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Opinión

Yo que fui tormenta

Oscar Rodriguez
Por Oscar Rodriguez - 28 mayo, 2023 - 10:38 a.m.
Yo que fui tormenta

Amables lectores, tengan ustedes un buen día.

En una de las primeras lecciones de inglés que tuve la oportunidad de tomar hace ya varias décadas se enfatizaba que en ese idioma el adjetivo se dice antes que el sustantivo. En castellano es tan válido decir “un pueblo bonito” como “un bonito pueblo”. El náhuatl al parecer es más parecido a nuestra lengua que al idioma de Shakespeare. Por ejemplo la palabra “popoca” se refiere al humo. Hubo un “huey tlatoani” (que es el título que ostentaba el máximo líder en lo referente al gobierno, la milicia y la religión en Tenochtitlan y algunas otras ciudades prehispánicas) llamado Chimalpopoca, cuyo nombre se traduce como “escudo humeante”. De la misma etimología, aunque con la partícula “popoca” colocada al principio “Popocatépetl” significa “montaña humeante”.

El volcán que lleva ese nombre se ha convertido en noticia en los días más recientes debido a que se ha mostrado más activo de lo que lo está generalmente. Gracias a los medios de comunicación que tenemos a nuestra disposición hemos podido ver cómo pronuncian la palabra “Popocatépetl” en los noticieros de otros países y es comprensible ver los errores que se comenten. Los mismos conquistadores españoles realizaban acrobacias lingüísticas para pronunciar los nombres de los lugares, personas y dioses de las tribus nahuatlacas. Huitziplopochtli terminó siendo “Huichilobos” y Cuauanáhuac se convirtió en Cuernavaca. Por cierto, alguna vez leí que todas las palabras de nuestro idioma que llevan el triptongo “uau” (Cuautla, Cuautitlán) son de origen náhuatl. Y al parecer, para los extranjeros sigue siendo algo difícil su pronunciación, por ejemplo en 1998, cuando en las transmisiones de la copa del mundo de Francia intervenía Jorge Valdano refiriéndose a Cuauhtémoc Blanco era notorio que pronunciaba “Cualtemo”.

De hecho, una de las primeras referencias al Popo fue hecha por Hernán Cortés quien tenía cierto temor de un ataque por parte de las fuerzas de Moctezuma si seguía la ruta habitual entre los que ahora es Cholula y la CDMX. Asi lo narra: “Que á ocho leguas desta ciudad de Churultecal (Cholula) están dos sierras muy altas y muy maravillosas (el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl), porque en fin de agosto tienen tanta nieve, que otra cosa de lo alto dellas sino la nieve no se parece; de la una, que es la más alta, sale muchas veces, así de día como de noche, tan grande bulto de humo como una gran casa…”

Esas figuras del Popo y el Izta serían inmortalizadas en el siglo XX por el artista chihuahuense Jesús Helguera (creador de docenas de pinturas que adornaban calendarios por toda nuestra república hace algunas décadas) quien se basó en la leyenda de los volcanes, según la cual Popocatépetl prometió una antorcha encendida eternamente para honrar a su amada fallecida Iztaccíhuatl. Por cierto, en su obra “Regina”, Antonio Velasco Piña se refiere en varias ocasiones al “volcán y la volcana”. Al igual que en el caso de los lagos y las lagunas, desconozco por completo cuál sea el mecanismo con el que se le asigna el género a estas entidades geográficas.

En una lección del libro de Lengua Nacional que se usaba en muchas de las primarias de nuestro país hace unas cinco décadas, se refería al nacimiento del volcán Paricutín, ocurrido en 1943. Se hacía mención de un campesino michoacano llamado Dionisio Pulido a quien le tocó ser testigo de las primeras manifestaciones de aquel volcán (les recomiendo el sitio de internet de la CONALITEG por si desean hojear aquellos libros).

A veces los volcanes han jugado papeles destacados en algunos hechos históricos. A principios del siglo XX se había proyectado la construcción de un canal en el istmo de Centroamérica, aprovechando para ello el lago de Nicaragua llamado Cocibolca. Sin embargo, un representante diplomático panameño (colombiano en ese tiempo) distribuyó timbres postales nicaragüenses en los que se apreciaba la figura del volcán Momotombo a varios senadores norteamericanos como demostración de que había el peligro de erupciones en ese país. El senado votó a favor de retomar la inversión que habían abandonado los franceses en Panamá. El gobierno colombiano negó el permiso a los norteamericanos de lo que se derivó la independencia panameña.

Otro volcán. A principios de junio de 1783 se produjo una enorme erupción en Islandia. En el sistema volcánico de Grimsvötn, la fisura del volcán Laki se activó y duró en esa fase hasta febrero de 1784. Una parte del sureste de la Isla quedó arrasada por las efusiones basálticas (esas que los romanos utilizaron como ingrediente adhesivo en sus construcciones hace ya un par de milenios) y el aire envenenado provocó la muerte de una cuarta parte de la población. La densa capa de polvo permitía ver el sol únicamente al amanecer y en su puesta.

Pero eso no paró allí. Las altas presiones de la geografía islandesa empujaron la nube tóxica en dirección hacia el sureste. La nube cubrió el cielo de importantes partes de lo que ahora son Noruega, Alemania, Países Bajos, Francia, Gran Bretaña y la República Checa. Ese verano fue anormalmente caluroso y el otoño más fresco y húmedo de lo habitual. Las cosechas se perdieron y sobrevinieron la carestía y el hambre.

Todas estas circunstancias provocaron variaciones en la temperatura del hemisferio norte lo que a su vez provocó cambios en la precipitación pluvial en diversas partes del globo lo cual tuvo como consecuencia la pérdida de cosechas. Para 1789 había estallado la revolución francesa.

Me quedan algunas otras cosas que quisiera comentarles, pero eso será la próxima vez.

Que tengan ustedes una excelente semana.

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