Bienaventuranza: realidad y esperanza
La invitación de Dios para este domingo es la de reflexionar en la necesidad que tenemos, de edificar en nuestro entorno, un mundo de bienaventuranza. Las bienaventuranzas nos llenan de esperanza y nos invitan a la fidelidad. El echarle ganas en ser fieles y vivir con el corazón esperanzado de vida eterna. Jeremías nos advierte del peligro de confiar demasiado en nosotros mismos, como si fuésemos los autores y la fuente de bienaventuranza, vemos como se contraponen la bendición para quien confía en Dios a la maldición para quien confía en el hombre. Un aspecto curioso del hombre actual es la apuesta por un cristianismo light, sin compromiso, tranquilo, a gusto, eso desdice de la bienaventuranza, de la fidelidad que implica compromiso y entrega, de la esperanza que debe estar cimentada en una fe seria, en un amor real a Dios y a los demás. Las bienaventuranzas se viven en la tierra entre la realidad de muchas situaciones extremas y la esperanza de que serán diferentes.
- Bendito quien confía en el Señor. La vida humana es un ejercicio continuo de confianza. Los hijos confían en sus padres, los padres en los hijos. El esposo confía en la esposa y viceversa. El alumno confía en el maestro, y el viajero aéreo confía en el piloto del avión...En la vida espiritual toda la confianza se ha de poner en Dios, porque esa vida es completamente obra de Dios, los hombres son sólo colaboradores. Puedo confiar en un sacerdote, pero en cuanto representa el poder, la bondad y la misericordia de Dios, mi confianza debe de estar enfocada sólo a Dios.
- Confianza en Dios o confianza en los medios humanos. El pobre, el hambriento, el que llora y el que es odiado, es llamado dichoso porque, al no tener seguridades humanas, pone toda su confianza en el Señor. Jeremías nos deja claro que el que confía en el Señor es como un árbol plantado junto al agua, su follaje se conserva verde, y en año de sequía no deja de dar fruto. Es decir, Dios le infunde constantemente vida, juventud, dinamismo, que fructifican en buenas obras. La confianza en Dios genera paz, esperanza y seguridad en la vida. Contraria a la confianza en los hombres, genera siempre incertidumbre, dudas, etc.
- Maldito el que confía en el hombre. Jeremías quiere dejar muy claro, que aquéllos que confían en las cualidades, en las fuerzas, en las seguridades humanas, en los medios humanos, tengan mucho cuidado. En el campo espiritual, el poner la confianza en las “cosas humanas” termina en fracaso seguro. Por ello, el rico, el satisfecho, el que ríe y el que es por todos alabado, es llamado “maldito”, no porque sea bloguer, youtuber, influencer, rico, satisfecho..., sino porque pone su seguridad en su riqueza, su satisfacción, su diversión, la alabanza humana, la fama, los likes, etc.; es decir, confía en sí y en sus cosas, y no en Dios. Igualmente, el que confía en el hombre o en sí mismo es como un cardo en la estepa, seco y sin fruto. O sea, una vida estéril, improductiva en la tierra y de cara al cielo. San Pablo comenta que hay algunos que no creen en la resurrección de los muertos. ¿Por qué no creen, sino porque confían demasiado en los consejos de la sabiduría humana, de la propia inteligencia, de la evidencia de los sentidos? Muchos hombres han dejado de creer en Dios, por creer demasiado en ellos mismos, en el mundo y en lo circunstancial.
- Realidad y esperanza.La dicha, la felicidad de quien confía en el Señor ¿es una realidad ya aquí en la tierra o más bien una proyección para el cielo? En pocas palabras: ¿Puede un hombre, que sufre la pobreza, la enfermedad, el desprecio...ser feliz, si confía en el Señor? La respuesta es claramente afirmativa. Conozco muchos hombres y mujeres, consagrados a Dios y en la vida seglar, que viven al día, sin cuenta bancaria, “de la limosna que reciben”, a quienes Dios hace felices en su pobreza. Evidentemente, esa felicidad será siempre limitada, pequeña, en espera de la felicidad de llegar a poseer eternamente a Dios, su verdadera riqueza. Hay miles y miles de enfermos que sufren, algunos con dolores tremendos, a quienes Dios les regala una sonrisa siempre fresca y estimulante. Claro que la perfección de esa sonrisa tendrá lugar en el cielo, cuando puedan abrazar definitivamente al Dios de su consuelo. Hay muchos seres humanos que han sido calumniados, olvidados, vejados por sus hermanos, y no guardan rencor alguno, y saben perdonar, y atesoran en su interior una paz y dicha inimaginables. Paz y dicha que lograrán su coronamiento en la otra ribera de la vida, cuando triunfe la justicia y la verdad... Está claro que las bienaventuranzas evangélicas no son sólo para vivirlas en “el más allá”; son una experiencia que se vive entre la realidad y la esperanza.
Santa Maria Inmaculada, de la Dulce Espera, Ruega por nosotros.
P NOEL LOZANO: Sacerdote de la Arquidiócesis de Monterrey. www.padrenoel.com; www.facebook.com/padrelozano; padrenoel@padrenoel.com.mx; @pnoellozano