1. No comes, devoras la comida. Comer rápido no sólo hace que no te satisfagas rápido, sino que también engordes. ¿Por qué? Cuando comemos, producimos una hormona que manda al cerebro una señal de saciedad que tarda aproximadamente de 20 a 25 minutos en llegar. Si comes rápido, ingerirás mucha más comida antes de que la señal llegue al cerebro, por lo que deberías tomarte tu tiempo y concretizar cada bocado.
2. Estás estresada. ¿A quién no le ha pasado? Estar estreada por alguna cuestión laboral o personal, puede hacerte querer ingerir calorías de más. ¿Una opción? Cambia las donas y las pizzas por el gimnasio, así estarás más relajada y tu cerebro no pedirá comida innecesaria.
3. Sigues todas las cuentas de comida en Instagram-Facebook-Snapchat que te encuentras. Estar viendo comida constantemente sólo hará que se te antoje todo y que no puedas dejar de comer lo primero que encuentres para satisfacer la necesidad. Y además, después de ver esas delicias de triple queso o con capas y capas de chocolate, lo último que se te va a antojar es comer una manzana, ¿verdad?
4. Estás deshidratada. Si no bebes agua constantemente, puedes confundir los síntomas de la deshidratación con los del hambre. Si a media mañana sientes antojo y has desayunado, opta por tomarte un vaso de agua. ¡Te sentirás mucho más saciada!
5. Cenas más de la cuenta. Aunque después de un día largo y cansado de trabajo, una gran cena nos suena a recompensa, deberías limitarte a comer poco y saludable, ya que si comes mucho y en especial alimentos con alto contenido en almidón, alterarás los niveles de azúcar en la sangre y al despertar tendrás mucha hambre.
6. Comes muchas harinas refinadas. ¿Te ha pasado que después de comer una dona, no puedes parar y quieres comerte otra, y otra más? Los carbohidratos simples tales com las galletas o donas, suben los niveles de azúcar en la sangre, lo que provoca más hambre y necesidad de seguir abasteciendo a tu cuerpo con esta "droga". Mejor, consume alimentos ricos en fibra tales como almendras, chía, pistachos, almendras…
7. Saltas comidas. No desayunar, o salir sólo con un café de casa, hará que cuando por fin comas tengas más ansiedad y hambre. ¡Trata de comer algo cada 4-5 horas! Opta por una manzana, un yogur, un smoothie… Notarás como las ganas de comer a cada hora disminuyen.
8. No duermes bien. según un estudio de la Universidad de Columbia, cuando no se duerme lo suficiente se ingieren casi 300 calorías diarias más que cuando se ha descansado debidamente.
9. No estás comiendo grasas saludables. Las grasas insaturadas, como la que contiene el aguacate, ayudan a controlar la sensación saciedad; es decir, después de consumirlas te sentirás llena.
10. Tomas mucho alcohol. ¿Te gusta tomarte una copita de vino antes de la comida? Esto puede aumentar tu apetito. Un estudio publicado por Appetite demostró que las personas son más propensas a consumir alimentos con más calorías después de beber alcohol. Además, tomar alcohol te deshidrata, por lo que puedes llegar a confundir sed por hambre. ¿Una opción? Alternar las copas con vasos de agua para mantenerte hidratada.
marieclaire