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Opinión

Caminemos como huéspedes

“Las cartas sobre la mesa”

P. Noel Lozano
Por P. Noel Lozano - 17 julio, 2022 - 09:38 a.m.
Caminemos como huéspedes

Vemos en el libro del Génesis como Abrahán, en plena canícula, ofrece un hospedaje espléndido a tres forasteros, los atiende con generosidad, sin imaginar que le darían la noticia más hermosa de su vida por parte de Dios: que tendría un hijo con Sara su esposa, a pesar de la edad de ambos. Pablo en la carta a los colosenses nos habla de otro tipo de hospedaje en la vida, el hospedaje de la tribulación y de las pruebas, nos comparte como hospeda en su cuerpo y en su alma a Jesús crucificado, para completar las tribulaciones de Jesús en su cuerpo, que es la Iglesia, así Pablo nos enseña cómo darle un sentido redentor al dolor en la vida. Lucas nos narra de ese momento en el que Jesús está en Betania, gozan tanto él como los discípulos de la hospitalidad de unos amigos, tanto Marta como María, no sólo los reciben sino que gozan de la palabra de Jesús en su corazón. Todos somos peregrinos y huéspedes de Dios en una tierra, donde hemos sido puestos para sembrar el bien, para aprender a hospedar de la misma manera a Jesús, a los demás y las situaciones difíciles de nuestra vida como Pablo.

La hospitalidad es una bendición. Es sabido que la hospitalidad era, entre los nómadas, la virtud por excelencia. En cierta manera, gozaba de un cierto carácter sagrado e inviolable, digno del máximo respeto. El relato de la primera lectura narra la hospitalidad de Abrahán para con tres personajes algo misteriosos, pero se trata de una hospitalidad que va acompañada de una bendición sorprendente. Llama la atención en este texto el hecho de que Abrahán se dirige a los tres personajes en singular: "Señor mío, si te he caído en gracia, no pases de largo cerca de tu servidor". Para Abrahán esos personajes son mensajeros (ángeles) de Dios, que vienen a anunciarle algo de parte de Yahvé. La narración tiene, por tanto, un sentido de teofanía, en la que Abrahán acoge y hospeda generosa y gozosamente a Dios bajo el rostro de tres delegados suyos. El mensaje de Dios no se hace esperar, y es de bendición: "Volveré sin falta a ti pasado el tiempo de un embarazo, y para entonces tu mujer Sara tendrá un hijo". ¿Qué otra mejor bendición podría esperar Abrahán que la descendencia, que hasta ahora le había sido negada por la esterilidad de su mujer? Ahora se le pide a Abrahán recibir sin titubeos, con absoluta confianza, esta bendición de Dios. Y Abrahán recibió de nuevo esta palabra de bendición y Dios le dio un hijo en su vejez. Hospedar generosamente el misterio de Dios, hospedar confiadamente su palabra y, consiguientemente, tener la seguridad de que Dios bendecirá nuestra existencia.

Vemos en el evangelio, dos formas de hospedar al amigo. Estas dos formas están representadas por Marta y María. Son dos formas igualmente buenas y necesarias, aunque la segunda sea preferible a la primera. Marta hospeda a Jesús y a sus discípulos en su casa. De esta manera, les muestra primeramente su aprecio y amistad, les protege además del calor ardiente del desierto que acaban de atravesar para llegar hasta Betania, y les da de beber y comer para reparar sus fuerzas, gastadas por la larga y fatigosa caminata. María hospeda a Jesús escuchando su palabra, sentada a sus pies, como una discípula entusiasta que no quiere perderse ni una palabra de las enseñanzas del Maestro. Este hospedaje interior, espiritualmente activo, es estimado por Jesús de más valor que el hospedaje externo, centrado en la preparación de la mesa para una comida de hospitalidad. Por eso Jesús le dice a Marta: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola".

Jesús no desprecia la hospitalidad de Marta, la considera valiosa. Pero a la vez le recuerda que hay otra hospitalidad más importante e, indirectamente, invita a Marta a dársela. Es como si Jesús dijera a su anfitriona: "Mira, Marta, prepara cualquier cosa, y luego ven a sentarte junto a María y a escuchar como ella mi palabra". Dos formas de hospedar al amigo, de distinto valor, aunque las dos sean necesarias.

Por último, vemos como Pablo, anfitrión del crucificado nos enseña como hospedar las realidades de la vida. María ha hospedado la palabra de Jesús. Pablo hospeda la cruz de Jesús, o mejor, a un crucificado. "Completo lo que falta a las tribulaciones de Jesús". Aunque el huésped sea un crucificado, Pablo no se espanta ni se angustia, lo recibe con alegría porque sabe por experiencia que en Jesús crucificado está la esperanza de la gloria para él y para todos los cristianos. Para Pablo no es un huésped obligado, molesto, sino la razón de su existir y de su misión. Dirá: "Estoy crucificado con Cristo. Vivo yo, pero ya no soy yo quien vivo, es Cristo quien vive en mí". Marta recibe en su casa al amigo bueno y sumamente apreciado, María recibe al Maestro que tiene palabras de vida, Pablo hospeda al Redentor, a quien con su pasión, muerte y resurrección redime al hombre de sus pecados, lo salva de sí mismo. La hospitalidad de Pablo culmina, como en el caso de Abrahán, en bendición, en la bendición suprema.

Santa María Inmaculada, de la Dulce Espera, Ruega por nosotros.

P NOEL LOZANO: Sacerdote de la Arquidiócesis de Monterrey. www.padrenoel.comwww.facebook.com/padrelozanopadrenoel@padrenoel.com.mx@pnoellozano

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