Como cada año la parroquia Santiago Apóstol celebró el tradicional viacrucis viviente que culminó en la Plaza Zapopan
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, “padre en tus manos encomiendo mi espíritu”, fueron las últimas palabras de Jesús al ser crucificado por todos aquellos que en su momento lo aclamaron como su rey para después traicionarlo y pedir su muerte en la cruz.
Con la presencia de cientos de feligreses que se dieron cita al Viernes Santo, la parroquia Santiago Apóstol celebró ayer el viacrucis viviente en el que se recordaron todas las estaciones del camino a la cruz con lo que se recuerda el ultimo día de vida del hijo de Dios en la tierra.
En un recorrido que se inició frente a la parroquia y que enfiló por la calle Carranza hasta llegar a la Matamoros para después tomar De la Fuente hasta Hidalgo y concluir en la Plaza Zapopan, donde se escenificó el momento de la crucifixión, los católicos recordaron que Jesús entregó su vida por amor a su prójimo.
Una a una fueron retomadas las estaciones, iniciando con el momento en el que Jesús fue sentenciado a muerte por quienes en su momento lo clamaron rey y quienes a su vez le dieron la espalda cuando se decepcionaron por no ser un rey de guerra, sino una rey que pedía que amaran a sus enemigos.
La escenificación que se realizó en la parroquia Santiago Apóstol, conmociono a todos los cristianos católicos que se dieron cita para presenciar el momento de fe, el momento de reflexión, de amor y sobre todo humildad que fue caracterizado en la persona de Martín Carreón Medina, de 52 años.
Al cargar la cruz en la segunda estación, el rosto de Jesús reflejaba más que dolor, tristeza por la forma en que todos los señalaban y culpaban de no ser quien pregonaba, todo ese gesto de desaliento, conmocionó a los presentes que paso a paso siguieron el camino a la cruz.
Durante su calvario, Jesús al sentir que sus fuerzas terminaban poco a poco, cayó por primera ocasión, bajo aquella presión que más que de la cruz pareciera que fuese por que todos los culpaban, le gritaban y cuestionaban con gritos que lo sumergían más allá del dolor.
Entre los abucheos de los enardecidos pobladores que le preguntaban una y mil veces porque no se salvaba si se decía el Mesías, entre toda la muchedumbre apareció María, esposa de José y quien por obra del Espíritu Santo engendró en su vientre al hijo de Dios, siendo quien por primer ocasión durante al calvario de Jesús generó que muchas personas comenzaran a sentir compasión para su hijo, aunque todo fue demasiado tarde.
Fue tanto el dolor de Jesús al cargar la cruz, que en su paso Simón el cirineo fue el único que se acercó a él para ayudarlo a la vez de pedirle que al llegar al reino de los cielos, se compadeciera de él, porque se sabía un pecador todo por miedo al “qué dirán”.
Todas y cada una de las estaciones fueron llevadas y recordadas durante el viacrucis viviente, siendo la sexta donde la Verónica al ver al rostro ensangrentado de Jesús lo enjuagó con un pedazo de tela blanca, llevándose todos la enorme sorpresa de que en ella se quedó plasmado el rosto del hijo de Dios, lo que sorprendió a propios y extraños.
Así, momento tras momento, fue recordada por los católicos la Pasión y Muerte de Jesús quien fue humillado por los soldados romanos quienes tras su tercer caída, lo despojaron de su vestimenta para después clavarlo en la cruz donde murió y en donde además le clavaron una lanza en uno de sus costados.
“Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” fueron las últimas palabras del hijo de Dios, quien después fue bajado de la cruz y llevado al sepulcro donde al tercer día demostró ser ese Mesías en que nadie confío, dejándolo en claro al resucitar sin que nadie pudiera tener una explicación lógica ante ese milagro.
