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Coahuila

La difícil tarea de anunciar una muerte

Por Héctor Guerrero - 02 noviembre, 2019 - 07:34 a.m.
La difícil tarea de anunciar una muerte

En 2017, Abel de 34 años falleció en una cama de hospital sin entender que era enfermo en etapa terminal, víctima de cáncer; en sus minutos finales solo observó miradas desencajadas de su familia a su alrededor, que no le decían nada.

“Que Dios te acompañe mijo, al rato te alcanzo”. “Perdóname”, le dijo su padre. Fue el primero en despedirse.

El rostro de Abel cambió totalmente. Volteó a ver a su madre y entendió todo.

“Tráiganme a mis hijos”, pidió suplicante. Tito y Diveni de 13 y 11 años, tuvieron que subir encubiertos al segundo piso, apoyados por su abuelito Héctor.

“Pórtense bien, háganle caso a su mamá”, les pidió y luego rogó a su suegro cuidarlos. En esos instantes, un subdirector del hospital, moreno, alto, entró al área y recriminó a toda la familia.

“No se permiten niños aquí”, arengó prepotente. La niña lo calló: “Se está muriendo mi papá. Déjeme estar con él”, pidió entre sollozos. La familia defendió a los niños y, obligó al médico a salir del área. Minutos después, Abel falleció.

Estaba en la flor de su vida con dos hijos que lo querían y una esposa amorosa. Ella se endrogó para una operación de extracción de un tumor en los testículos.

El oncólogo mintió. Le dijo que con una operación en un hospital particular volvería a nacer, le costó 45 mil pesos.

Otro tumor, que debió aparecer en la tomografía, acabó con su vida.

Lo tenía cerca del estómago, estaba muy avanzado. Dos meses después de su muerte, le llegó a su esposa el pase de salida a cirugía en Monterrey. Impotencia pura.

Su final fue doloroso; no dormía y terminó tomando el medicamento más fuerte para calmarse.

Sin embargo, al terminar los efectos, sus gritos volvían y calaban hondo; eran continuos todo el día.

Como le sucedió a Abel, son pacientes que van a un hospital oficial a curarse de un problema grave.

No tienen dinero para una segunda opción que quizá los salve si el tratamiento es oportuno. Lo peor, dejan a la familia sufriendo y con deudas.

TODO ESTÁ CAMBIANDO

Su caso y el de muchos otros enfermos terminales, obligó a las autoridades médicas a hacer algo.

Ese cambió llegó pronto a Coahuila y Piedras Negras bajo el nombre de cuidados paliativos.

El Estado se convirtió en ejemplo nacional de este nuevo programa, que ayuda al buen morir a los pacientes terminales. La doctora Ross Sánchez, anestesióloga y diplomada en clínica del dolor de cuidados paliativos, es un claro ejemplo de cómo se transformó la atención a un paciente terminal.

“Ellos merecen una calidad de vida y muerte digna, y nosotros como profesionales estamos obligados al 100 por ciento a apoyarlos a ellos y a sus familias”, indicó.

“Antes eran pacientes oncológicos con cáncer, a veces sin oportunidad de tratamiento en su etapa terminal. Ahora los cuidados paliativos se extendieron a pacientes diabéticos, con hipertensiones, insuficiencias renales, e infartos, todos terminan en el terreno de cuidados paliativos” detalló la entrevistada.

Cuando muere un paciente, no termina la tarea de la familia. Necesitan información y ayuda para entender la muerte de su ser querido.

“Al paciente se le tiene que decir la verdad, pero con mucho profesionalismo. No podemos mentirle, a eso se llama conspiración del silencio. No le vas a decir que tiene cáncer y se va a morir”, sostuvo.

Todo empieza con la primera consulta y el diagnóstico, donde el paciente alberga esperanza. Luego cuando comienza a preguntar si se va a morir; finalmente el paciente se da cuenta que se va deteriorando su salud hasta que comprende y acepta el problema.

El personal médico lo aborda en esas etapas para explicarle el padecimiento, hasta ayudarlo a ponerse en paz consigo mismo.

“Tenemos que hablarles claramente y lograr que ese binomio enfermo-familia estén en paz, es reconfortante. Duele, pero te alegra saber que llevaste de la mano al paciente en el tratamiento”, refirió.

Al final, la vida y la muerte es un pacto tremendo. Naces, creces, te reproduces y luego llega el momento de morir, y hay que estar preparados todos, enfermo, familia y personal de salud.

COMO AFECTA AL PERSONAL

Karla Ruiz Valadez, del área de Gestión de Calidad y enfermera especializada, afirma que todo se reduce a los cuidados que se le deben proporcionar al final de la vida.

Hay que preparar todo el entorno y el de su familia. Pero también se prepara al personal médico para que no lo afecte en su vida diaria.

Destaca la creación del Comité de Cuidados Paliativos encabezado por el anestesiólogo Raúl García, en etapa de sensibilización, pero con rápido avance, donde el paciente recibe toda la ayuda necesaria en su diagnóstico, hospitalización y tratamiento.

Incluyen un área médica donde se prepara la información, donde de forma privada se aborda lo que está pasando con su familiar, con empatía médica al dolor y con mucho respeto.

En ese tratamiento, un equipo multidisciplinario, que va desde un sicólogo, un tanatólogo, enfermería y médicos. Con trabajo social, le da todo su respaldo profesional.

Más aún, asegura que se está avanzando en la aplicación de medicamentos controlados para aliviar el dolor, con planes para instalar una Clínica del Dolor en Piedras Negras.

Pero ¿qué pasa con la familia, una vez que el paciente tomó su camino? La enfermera Ruiz Valadez, lo define como duelo patológico que se prolonga hasta 6 meses, en el que los familiares reciben atención emocional y síquica, para evitar depresiones: “Al paciente le tomamos la mano y le decimos que estamos con él, hasta el final del camino. Y es igual con la familia”.

QUÉ HACE EL PERSONAL MÉDICO

Tanto la doctora Ross Sánchez y la enfermera Karla Ruiz, coinciden que si hay afectaciones al personal médico.

“Luego de terminar el ciclo con el paciente y la familia, estamos obligados a fortalecer nuestra salud mental e inteligencia emocional”, asegura la jefa de Enseñanza.

Agrega que como personal de salud, están obligados a recibir terapia para renovarse física, mental y espiritualmente: “Personalmente, no me llevo a los pacientes en mi cabeza. Simplemente entender que hice todo lo humanamente posible, que les di lo mejor. Y que hay  más personas que están esperando nuestro servicio te hace regresar con más entusiasmo al trabajo que elegiste”, sostiene.

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