Contactanos

Coahuila

Morir o morir: El dilema migrante

Por Jorge Salazar - 17 diciembre, 2016 - 01:32 a.m.
Morir o morir:  El dilema  migrante

Relato de una difícil travesía de vida; el alto costo de huir de la miseria

En el dilema de morir o morir, “La bestia” lo es todo: transporte, esperanza y vida. Un último albur con el diablo, un agobiante peregrinar, el éxodo de la miseria, una prueba de resistencia para miles de indocumentados y una mole de acero esperando ansiosa devorar sus sueños.

Ni la distancia ni los maras, mucho menos la migra o Trump los ahuyenta, al contrario la amenaza de un muro más alto los hace acelerar el paso, correr por la línea y llegar a un país que no los quiere pero los usa, incluso para ganar elecciones.

En esta travesía, Ciudad Frontera, Coahuila, hace honor a su nombre, se ha convertido en la última frontera entre la miseria y la persecución. Un oasis en el desierto de los derechos humanos y donde no hay hambre, tampoco el acoso de las pandillas y los tratantes. Un respiro en el viaje que se vuelve la mayor prueba de fuego que un ser humano pueda soportar.

En el vaivén de “la bestia” no hay lugar para dudas, en el vaivén de “la bestia” es morir, o al menos morir en el intento.

DEJAN ATRÁS SUEÑOS CARIBEÑOS  jorge50f

Con una comida ligera de pupusas de chicharrón y agua de horchata, salieron de su hogar los hermanos Suazo Zapata. Eran las 2 de la tarde del 15 de octubre, dejaron atrás el mar y la playa con sus palmeras borrachas de sol, pero resaca de pobreza.

Huyeron de la falta de oportunidades que se respira en Belmopán capital de Belice, la capital más pequeña de América Latina y también la de más reciente creación.

Este es su hogar, uno que renació de entre las cenizas luego de la devastación del huracán “Hattie” en 1970. Es una ciudad que colinda con el Caribe, donde solo existe un puñado de comercios, pero faltan industrias que den empleo a sus habitantes.

Del punto más al sur de la frontera de México, los hermanos Suazo Zapata se despidieron de su familia, iban cargados solo con una cobija, algo de ropa y miles de sueños. Dejaron atrás el ritmo del canto de la garifona para salir en travesía con solo 500 empiras (60 dólares) que reunieron luego de una semana de trabajo.

Justin Manuel Suazo tiene 26 años, por sus venas corre la sangre caribeña, es de tez negra y cabello afro, anda en pants y chanclas porque perdió los zapatos.

Ayer esperaba paciente cada rojo del semáforo en el bulevar Ejército Mexicano y Avenida Leandro Valle para pedir unas monedas.

Dejó su ciudad natal con más sueños que esperanzas y luego de trasbordar nueve trenes, recorrió ya gran parte de los 2 mil 778 kilómetros que separan Belmopán de Houston, Texas. Si lo hubiera hecho en vehículo hubiera tardado 31 horas, pero a bordo de “la bestia” lleva los 60 días más difíciles de su vida.

Con frío, hambre y sin un peso, se trepó amontonado al tren en Arriaga, Chiapas, de ahí a Ixtepec Oaxaca.

Eran más de cien en el techo de un vagón como alfombra humana que invadía cada centímetro del tren, sus muelas, y cualquier recoveco de gente aferrada para no caer en el vaivén.

“Vi muchas cosas, en el trayecto mucha gente se accidenta, caen y la bestia les corta los pies, los brazos y la cabeza, es un viaje muy difícil, me parece inhumano que Donald Trum nos quiera echar pá tras a vivir todo nuevamente, protesto por eso y espero que los inmigrantes allá hagan una caravana y cambien las cosas”, expresa mientras pide unas monedas.

Dejó tres hijos, una madre y dos hermanas a las que trata de ayudar mandando algo de lo que consigue en los cruceros. De los mexicanos no opina nada en contra pues ellos le dan de comer en esta aventura.

En su ciudad de origen hay tanto católicos como cristianos y cree que con la ayuda de Dios pudo salvarse de los secuestros, asaltos y violaciones, aunque supo de muchas historias de terror en los 60 días de camino.

Se graduó en el oficio de soldador, sabe de enderezado y pintura, intentó trabajar pero la falta de credencial del INE se lo impide.

Dos veces lo han deportado, lo llevaron a Tapachula y de ahí lo soltaron en Honduras y de nuevo volver a empezar. Sueña llegar a Houston donde lo esperan dos hermanos, también indocumentados que trabajan en la obra y en una estética.

La “cuota” que ponen las pandillas por subirse a “la bestia” es de 4 mil pesos, o si no corren el riesgo de “caerse de sueño” desde los techos arrullados por la furia de los Maras Salvatruchas.

En su natal Belmopán, Justin Manuel trabajaba para ejorge50l Gobierno, pero por 800 empiras a la semana, no le alcanzaba para mantener a su familia.

Como pueblo caribeño aman el futbol, jugaba de medio ofensivo y también adoran el canto garifona,(música tribal de percusiones africanas) tocando congas con tambores para divertirse, adora el gasabe y el platano dorado. También le va a los Tigres de Monterrey.

LA EPIDEMIA DEL SUEÑO DE CAER

Con un bebé de 8 meses que los último dos ha crecido y dormido arrullado por el “chú chú chú” de “la bestia”, llegaron ayer a Frontera Aníbal Palacios 24 años y su pareja Merlyn Calpo.

El pequeño Dylan Aníbal descansaba ayer bajo la sombra de un huizache cerca de las vías del tren en el Libramiento Carlos Salinas de Gortari.

A unos metros de Teksid, el panorama desértico y lleno de polvo de aluminio y óxido, distan mucho del selvático calor de su natal La Ceiba, Honduras.

Ayer narraban con tristeza la muerte de la abuela de Merlyn que falleció hace unos días por complicaciones de pie diabético y en el colmo de la desgracia también falleció su madre víctima de VIH SIDA.

“Murió mi suegra y su abuela, no tenemos como regresar, ya solo nos queda mandarles algo de dinero para la funeraria pero no podemos mandar mucho porque necesitamos leche y pañales para mi hijo”, explica mientras se alimentan con un caldo de res que alguien les regaló.

En Houston los esperan cuatro hermanos, busca trabajar pintando casas, estudió hasta segundo ciclo (secundaria) y hace dos años se juntó con su pareja.

“En mi tierra comíamos un día sí y otro quien sabe y yo no quería darle ese ejemplo a mi hijo”.

En la epidemia del sueño de caer, dice que los Maras cobran cuota en el sureste y si no tienen para pagar los arrojan del tren en movimiento, al paso de la maquina o los secuestran.

Ellos vivieron secuestrados unos días hasta que pudieron escapar con bebé en brazos en una redada de la policía.

“Sólo la sangre de Cristo me cubre en el camino, vimos cómo el tren corta piernas y cabezas cuando la gente se caen o de plano los tumban”, comenta mientras alimenta a su bebé.

Recordó el caso de una joven Hondureña que hace unas semanas murió mutilada en Laredo, Tamaulipas. Era su prima mulata que emprendió antes el viaje y que sufrió la “crisis del sueño”, ese que da por no tener tres mil dólares de “cuota” para pagarle a la delincuencia.

Pasaron por Chiapas, Veracruz, Tierra Blanca, Distrito Federal y están muy cerca de Piedras Negras, lo que le llaman el último puesto de cuota.

“Estamos pidiendo dinero para tener que darles a los delincuentes, y que nos dejen cruzar, mientras mi hijo tiene un poco de gripa y tos”.

YA ME QUIERO REGRESAR

Otra de las historias es la de Carlos Roberto Juárez Reyes, que a dos meses de camino, con los pies invadidos de “pompas” por tanto caminar sobre grava de la línea como se le conoce a las vías, quiere regresarse a su natal San Pedro Sula, Honduras. Su destino era Houston, Texas donde nadie lo espera, pero ya se cansó de luchar y quiere renunciar.

Dice que salió de su país orillado por la delincuencia. Su ciudad natal es la capital industrial de Honduras, abundan las maquiladoras extranjeras que buscan explotar mano de obra barata.

Fabrican zapatos, camisas, pantalones, en cualquier lugar se puede trabajar, pero salió huyendo de la delincuencia que allá te mata por cualquier cosa. Comenzando con los maras, le siguen los “MS”, y hasta pandilleras como las “Wanders” y las “Werecas”.

“Creo que te puedo decir que la delincuencia de allá es más loca que la de acá, trabajas una semana y no falta quien te quiera quitar lo que te ha costado tanto ganar”.

Explica que todos te roban empezando por los políticos, policías y finalmente los delincuentes.

Salió a las 12 de la noche en los congolones que lo dejaron en la frontera de su país, la travesía de Agua Caliente a Guatemala la hizo en autobús, para llegar a Tabasco y de ahí subirse a “la bestia”.

“En el camino vi de todo, pero mejor me quedo callado, dejarlo ahí en un mal recuerdo, pronto voy a regresar y no sé con qué clase de gente me pueda topar”.

Recuerda que salió con 7 mil empiras unos 300 dólares en la bolsa, dejó a su esposa y dos hijas 15 y 12 años, pero al llegar a Tabasco le quedaban solo 600 pesos que le robaron unos policías.

Recibió pedradas, hubo días que salió corriendo huyendo de los mismos garroteros de las compañías ferroviarias que los asaltan. Durmió en campos de sembradíos, bajo la lluvia, con frío, tapado con hierbas y hoy a unos días de la Navidad, dice que ya no puede más, quiere regresarse a su hogar, extraña a su familia y la comida sin chile.

Su regreso sería en camión, nunca con los de migración que tienen fama de hacerles el regreso muy lento y cansado para que no les queden ganas de volver a intentarlo.

“Extraño dos cosas, mi familia y mi comida, aquí puros tacos, pero hay que andarse cuidando el chile porque no estamos acostumbrados”, dice luego de hablar de la rivalidad futbolística de Honduras y México.

LA BESTIA NO SE INTIMIDA CON LOS NIÑOS MIGRANTES

Diariamente como trampas, indocumentados recorren miles de kilómetros de una serpenteante pesadilla entre asaltos, violaciones y secuestros.

Por sus miles y miles de kilómetros de línea se transportan diariamente los sueños y pesadillas como las vividas por Jeison Gael Hernández Castro de 13 años y su hermano de 14 que dejaron San Pedro Sula, huyendo de las pandillas.

Recuerda que esperaron a que su abuela se fuera a la iglesia para huir de casa.

“Allá te obligan a robar y si no te matan, nosotros nos venimos porque nos querían matar”, asegura.

Su destino también es Houston, van a buscar a su madre con la esperanza de cruzar la frontera antes de año nuevo.

En el dilema de la miseria, “la bestia” lo es todo: transporte, esperanza y vida, en este dilema te quedas a morir en tu país o al menos mueres en el intento.

Artículos Relacionados