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Opinión

Pedir siempre el don de la fe

“Las cartas sobre la mesa”

Por P. Noel Lozano - 02 octubre, 2022 - 11:42 a.m.
Pedir siempre el don de la fe

Este domingo centramos nuestra atención en un tema que debemos renovar todos los días: la fe. La fe además de ser una estupenda coraza para blindarnos del miedo, de los temores, de las inseguridades… es confiada certeza de la existencia del Dios al que no vemos. Ese Dios que sale al encuentro, sale a ayudarnos a vencer nuestros límites, nuestros pecados, por más grandes que puedan ser las tempestades que por todas partes nos asechen El profeta Habacuc se dirige a Dios para exponerle, en plan de reclamo, los sufrimientos por los que está pasando; la respuesta de Dios es clara, si se mantiene firme por su fe, vivirá. Pablo le pide a Timoteo vivir renovando el don recibido, que le ayudará a compartir a Jesús con sencillez y libertad, aceptando siempre con fe y amor el mensaje que le ha sido transmitido. En el evangelio vemos la petición de los apóstoles a Jesús: aumenta nuestra fe. Jesús les invita a pedir y a tener una fe sencilla, capaz de lograr y mover grandes cosas. Apreciamos como Jesús se centra en la eficacia de la fe, incluso de la fe pequeña como un grano de mostaza.

Dios no deja sin respuesta las quejas confiadas de Habacuc. Dios lo invita a la plena confianza en Él, y a tener la certeza de que contestará a sus preguntas, aunque no lo haga con la inmediatez con que el profeta lo esperaría: "Dios tiene escrita esa fecha en sus designios". También lo invita a mantener una paciencia esperanzada, porque la respuesta "vendrá ciertamente, sin retraso". Finalmente, Dios asegura al profeta que el impío sucumbirá, mientras que el justo vivirá gracias a su fe y fidelidad.

Los discípulos que piden a Jesús: "Aumenta nuestra fe", como también la de Timoteo, responsable de la comunidad de Éfeso, que ha de ser el primero en aceptar la fe que Pablo le ha enseñado y dar testimonio de ella, incluso, si es necesario, con el martirio. Los discípulos, que conviven con Jesús, han visto la enorme "fe" de Jesús que hace eficaz su palabra y sus obras. Ante esa fe gigantesca, la suya resulta insignificante y mínima. Por eso, piden que Jesús se las acreciente. La situación de persecución en que vive Timoteo y su comunidad pone a prueba su fe y su fidelidad al Evangelio. De ahí las palabras con que Pablo le exhorta. La dimensión histórica de la fe hay que tenerla en cuenta en el momento presente, como sucedió ya en el pasado. Constantemente debemos replantearnos cómo vivir hoy, en nuestro ambiente, en el mundo actual, la fe de siempre.

En los textos es posible ordenar algunas de las cualidades que ha de poseer la fe vivida en cada situación.

La primera cualidad de la fe, es una fe basada en una profunda humildad. Después de que Jesús en el Evangelio ha resaltado el poder de la fe, pone de manifiesto que esa eficacia proviene de la convicción creyente de la propia pequeñez: "No somos más que unos pobres siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer". ¿Qué es lo que tenemos que hacer? Servir a Dios y hacer su voluntad.

La segunda cualidad de la fe es una fe esperanzada. Las tribulaciones, los sufrimientos, las desgracias no podrán disminuir en lo más mínimo nuestra espera y nuestra esperanza en la intervención de Dios. No hay que dudar, porque la acción de Dios llegará. ¿Cuándo? ¿Cómo? Hemos de dejar que Dios responda con plena libertad, con la seguridad de que todo lo hace con justicia y para bien de los que ama.

La tercera cualidad de la fe es una fe testimoniada. La fe es un regalo que Dios nos da, y es una tarea que Dios nos encomienda. Como tarea la hemos de realizar día tras día, en las circunstancias concretas, que a veces pueden ser arduas y difíciles. Una fe humilde, esperanzada y martirial, la necesitamos también los cristianos de hoy, en un ambiente muchas veces carente de fe, incluso hostil a ella. De esto se desprende la necesidad de pedirle a Dios fortaleza para dar testimonio todos los días de la misma.

Todos nos damos cuenta de la necesidad de tener fe, tarde o temprano. Vemos como la fe continúa haciendo milagros. Hay "pequeños milagros", ignorados, conocidos sólo por Dios, que se dan en la vida diaria de muchas personas. El milagro del "perdón" sincero y franco. El milagro del "servicio" constante, abnegado, desinteresado, motivado únicamente por el amor cristiano. El milagro de la "conversión" ante el testimonio de una persona amiga o ante una experiencia fuerte en una iglesia o en un santuario. Se dan igualmente "grandes milagros", que Dios hace por mediación de personas vivas, santas, y que no son públicos, porque la santidad es siempre discreta y a Dios le agrada más que esas gracias especiales queden dentro del círculo de los íntimos. Los pequeños y grandes milagros son todavía signos con los que Dios sacude nuestra vida, nuestra conciencia, nos interpela, y desea seguir ofreciéndonos su salvación. Pidamos al Señor la gracia de renovar y fortalecer nuestra fe.

Santa María Inmaculada, de la Dulce Espera, ruega por nosotros.  P Noel Lozano: Sacerdote de la Arquidiócesis de Monterrey

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