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Opinión

Hace 78 años

Oscar Rodriguez
Por Oscar Rodriguez - 06 agosto, 2023 - 11:08 a.m.
Hace 78 años

Amables lectores, tengan ustedes un buen día.

Hace varias décadas me platicaron algunas historias de personas de nacionalidad japonesa y sus actuaciones en épocas de guerra. Una de las que más recuerdo trata de una pareja de enamorados separados por el conflicto bélico. El muchacho fue enviado al frente y su novia quedó en su pueblo natal. La comunicación que tenían era por correo. En las cartas el joven siempre le manifestaba a su amada que casi siempre estaba pensando en ella. Y así pasó el tiempo hasta que un día recibió una carta con una pésima noticia. La novia le comunicaba que había decidido hacer un seppuku, un suicidio ritual de modo que para cuando recibiera este envío postal ella ya estaría muerta y el joven ya no tendría motivo de distracción… ahora podría dedicar toda su atención a la defensa del emperador.

Otra historia. En enero de 1972 fue encontrado en las selvas de Guam el soldado japonés Soichi Yokoi. Este militar había permanecido escondido desde 1944. Al conocerse la noticia de su rescate, Yokoi adquirió cierta notoriedad y fue entrevistado en programas de radio y televisión. Fue invitado a dar pláticas en universidades de todo el país, pero nunca se acostumbró a la vida moderna del Japón de los años 70’s.

Estos son solamente dos ejemplos del compromiso que la población japonesa tenía con su gobernante durante la Segunda Guerra Mundial. Según se dice, una de las condiciones para la firma de la paz era que el emperador Hirohito renunciara a su condición cuasidivina respaldada por la Constitución de 1889 en donde se establecía que era descendiente de la diosa Amaterasu.

El 8 de mayo de 1945 se rindió Alemania. La guerra había terminado… en Europa…

Para entonces el desarrollo de una nueva arma estaba ya muy avanzado. Un poco antes del amanecer del 16 de julio se detonó una bomba atómica de 20 kilotones en Alamogordo, Nuevo México. Para dar una idea, un kilotón es la energía liberada por la explosión de mil toneladas de TNT (trinitrotolueno).

El 6 de agosto se lanzó sobre la ciudad de Hiroshima la primera bomba atómica utilizada en guerra, la llamada “Little boy” (niño pequeño) con una potencia explosiva calculada en alrededor de 16 kilotones. A diferencia de la bomba probada en Nuevo México que era de plutonio, “Little boy” era de uranio, medía tres metros de longitud con un diámetro de 71 centímetros y pesaba 4,400 kilogramos.

Tres días después, el jueves 9 de agosto de 1945 se lanzó sobre la ciudad de Nagasaki la bomba atómica llamada “Fat man” (hombre gordo). Esta bomba era de plutonio y medía 3.3 metros de longitud con un diámetro de 1.5 metros. Tenía un peso de 4,670 kilogramos y su potencia explosiva fue calculada en 21 kilotones. Se estima que en total los muertos provocados por las dos bombas atómicas fue de entre 105,000 y 120,000 en ese momento. Para diciembre la cifra había aumentado a unas 246,000 personas.

Hay opiniones en el sentido de que la rendición de Japón era cuestión de semanas y que el uso de las bombas atómicas fue excesivo. Hay quien afirma que en realidad se trató de una demostración de poderío por si acaso algún otro país quisiera posteriormente entrar en guerra contra los Estados Unidos. A final de cuentas, el imperio japonés anunció su rendición el 15 de agosto de 1945 y la paz se firmó el dos de septiembre.

De cualquier forma, resulta sorprendente el avance científico y tecnológico que significó el haber construido un dispositivo con tan desmesurado poder de destrucción a partir de una teoría de origen tan antiguo.

La palabra “átomo” proviene de las raíces griegas “a” (sin) y “tomon” (corte). Un átomo carece de cortes. Es una partícula indivisible. Al menos era lo que se pensaba hasta cierto momento. Este término fue acuñado por los filósofos griegos Demócrito y Epicuro y fue hasta el siglo XIX cuando se volvió de uso común en el léxico de la química. El átomo es la unidad más pequeña y estable de la materia que mantiene todas las propiedades de un elemento químico.

Por cierto y haciendo un paréntesis. Les recomiendo si tienen la oportunidad de verlo, el video del genial Tom Lehrer llamado “The elements” grabado en Copenhague en 1967. Lo pueden ver en Youtube. Cierro paréntesis.

Hace ya varias décadas me gustaba leer un libro que en un principio publicaba la misma editorial de Selecciones del Reader’s Digest: El Compendio Mundial. Esta era una publicación anual que contaba con una gran cantidad de datos de los más diversos temas. En alguno de sus ejemplares me tocó leer “Inventos y descubrimientos científicos”. Era una lista en la que se mostraban a detalle los inventores, sus nacionalidades y las fechas de sus logros. Y allí estaba, la bomba atómica y sus cinco inventores: Otto Hahn de Alemania, Neils Bohr de Dinamarca, Enrico Fermi de Italia, Albert Einstein de Alemania/Estados Unidos y Robert Oppenheimer de los Estados Unidos.

La primera vez que leí esta descripción me imaginé que estas cinco personas habían colaborado estrechamente en un mismo laboratorio hasta que un buen día salieron con una bomba atómica lista para ser utilizada. La realidad dista mucho de este escenario. El llamado “Proyecto Manhattan” llegó a tener más de 130,000 empleados y un costo cercano a los dos mil millones de dólares. Todo sea por la paz.

Me quedan algunas otras cosas que quisiera comentarles, pero eso será la próxima vez.

Que tengan ustedes una excelente semana.

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