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Coahuila

Sobreviviente de Pasta de Conchos ahora es “Chofer” de las combis

Por Carlos Macias - 19 noviembre, 2016 - 10:18 p.m.
Sobreviviente de Pasta de Conchos ahora es “Chofer” de las combis

Recuerda con tristeza lo que ocurrió aquel 19 de febrero donde quedaron sepultados sus compañeros y amigos en la explosión registrada en la mina de San Juan de Sabinas

SABINAS, COAH.- “Lo que vivíamos en aquellos días era como una “ruleta rusa”, pues sabíamos todos que a cualquiera de los tres turnos le podría pasar, y en mala suerte nos tocó en el de tercera”, reconoció el exminero Fermín Rosales Martínez, sobreviviente de la explosión de la Mina 8, unidad Pasta de Conchos, y se sorprende al recordar que el próximo 19 de febrero se cumplirán ya 11 años de que sus compañeros quedaron sepultados.

A mitad del turno que cubre como operador del transporte colectivo “combi”, en las llamadas unidades blancas pertenecientes a la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos CROC, narró la experiencia que le cambió la vida.

-Ese día entramos tarde a la mina, porque había reportes de porcentajes altos de gas. Bajé pasada la media noche, porque me indicaron que un motor de la maquinaria estaba descompuesto y que esperara para entregar el material más tarde; el resto de los compañeros iniciaron su recorrido hasta las áreas de trabajo.

Las fallas en los equipos y en las condiciones de seguridad eran comunes a tal grado que los detectores del gas metano eran “puenteados”, o modificados, a fin de que no cumplieran con su función de detener los equipos eléctricos cuando las concentraciones eran elevadas y no aptos para trabajar, con pleno conocimiento que en porcentajes de entre el 5.5 y 12% es explosivo.

Todos los trabajadores estaban conscientes de que su vida estaba en peligro, pero era mayor el temor a perder el empleo y dejar sin sustento a sus familias; de recordárselo se encargaban los mismos jefes de la mina, cuando alguno se quejaba sobre las condiciones de inseguridad, recibían como respuesta la frase: “Si no quieres jalar ahí está la puerta muy ancha”.

Poco después de las 02:00 a.m. Fermín realizaba sus faenas de rutina, cuando escuchó un fuerte estruendo y no supo más de él. Aproximadamente dos horas más tarde, al recobrar el conocimiento, intentó salir por su propio pie, alcanzando a distinguir a lo lejos una pared encendida y unos “monos” o pilotes, con los que se sostiene el techo de las galerías, dándose cuenta que había avanzado a ciegas hacia adentro de la mina, contrario a lo que deseaba.

-Yo escuchaba voces de los compañeros, pero no pude ubicar dónde estaban, luego ya no pude más. No sé cuánto tiempo pasó hasta que me sacaron de la mina en el carro guía.

Ese largo día, Fermín fue trasladado al Hospital del IMSS de Nueva Rosita, donde permaneció internado por 20 días, resultando con lesiones en la espalda, siendo un recuerdo permanente de aquel fatídico turno de tercera, los dolores que aún padece; con todo y eso, el exminero es de los pocos casos en el mundo que sobrevive a una explosión de gas metano.

La contraparte lo representan quienes jamás salieron del “pozo” como sucedió en Barroterán, aquel lunes 31 de marzo de 1969, cuando el también llamado gas grisú explotó cobrando la vida de 153 mineros, y que dio a la pequeña localidad referencia como “´Pueblo de Viudas”.

En Barroterán las cosas fueron distintas, el gobierno y la empresa AHMSA, Altos Hornos de México S.A. asumieron su responsabilidad al iniciar una operación que duró 40 días para rescatar los cuerpos de los mineros caídos.

TESTIMONIO DE RESCATISTA DE LA EXPLOSIÓN DE LAS MINAS 2 Y 3 EN BARROTERÁN EN 1969.

Desde su residencia actual en Kingfisher, Oklahoma, Juan Pablo Aguiñaga Saucedo de 66 años, y originario de Nueva Rosita, recuerda aquella explosión como una de las experiencias que marcaría su vida, En aquel entonces tenía 19 años, y uno como trabajador de la mina 3, como voluntario para el rescate de los cuerpos de sus compañeros caídos.

-Ese día me tocaba trabajar en el segundo turno; cuando llegué ya había pasado la explosión. Al llegar vi como salía humo de la bocamina, y lleno de gente alrededor del cerco, esperando tener una noticia de sus familiares, preguntando una y otra vez al personal del Ejército y guardias de seguridad.

Juan Pablo narra con hondo pesar, que un día después se iniciaron las labores de rescate de sus compañeros, cuando equipos de rescatistas voluntarios entraron a la mina avanzando lentamente en los cañones derrumbados, haciendo labores de limpieza y cubriendo con lona para poder avanzar con seguridad.

-Es tanto el daño que la explosión hace a los cuerpos, que la carne de la pierna de uno de los compañeros que localizamos primero, era semejante al color rosado; al intentar levantarlo sus huesos prácticamente se desprendieron, mientras que sus cabellos quedaron rizados y con el olor a quemado.

En la mayoría de los casos de los cuerpos rescatados, no se logró una plena identificación, ya que de algunos solamente se encontraban las botas o ficha metálica marcados con el número de control, se recogían el casco, botas y huesos en bolsas negras que se colocaban en féretros sellados.

La causa de la explosión nunca se estableció con claridad; la versión más común es que fue generada por uno de los inspectores o “gaseros” al verificar un área de trabajo con una lámpara que funcionaba con carburo, traía encendida una pequeña llama, la cual se apagaba cuando había mucho gas, pero el porcentaje que había era explosivo, y sirvió como detonante.

En las últimas dos semanas, el rescate se complicó, recibiendo ayuda de especialistas japoneses.

-Ellos traían una sustancia que aplicaban en los escombros de las galerías, que permitía saber si debajo había restos humanos; al ser positivo excavábamos; de esta manera localizamos a varios compañeros cerca del tiro vertical.

El rescate se prolongó desde el martes 1 de abril, hasta el sábado 10 de mayo de 1969, siendo los restos del trabajador

Abraham Luna de 20 años, el último féretro sellado que fue entregado a sus familiares aquel imborrable día de las madres.

HISTORIAS QUE SE REPITEN

El luto que guardan a mineros de la Región Carbonífera ha sido permanente desde 1896, asegura el ingeniero en minas, profesor e historiador Ramiro Flores Morales, quien es también presidente del patronato del Museo Nacional del Carbón y autor del libro El Hondo “Una cuenta pendiente de la historia”, en promedio muere un minero cada mes, sumando hasta la fecha más de 1500 tan solo en la Región Carbonífera de Coahuila.

-Desde el primer accidente en la Mina El Hondo a finales del siglo XVIII, muere en promedio un trabajador al mes, siendo enero y febrero los más significativos, al presentarse las temperaturas más frías, la presión atmosférica baja y el gas se comprime.

El especialista asegura que ni aún con los adelantos tecnológicos se han logrado evitar los accidentes fatales, inclusive en los países más desarrollados, recordando que la minería del carbón es la segunda actividad de mayor riesgo en el mundo.

Al ser el metano el enemigo a vencer en la explotación de minas de carbón, como una posible solución se pensó en liberar concesiones para la explotación del metano, pero la imposición de un arancel del 40% lo hizo incosteable.

Debido a las quejas ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos sobre las tragedias mineras en la Región Carbonífera, como lo fue el caso Pasta de Conchos en 2006, derivadas de la recomendación 26/2006, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social publicó en el Diario Oficial de la Federación el 23 de diciembre de 2008, la Norma Oficial Mexicana, NOM-032-STPS- 2008, Seguridad para Minas Subterráneas de Carbón.

A la pregunta obligada sobre el rescate de 33 mineros de la mina San José, en Chile: ¿Por qué no se logró el rescate de los 65 mineros atrapados en Pasta de Conchos? Respondió:

-Porque es muy lógico, allá era una mina metálica donde lo más riesgoso que existe es un derrumbe; mientras que aquí en Pasta de Conchos fue una explosión, y en sí mismo, esto es solo el detonador, puesto que esta se comunica y se hace más potente con cada partícula o polvo de carbón que existe en los cañones, provocando una reacción en cadena, y más cuando en la galerías no se cuenta con la acción preventiva de cubrir con polvo inerte, que evita ese efecto devastador.

ESPOSA DE SOBREVIVIENTE

RECUERDA MOMENTOS

DE ANGUSTIA

A casi 11 años de la tragedia, Paula Muñoz Herrera, esposa de Fermín Rosales Martínez, las explicaciones y tecnicismos sobre las causas de la explosión de la mina Pasta de Cochos, se resumen en que existen 65 mineros muertos, cuyos restos no han sido recuperados, y otros como su esposo, a los que Dios les dio una segunda oportunidad para vivir.

Reconoce que su caso fue diferente a la de mujeres que aún lloran a sus esposos, pues no sufrió tanto, pero eso no significa que han vivido una situación fácil.

-Cuando la explosión me encontraba trabajando en la “Aguacatera”, mis padres y mi suegra no me dijeron inmediatamente lo sucedido, pues temían que algo malo me pasara al tener tres meses de embarazo de mi hijo mayor Lucio. Fue por la tarde cuando finalmente lo pude ver en el IMSS de Rosita, donde permaneció internado durante 20 días.

Paula asegura que a pesar del tiempo, su esposo todavía tiene pesadillas y se despierta con el deseo de regresar a la mina a rescatar a sus compañeros. Le gustaría volver a trabajar en una mina, con lo cual ella no está de acuerdo, ya que asegura que si Dios le dio una oportunidad de escapar de la muerte, fue por algo.

Una de las pláticas que Paula recuerda días previos a la explosión, fue que Fermín aseguraba que sucedía algo extraño con los cientos de ratas que se crían en la mina, que en grandes cantidades empezaron a salir hacia la superficie; pasado el tiempo dedujeron que se trataba de una señal o advertencia de lo que sucedería.

El hecho más revelador, fue el avistamiento que la mayoría de los mineros tuvo en algunos de los cañones, donde vieron la sombra de la muerte rondar días antes, que inclusive, con la lámpara apagada se distinguía.

DESAPERCIBIDO PASA ENTRE

PASAJEROS DE LAS COMBIS

El sobreviviente tiene ya 5 años al volante, y añora los días como motorista en la mina 8; su trabajo como operador de transporte de pasajeros, no lo considera tan apasionante como la minería, pero de igual manera tiene una gran responsabilidad por la vida de ellos, al recorrer kilómetros y kilómetros por las calles de Sabinas. Su actitud seria y de pocas palabras, cuando mucho se extienden al saludo, confirmación de ruta cobro y cambio, contrasta con el ambiente y léxico minero que iniciaba en el lugar de espera del autobús que los lleva hasta la mina, pasaba por el vestidor, donde bajan las canastillas que guardan su ropa, botas y cinturón, continuaba por la “carrilla” en la fila de lampistería donde el turno saliente les recuerdan efusivamente que apenas van a iniciar “la chinga”, mientras que ellos van directo a descansar, o bien, a refrescarse con alguna “cheve”, las palabras picantes y precisas del “jale” a realizar a cargo del jefe del turno, y finalmente, la rutina de 8 horas en el lugar de trabajo, aderezado con sudor y palabras altisonantes de motivación constante.

Pero todo esto rueda en su mente, y se desvanece repentinamente al atender la mano alzada de un pasajero que impaciente lo espera en la esquina, y luego la rutina regresa al principio: saludo, confirmación de ruta, cobro y cambio. Todo se repite a cada minuto, a cada instante, que los pasajeros ignoran que a su destino los lleva alguien que en otro país sería considerado un héroe, pero que aquí pasa inadvertido para casi todos.

De toda su experiencia, Fermín asegura que su única duda es saber si algún día podría trabajar de nuevo en una mina de carbón; cuando lo piensa le gusta la idea, e imagina que al estar frente a la bocamina conocerá la verdad.

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