En la misa dominical, donde la Iglesia llevó a cabo el último tramo de la Cuaresma, incitó a los feligreses a que lleguen bien al Domingo de Ramos, que vayan bien preparados en vista a vivir estos misterios tan centrales en la vida cristiana.
“El Vía Crucis es para el cristiano un “via lucis”, el morir es un volver a nacer, y, más aún, es necesario morir para vivir de verdad”, destacó el sacerdote, además durante la homilía explicó las lecturas, pues los tiempos de reflexión han llegado.
En la primera parte del Evangelio, Jesús dice a los Apóstoles: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto». San Agustín comenta al respecto: «Jesús se dice a Sí mismo “grano”, que había de ser mortificado, para después multiplicarse; que tenía que ser mortificado por la infidelidad de los judíos y ser multiplicado para la fe de todos los pueblos».
El pan de la Eucaristía, hecho de grano de trigo, se multiplica y se parte para ser alimento de todos los cristianos.
“La muerte del martirio es siempre fecunda; por esto, «quienes aman la vida», paradójicamente, la «pierden». Cristo muere para dar, con su sangre, fruto: nosotros le hemos de imitar para resucitar con Él y dar fruto con Él. ¿Cuántos dan en silencio su vida por el bien de los hermanos”, enfatizó.
Dijo que el Evangelio de este domingo acaba con una exhortación a caminar a la luz del Hijo exaltado en lo alto de la tierra y que tienen que pedir al buen Dios que en todas las personas solo haya luz y que Él ayude a disipar toda sombra.
“Ahora es el momento de Dios, no lo dejemos perder el tiempo que se ha concedido, pasa que no podemos dejar de ser luz en nuestro mundo, como la luna recibe su luz del sol, en nosotros han de ver la luz de Dios”, culminó.
