Se inicia una nueva historia
Con la Ascensión de Jesús se concluye su historia sobre la tierra e inicia una historia nueva. Una historia nueva en la manera en la que Jesús se queda presente entre nosotros. Una historia nueva en la que los apóstoles comenzarán a vivir. Una historia nueva de la que nos veremos beneficiados todos hasta el día de hoy. Una historia fruto de la convivencia de Jesús con los hombres y marcada de amor constante hacia nosotros.
Jesús tuvo la oportunidad de sentir de cerca todos los escenarios humanos, psicológicos y espirituales por lo que pasamos todos, en los momentos ordinarios y extraordinarios. Su vida entre nosotros estuvo salpicada de momentos de generosidad por muchos que le seguían y de incertidumbre por otros que lo abandonaron. Sintió de cerca las intenciones del corazón de los hombres, los momentos de entrega y de traición, de honestidad y de mentira, de dolor y cobardía. Conocedor profundo de todas nuestras realidades decide darnos unas directrices antes de ascender a los cielos. Pues la Ascensión viene a eclipsar la vida del hombre bueno, sediento de Dios y necesitado de estabilidad.
La Ascensión para nosotros es un mandato y una llamada a la vida eterna. Un mandato a permear el mundo de un aire nuevo y una promesa de gozar de una luz nueva. Algunos puntos que nos pueden servir:
- Jesús nos manda a llevar su mensaje. Jesús experimentó una de las cosas más duras que muchas veces experimentamos los hombres: la traición. Le traicionaron muchos, pero le marcó la traición de Judas. Ese Judas que pudo haber pasado a la historia como alguien que echó reversa a su error y cambió arrepentido el giro de su vida. A pesar de la entrega y la venta de su maestro, lo más grave no fue lo que sucedió con su pésimo plan, sino su ambición desmedida por comprar la vida, por tener sus aparentes seguridades. Nada nos da más seguridad que ser honestos, reconocer que nos equivocamos y que Dios nos perdona. Por eso Jesús, conocedor profundo de nuestra realidad, les dice a los apóstoles: “vayan y bauticen”, la misión primordial de la Iglesia inicia con su mejor carta de presentación: el bautismo. El Bautismo es el gran sacramento del perdón de los pecados y de limpieza del corazón humano. Es el inicio de la alianza personal del hombre con Dios. Del comenzar ascender hacia la eternidad.
- Jesús nos acerca al cielo. Basta observar hoy las caras mustias y los hombros caídos de muchos cristianos. Nos percatamos de una cosas: se piensa muy poco en el cielo. ¿Cómo, entonces, vamos a desearlo? Si los ángeles que se aparecieron a los apóstoles mientras miraban boquiabiertos hacia arriba, se nos presentaran a nosotros, ¿no nos dirían exactamente lo contrario: "qué hacéis ahí mirando siempre hacia abajo"? Jesús nos invita a mirar hacia arriba. Nuestra mirada ya no puede estar sólo hacia lo terreno. Judas miró hacia el piso y hacia sus intereses. Judas se olvidó de Jesús y se olvidó del cielo. La Ascensión es la invitación a la esperanza, al sentido del vivir, la invitación a ascender a la vida eterna.
- Jesús nos invita a resucitar y ascender con Él. Nuestra resurrección ya ha comenzado y también nuestra ascensión. Nos dejamos atraer por el mismo Jesús hacia Él y hacia el Padre, por la misma fuerza que tiene como Resucitado y glorificado. Pensamos que el cielo está por encima del firmamento o más allá de la muerte. El cielo no está allá arriba en lo alto. Está aquí donde está Jesús, donde está Dios. Y el cielo no nos espera sólo más allá de la muerte. Hay que descubrirlo aquí, en vida. El cielo no es un lugar hacia el que vamos después de morir. Es el disfrutar plenamente del amor y de la vida que Jesús Resucitado nos regala. Hay que transformar la tierra en cielo, nuestra realidad cotidiana en una vida plena y alegre. La esperanza cristiana nos hace mirar la tierra para trabajar por su transformación y hacer de la tierra el cielo.
No podemos evadirnos de la realidad de nuestra condición humana. Es la advertencia que a los discípulos les hacen dos ángeles vestidos de blanco: Galileos, ¿por qué se han quedado mirando al cielo?. Hay que seguir la tarea iniciada por Jesús: llevar la Buena Noticia por todo el mundo. Ellos, después de postrarse ante Él, regresaron a Jerusalén con gran alegría, nos dice el evangelista. Jesús desaparece visiblemente, pero se queda en su Espíritu. Se disponen a cambiar su vidas y las de los hombres. Dejan atrás los sinsabores de la traición, del miedo y se lanzan a amar y entregarse. Con la Ascensión se inicia una nueva historia sobre la tierra: la historia de la gracia y de la presencia constante entre nosotros de Jesús en los sacramentos.
Santa María Inmaculada, de la Dulce Espera, Ruega por nosotros.
P NOEL LOZANO: Sacerdote de la Arquidiócesis de Monterrey. www.padrenoel.com; www.facebook.com/padrelozano; padrenoel@padrenoel.com.mx; @pnoellozano