‘’la niña’’, o mejor conocida como “La Santa Muerte”.
Los mariachis se caracterizan por venerar a la Virgen de Guadalupe, aunque en la marcha no distinguen religiones. Ellos tienen como tarea principal llevar la alegría o acompañar la tristeza a cualquiera de las personas que les contrate.
También han existido algunos eventos desafortunados. Uno de ellos, les recuerda con angustia la noche del 29 de julio del 2014 en Mazapil, cuando luego de una invitación, acudieron a tocarle las mañanitas a ‘’Nuestro Señor de Mazapil’’, el santo patrono del pueblo que iniciaba con su novenario, sin esperar encontrarse con la terrible tragedia que ensombreció los próximos meses la vida del pueblo zacatecano. Por suerte, el mariachi se salvó estando a escasos metros de donde un camión de volteo dejara en su camino a un total de 30 personas sin vida.
Este evento fue ensordecedor para los integrantes de la agrupación, quizá un episodio que nunca olvidarán, y en el que no pudieron despedirse de la familia con quienes habían hecho la contratación.
Ser mariachi no es tarea fácil, más allá de la preparación y la constancia que hay que tener ante el instrumento musical y el entrenamiento de la voz, cuidar el traje típico que va desde los mil hasta los cientos de miles de pesos, como en el caso de Juan Gabriel. También se debe crear un blindaje al sentimiento y ser inteligente con las emociones, para no caer en dolores, angustias, alegrías y desamores ajenos que se puedan destapar al calor del “Hermoso Cariño”, la canción más pedida de todos los tiempos, según Alfredo Irigoyen.
“Entre más trabajo, mejor”, es el dicho que muchos de ellos tienen, para no caer en el olvido de la música popular como sucede en otras partes del país, pero hay que tener vigor para aguantar tocar una jornada de 50 horas divididas en relevos, como lo hicieron para General Motors en un megafestejo del día del padre hace tres años.
En la ciudad hubo tiempos difíciles, pero a pesar de ello, la guardia no se bajó para el Mariachi Garibaldi, quizá fue al contrario; los ánimos y el amor al arte fueron suficientes para enfrentar todo tipo de situaciones y seguir cantando frente a las adversidades que atentaban contra la seguridad de las calles, por las que flotaron más de una vez cientos de balas, y entre las cuales vieron a algún muerto ocasionado por el calor de las copas.
Después de un lapso de tiempo corto, Érik Niño, el menor del Mariachi Garibaldi, y Francisco Irigoyen, consiguieron una serenata. El segundo trabajo de la noche.
De vuelta a la calle, el conocido vagón que los mueve por la ciudad, nos llevó a la calle Edificio Coahuila, para darle una serenata de cumpleaños a la señora Lulú Alvarado, contratada por su hija Sahira García Alvarado, en las inmediaciones de la colonia Saltillo 2000, al poniente de Saltillo.
Se ponen a tono
Miembros del Mariachi Garibaldi:
> Alfredo Irigoyen Galindo (líder–voz).
> Alfredo Irigoyen Gonzánez (voz y trompeta).
> Pedro Servando Irigoyen (trompeta).
> Érik Irigoyen (violín).
> Francisco Irigoyen (guitarra).
> Érik Niño Vázquez – Vihuela