Por: Alondra Chavira
CASTAÑOS COAH.-Eran las 11:30 de la mañana, la gente se aglomeraba sobre una viejecita que vendía tamales y champurrado sobre la calle Hidalgo, el aroma que recorría varios metros a la redonda y el frío viento de Castaños eran la perfecta combinación para convertir a los transeúntes en clientes efímeros.
Poco a poco la venta se fue acabando, cerca de 20 minutos ya habían pasado y aquella ancianita, vestida con un pantalón de vestir azul, zapatos grises adornados con un moño negro y un grueso abrigo decidió continuar con su camino.
De mirada triste pero firme y con sus manos fuertes pero marcadas por el tiempo Doña María Ester Méndez limón de 70 años levantó con fuerza aquella carretilla en que llevaba las hieleras con los artículos en venta.
“Una tiene que ponerse su gorra en la cabeza, no en el piso para que te den un peso”, mencionó Doña María Ester Méndez Limón.
A paso cansado decidió cambiar de lugar, en busca de más clientes y realizar la venta del día para poder llevar el sustento a su casa en la colonia Zapata, quien narró que con una sonrisa marcada en su rostro que lo que ella gana lo usa para apoyar a su nieto que estudia la carrera de enfermería.
“Ninguno de mis hijos quiso estudiar, pero mi nieto sí, es mi deber ver que el acabe su carrera y sea un hombre de bien”, comentó.
La abuela repetía con fuerte voz que uno tiene que ponerse su gorra en la cabeza, no en el piso para que te den un peso, pues mencionó que un día ofreció a un migrante trabajo arreando chivas y este dijo que no quería trabajar aquí, solo estaba de paso, una semana después lo volvió a ver en el crucero pidiendo para comer.
Mientras que servía al caliente champurrado Doña Estar contaba como preparaba los tamales de pollo y puerco, debía levantarse a las cuatro de la mañana para tener todo listo y salir temprano a vender por las calles.
Fue ahí cuando aprovechó para decir que hoy estaría en la noche vendiendo champurrado en la “gasolinera del barrio”.