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Coahuila

‘Volvimos a nacer’

Roberto Ortiz
Por Roberto Ortiz - 19 septiembre, 2017 - 03:27 a.m.

El Ingeniero Francisco Miguel Varela y su esposa viajaron a la capital esa fatídica fecha y sin imaginarlo, presenciaron el peor terremoto en la historia de México

A 32 años del trágico terremoto que sacudió la Ciudad de México, muchas son las historias de pánico y terror que vivieron los sobrevivientes. La familia Varela es una de ellas, que por obra de la casualidad les tocó estar en el lugar y el momento menos indicado.

Don Francisco Miguel Varela, no lo olvida, fue testigo de la muerte de miles de personas que fallecieron aplastados por sus hogares. Escenas de devastación que han marcado su vida para siempre.

Aquel 19 de septiembre de 1985, la vida le dio una segunda oportunidad a esta familia monclovense. Francisco Miguel Varela, su esposa Martha Alicia Gámez y su pequeño hijo Paquito de solo un año, llegaron a la capital en autobús ya que tenían cita con un médico especialista.

A bordo de un taxi se dirigieron desde la Central Norte a la avenida Reforma, tenían pensado hospedarse en el hotel Pizza, pero el taxista les advirtió que recientemente había ocurrido un homicidio en el lugar, por eso decidieron trasladarse al hotel D´Carlo ubicado frente al monumento de la Revolución Mexicana.

Llegaron a las 7 de la mañana, luego de bajar su equipaje se registraron en el hotel que les asignó una habitación en el cuarto piso.

En el camino, el botones que los acompañaba les dijo: “Miren esa es la salid de emergencia, espero nunca la tengan que usar”.

Aseguró que esas palabras creen fueron de Dios, pues sin esa indicación no habrían podido salir de aquella devastación.

Apenas unos minutos después en punto de las 7:19 de la mañana, el temblor trepidatorio comenzó a sacudir el hotel. Pedazos de loza y concreto caían por todas partes y el único refugio eran los marcos de las puertas.

Posterior a ello, dijo solo tomaron a su bebé y salieron corriendo por la salida de emergencia mientras, los cuatro pisos superiores del edificio cayeron uno tras otro como fichas de dominó aplastando a todos a su paso.

De ahí gritos, angustia y una inmensa nube de tierra que no dejaba ver ni a un metro de distancia. El estruendo y los lamentos eran desgarradores.

“Fue una experiencia de terror, pero a la vez una segunda oportunidad de vida, todo pasó en unos minutos”, recuerda.

Ese mismo día pudieron conseguir boleto para su viaje de regreso a Monclova, mientras en el camino de regreso a la Central observaban una ciudad de grandes edificios completamente en ruinas, como si hubiera sido bombardeada.

A 32 años de distancia, no hay día que no agradezcan esa segunda oportunidad de vida"

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