La fricción entre Texas y México por la escasez de agua ha alcanzado niveles críticos, amenazando la vital irrigación que sostiene a los agricultores texanos. En el corazón del conflicto se encuentra un tratado de décadas que requiere que México envíe un flujo constante de agua desde el Río Bravo hacia Estados Unidos. Sin embargo, con solo alrededor del 30% de las entregas esperadas realizadas hasta el momento en el cuarto año del ciclo, los agricultores texanos enfrentan una temporada desastrosa para sus cultivos de cítricos y azúcar.
Representantes del Congreso de Texas, encabezados por Mónica De La Cruz, han presionado al Departamento de Estado de EE. UU. para que tome medidas más enérgicas para hacer cumplir el tratado. La reunión con el Secretario de Estado Antony Blinken fue un intento desesperado de encontrar soluciones ante la inminente crisis agrícola que enfrenta el estado.
El cambio climático y la sequía prolongada han exacerbado la situación, con México argumentando que las condiciones climáticas extremas les han dificultado cumplir con sus obligaciones según el tratado. Sin embargo, los agricultores texanos, que dependen en gran medida del agua de México para la irrigación de sus cultivos, están al borde de la ruina.
La industria citrícola de Texas, valuada en millones de dólares, se tambalea ante la incertidumbre, con los agricultores luchando por mantener sus cosechas a flote. La caña de azúcar, otro pilar de la economía agrícola texana, enfrenta una situación aún más desesperada, con el cierre de un ingenio azucarero en Santa Rosa debido a la falta de agua proveniente de México.
A nivel nacional, la escasez de azúcar podría tener repercusiones significativas, ya que Estados Unidos se ve obligado a aumentar las importaciones de azúcar para compensar la caída en la producción nacional. Este aumento en las importaciones podría provocar una tensión adicional en los mercados internacionales del azúcar, con potenciales aumentos en los precios y una mayor volatilidad en el suministro mundial.
En medio de este panorama desolador, los agricultores texanos miran con angustia hacia el futuro, mientras tanto, los funcionarios de ambos lados de la frontera buscan desesperadamente una solución que evite una catástrofe agrícola sin precedentes en la región.
