Los hijos de Luz Hortensia desde niños se sienten orgullosos por su labor.
Por: Azucena Tenorio
FRONTERA COAHUILA.- En cada turno, en cada llamada de emergencia, Luz Hortensia Zapata Reyes ha librado una doble batalla: servir a su comunidad como policía municipal y ser el pilar de su familia. A sus 57 años y con 25 de ellos entregados al servicio público, "Lucha", como la llaman sus compañeros, reflexiona con orgullo sobre la vida que ha construido con coraje y vocación.
"Fue la necesidad lo que me impulsó a unirme a la corporación", recuerda. Divorciada y con tres hijos pequeños, encontró en la policía una oportunidad laboral, sin imaginar que con el tiempo se convertiría en su pasión.
"Al principio era algo desconocido para mí, pero después de unos meses me enamoré de esta labor", confiesa con una sonrisa serena, curtida por años de experiencia en las calles de Frontera.
Zapata Reyes ha enfrentado jornadas agotadoras, situaciones de riesgo y el desgaste emocional de quien trabaja en la primera línea de atención ciudadana. Pero entre esas dificultades florecieron también momentos de satisfacción que marcaron su vida personal y profesional.
"Mis hijos de pequeños estaban felices de que fuera policía. Les gustaba mucho y sentían el orgullo de que su mami estuviera ahí. Este trabajo nos ha dado muchas satisfacciones, como el salir adelante", comparte.
Ese orgullo familiar se convirtió en resultados tangibles: hoy, Roberto Carlos, Adriana Mireya y Lucía son un ingeniero civil, una abogada y una maestra, respectivamente. "Me siento muy orgullosa de mi trabajo, como de ellos", afirma con emoción contenida.
Aunque actualmente realiza funciones administrativas, el uniforme sigue siendo símbolo de compromiso. Para ella, servir es más que una función: es una forma de vida. Su siguiente meta no se detiene ahí: planea estudiar una licenciatura en el Instituto Superior de Estudios Superiores de Seguridad Pública en Ramos Arizpe, convencida de que la formación nunca termina.
El caso de Lucha Zapata es ejemplo de que el deber no está peleado con la maternidad, y que el amor por los hijos también puede expresarse desde una trinchera pública. En un país donde ser mujer policía implica romper barreras todos los días, su historia se levanta como testimonio de resiliencia y entrega.