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Coahuila

‘Quería verlo despertar’; último adiós a ‘Chava’

Lidiet Mexicano
Por Lidiet Mexicano - 25 julio, 2017 - 04:15 a.m.

Amigos y familiares brindaron una emotiva despedida al joven de la Primero de Mayo

La esperanza de que “Chava” se recuperara y continuara con su vida se desvaneció para su madre, familiares y amigos que con su muerte lamentaron la pérdida, pero elevaron una plegaria a Dios por su eterno descanso.

Salvador González Garanzuay, era uno de los sobrevivientes de aquel trágico accidente ocurrido la madrugada del 26 de octubre del 2014 y tras su fallecimiento se convirtió en la tercera víctima del suceso.

Desde que le desconectaron de un respirador artificial salió de la clínica siete del IMSS dos meses después del accidente, permanecía recostado en su casa en la colonia Primero de Mayo donde era atendido por su propia madre Myrta Garanzuay.

A temprana hora del domingo, cuando lo alimentaba Chava se encontraba estable, pero minutos más tarde reflejaba una desesperación en su mirada y fue ahí cuando su madre le pedía que se aferrara a la vida.

Al notar su situación más complicada, Myrta, quien tuvo una conexión inexplicable con su único hijo le pidió que se entregara en cuerpo y alma a Dios y que descansara en paz.

Aunque el joven de 19 años siempre mantuvo sus ojos abiertos desde el accidente, no mostró reacción alguna cuando sus familiares le hablaban, fue justo antes de que diera su último respiro cuando soltó una lágrima que rodó por su mejilla y finalmente cerró sus ojos.

“Chava”, fue en vida un joven sociable, muy alegre, siempre contaba chistes que hacían reír a las personas que le rodeaban, aunque nunca especificó si quería formar una carrera antes de sufrir el accidente se encontraba estudiando en la preparatoria Mariano Narváez, en el municipio de Saltillo.

Tenía aproximadamente dos meses viviendo en la capital del Estado, pues su madre volvió a comenzar su vida sentimental con otro hombre; el padre de Chava, murió justo un mes antes de que él viniera al mundo.

Salvador Valadez Flores -su padre-, era encargado de una cuadrilla que laboraba en túneles de Altos Hornos de México en el año de 1998, junto a sus trabajadores ingresó a un túnel sin avisar y soltaron gas en su interior; este hizo el intento de sacar a todos los empleados que le acompañaban, pues era el encargado, al terminar de sacar al último trabajador, perdió la vida intoxicado con el gas.

Luego de la situación, Myrta, la madre de Salvador, tuvo que emigrar a otro país, dejándolo al cuidado de su hermana Rosa Garanzuay y su esposo Alberto Gaytán, convirtiéndose en el hermano menor de William, Yajaira y Antonio.

“Él era de sangre liviana, hacía amigos a donde llegara, mucha gente lo apreciaba, dondequiera que entraba era bienvenido, muy honesto, sencillo, trasparente, no se metía en problemas con nadie y en su corta vida trató siempre de estar alegre y de disfrutarla”.

“Estaban en la casa ese día, él iba a salir y mi papá le dijo que no, porque estaban conviviendo, dijo voy un rato ahorita regreso y pues ya no regresó, del hospital marcaron al celular de mi tía Myrta, pues la tenía registrada como mamá, ella habló a mi mamá y supieron que era Chava, ahí fue el accidente bajando el puente de la Obrera y cuando pasaron por ahí, mi mamá dijo, ojalá este no haya sido el accidente porque está muy fuerte el golpe”.

William Gaytán Garanzuay mencionó que los médicos le diagnosticaron un nivel cinco en su estado de salud, el 10 califica estabilidad y el uno la muerte, al ingresar al quirófano bajó a nivel tres y lo diagnosticaron con muerte cerebral, posteriormente aseguraron que era coma vigil lo que tenía.

La coma vigil le daba esperanza a la familia de que pudiera despertar, pues con el tiempo puede suceder ya que respira por sí mismo, en cambio la muerte cerebral es cuando está conectado y no se puede quedar sin respirador artificial.

Salvador solo al principio estuvo con ayuda de un ventilador, se mantuvo por sí solo, solo se le daba de comer por una sonda gástrica.

“Tenía los ojos abiertos, nunca supimos si nos escuchaba o no, nunca respondía a los llamados que le hacíamos, nunca nos dio la certeza de que nos estuvo escuchando”, comentó su hermano.

Los casi tres años dejó un desgaste emocional y físico, no solo para su madre, quien estuvo al cien por ciento con él día y noche, sino para la familia entera, además fue un desgaste económico pues los medicamentos para mantenerlo con vida generaban cuantiosos números.

“Se consumió, la cama se lo comió literalmente, pero el saber que ya no lo volveremos a ver es muy difícil”.

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