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Opinión

“Me da 100 gramos de estricnina”

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Por - 23 agosto, 2022 - 00:03 a.m.
“Me da 100 gramos de estricnina”

“Me da 100 gramos de estricnina”. Eso le pidió una mujer al farmacéutico del pueblo. El hombre le indicó: “No puedo venderle tal cosa. La estricnina es un poderosísimo veneno cuya venta está sumamente limitada. ¿Para qué quiere usted la estricnina?”. “Para matar a mi esposo -respondió la compradora-. Descubrí que me es infiel”. Y el de la farmacia: “Menos aún puedo venderle ese veneno sabiendo que lo quiere  para dar muerte a una persona”. La señora sacó de su bolsa una fotografía y se la mostró al farmacéutico. “Esta es la mujer con la que mi marido me engaña”. La mujer era la esposa del farmacéutico. “Perdone usted-se disculpó con la compradora-. No sabía que trae usted receta. ¿Cuántos gramos de estricnina me dijo que necesita?”. 

Don Madano estaba muy excedido de peso. Fue con un médico y le dijo: “Creo que tengo un sistema tiroideo hiperactivo”. Lo examinó el galeno y concluyó: “Lo único que tiene usted hiperactivo es el tenedor”. El joven soldado le pidió a su superior tres días de permiso. Le dijo con una gran sonrisa: “Es que voy a ser papá”. “Felicidades” -lo congratuló el oficial. Y autorizó el permiso. Cuando el muchacho estuvo de regreso le preguntó el jefe: “¿Fue niño o niña?”. Respondió el soldado con otra amplia sonrisa: “Todavía no lo sé. Lo sabré dentro de nueve meses”. La mamá de Pilinguito se  preocupó bastante, pues el niño tenía su partecita de varón muy pequeñita. 

Consultó el caso con su vecina, madre de varios hijos varones, y ésta le recomendó: “Dale al niño una charamusca de ajonjolí. Eso  es muy bueno para estimular el crecimiento de la dicha parte”. Esa noche Pilinguito vio sobre la mesa de la cocina un gran montón de charamuscas de ajonjolí. Le preguntó a su madre: “¿Tendré que comerme todas esas charamuscas?”. “Sólo una-respondió la señora-. Las demás son para tu papá”. Las personas pasan; los personajes quedan. ¿Cuántos hombres han muerto y fueron olvidados desde que no vivieron don Quijote, don Juan, Otelo, Hamlet, madame Bovary, el avaro Scrooge, que viven todavía? Igual siguen teniendo  vida los pequeños personajes que dieron figura y genio al lugar donde habitaron. 

En mi ciudad es recordado todavía don José García de Letona, quien ante una posible invasión norteamericana propuso que bellas y patrióticas  señoritas mexicanas se dejaran inficionar sus partes pudendas y luego se ofrecieran a la lascivia de los yanquis para acabar con ellos a base de enfermedades vergonzosas.  Igualmente evocamos con nostalgia a Pepe Catedrales, llamado así por su estatura procerosa. Tenía anublada la razón, y se extendía en largas disertaciones teológicas ante las palomas de la Plaza de Armas. Con mucho afecto traigo a la memoria al Oaxaquita. Músico callejero, iba temprano a la casa de quien cumplía años a tocarle en su violín Las Mañanitas. En aquel tiempo se usaba en Saltillo que las familias desayunaran y almorzaran. 

El desayuno era magro: una taza de café o de chocolate con una pieza de pan dulce. Pero luego de las abluciones matutinas venía el almuerzo, éste sí copioso: un plato de menudo, o tacos de barbacoa, o huevos con chorizo, todo con acompañamiento de tortillas de harina o de maíz.  Los vecinos querían bien al Oaxaquita. Terminada su intervención musical lo invitaban a pasar y le preguntaban con afectuosa solicitud: “¿Qué quiere, Oaxaquita? ¿Desayunar o almorzar?”. Bajaba él la cabeza, humilde, y respondía: “Las dos cositas”. López Obrador dijo en una de sus homilías morales que es mejor heredar pobreza que deshonra. Todo indica que México recibirá como herencia de su régimen las dos cositas. 

FIN

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