El presidente considera revocar el programa de ayuda a los hijos de los indocumentados nacidos en el país
“
Donald Trump acaba de declarar la guerra a la comunidad latina y a los inmigrantes de Estados Unidos”.
Ésta fue una de las frases más repetidas por las
más de 1,000 personas que se reunieron el miércoles frente al
Hotel Internacional Trump de
Central Park para manifestarse en contra los planes del presidente de acabar con el
programa DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia), un sistema que desde 2012 impide que los hijos de los indocumentados nacidos en el país sean deportados.
La protesta comenzó alrededor de las
5 p. m. y concluyó casi cuatro horas después frente a la
Torre Trump de la Quinta Avenida, donde los manifestantes continuaron alzando su voz en defensa de los niños y jóvenes que se verían afectados por la drástica decisión del presidente.
“El programa DACA es el
alma y la esencia de la comunidad inmigrante de Estados Unidos, por lo que tocarlo y, por supuesto, eliminarlo implica declarar la guerra a los latinos y a otros muchos grupos sociales”, afirmó
Javier Valdés, portavoz de
Make the Road New York, una organización que ayuda a las clases trabajadoras más desfavorecidas de la ciudad.
Varias fuentes de la administración Trump aseguraron que Elaine Duke, secretaria de Seguridad Nacional, y el fiscal general Jeff Sessions se reunieron con el presidente en la Casa Blanca para debatir el futuro del programa DACA, uno de los mayores logros de la presidencia de Barack Obama. Al parecer, Trump no ha decidido si eliminarlo inmediatamente o esperar a que desaparezca gradualmente.
Eliana Fernández, de 29 años, fue una de las jóvenes que formaron parte de la manifestación del miércoles y que contó su experiencia como hija de indocumentados a NBC News: “Llegué a Nueva York cuando tenía 14 años y, gracias al programa DACA, pude ir a la universidad, conseguir un trabajo bien pagado, ser propietaria de una casa y tener estabilidad emocional”.
“
Mi vida cambió radicalmente, y por eso creo que es inmoral expulsar a del país casi
800,000 personas que, al igual que yo, no decidieron venir a Estados Unidos por voluntad propia, aunque agradezco a mis padres que lo hicieran. No es justo que tengan que regresar a las sombras”, añadió Fernández.