Breve relato de algunas de las anécdotas positivas de Juárez.
Por: Yolo Camotes
Benito Juárez, Presidente de México del 15 de enero de 1858, hasta el día de su muerte el 18 de julio de 1872, fue una figura de contrastes.
Su vida y obra ha sido reverenciada y laureada por todas las administraciones federales, en especial después de la Revolución Mexicana.
Los historiadores oficiales se han encargado de crear sobre su imagen, un halo de divinidad y grandeza sublime.
Por otro lado, sus detractores lo dibujan como un dictador al que le bastó llegar a la presidencia para violar la Constitución que él mismo había promulgado, manteniéndose en el poder y llegando al extremo de encarcelar a su legítimo sucesor, alegando que estaba “mal de la cabeza” y autonombrándose presidente por tiempo indeterminado.
Algunos más en su tiempo le llamaron el mejor deportista de México, por su capacidad de correr rápidamente, lejos de los campos de batalla y huyendo hacia la frontera norte buscando el cobijo de los Estados Unidos.
Anteriormente les he compartido información polémica de la gestión de Juárez, pero hoy en apego a la imparcialidad, les hablaré de una anécdota positiva de la personalidad del Presidente Juárez.
Nacido el 21 de marzo de 1806, en San Pablo Guelatao, Oaxaca, población que en aquel entonces contaba solo con 20 familias.
A la edad de tres años quedó huérfano, por lo que pasó al cuidado de un tío suyo que tenía un rebaño de ovejas y de las cuales Juárez fue pastor.
La historia oficial nos dice que, al perder una oveja, tuvo que huir a la ciudad de Oaxaca, y aunque esta parte de su vida suene bella y hasta valiente, este episodio se creó para romantizar su niñez.
La realidad es que sería su mismo tío quien lo enviaría a la ciudad de Oaxaca con su hermana que laboraba para una gran familia pudiente de aquella localidad.
En ese hogar conocería a su futura esposa Margarita Masa y estudiaría bajo la tutela del Monje Franciscano Antonio Salanueva quien sería la fuerza que lo empujaría hasta alcanzar su vida profesional. Años más tarde, Juárez reconocería públicamente al franciscano como su padrino.
La anécdota que les voy a relatar ocurrió en el año de 1855 cuando Juárez ya había alcanzado la gubernatura del Estado de Oaxaca y además era director del hoy desaparecido Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca Licenciado Manuel Dublán Fernández.
Con motivo de la terminación de cursos, los estudiantes más entusiastas, obsequiaron al señor Dublán un baile que se llevó a cabo en la casa de este.
Un baile donde por supuesto el señor Gobernador Juárez fue invitado, mismo que acudiría acompañado de una de sus hijas.
Durante el baile, un estudiante que vestía ropas sencillas y físicamente no era muy agraciado, invitó a bailar a la hija de Juárez.
La joven, con la falta de tacto, experiencia e inmadurez de la edad, no aceptó. Básicamente “lo mandó al cuerno” por no ser guapo o adinerado, poniendo como excusa una indisposición, que sentía agotada y que le dolía un poco la cabeza.
El estudiante con el corazón y la dignidad rotas, aceptó su excusa y se retiró amablemente con una triste sonrisa.
Lo que ambos, es decir el joven y la hija de Juárez no sabían, es que el benemérito con ojos de águila había observado esta escena.
Casi enseguida, otro caballero de aquella época, alto, apuesto, de cabello rubio rizado y ojos de color verde, invitó a la misma joven a gozar de los placeres del baile.
La joven con una gran sonrisa aceptó, pero su padre Juárez se acercó lentamente y dirigiéndose al joven le suplicó: “Caballero, por favor dispense a mi hija, se siente indispuesta, le duele un poco la cabeza y se siente cansada y por ello no puede bailar en este momento”.
El caballero respetuosamente hizo una pequeña reverencia y se retiró sin comprender el porqué de aquello.
La hija de Juárez visiblemente molesta y asombrada, le reclamó a su padre haberle “espantado” al joven caballero galante.
Su padre respondió: “Hija, no eres tonta, ni estás indispuesta, no bailaste con el estudiante pobre y desconocido porque creíste que te rebajarías a ti misma, pero se te olvida que si yo no me hubiera esforzado en mi trabajo, no hubiera conquistado el puesto que tengo, entonces, estoy seguro que para ti hubiese sido un honor, que el mismo estudiante que rechazaste, te dirigiera la palabra. Permíteme decirte hija, que yo fui aún mucho menos que ese joven del cual no sabemos lo que podrá ser en él en el futuro, tú debes ser amable y atenta, porque no vales más que él”.
La chica se quedó muda y llena de vergüenza, se dice que aquel estudiante desairado era un muchacho cortés y amable con todos a pesar de venir en un estrato social humilde.
El joven se había retirado a un balcón solitario de la casa donde contemplaba la calle, ahí, inmerso en sus pensamientos, repentinamente sintió una mano en el hombro, cuando volteó, se sorprendió mucho, pues era el mismo Juárez el cual le dijo: “Amigo, sé que mi hija te mandó al cuerno contándote un cuento chino de que se sentía mal, no se agüite, hay más peces en el mar”, bueno en realidad no le dijo exactamente eso, le dijo así: “Amiguito, mi hija le dijo que no podía bailar con usted porque se sentía enferma, pero ahora ya está repuesta y me encarga que le diga a usted que le haga el honor y el favor de acompañarla”.
De esa manera, esa noche bailó el estudiante de bajo estrato social con la hija del futuro Benemérito de las Américas.
Este joven, por cierto, se convertiría en un notable abogado, escritor y político mexicano, el cual sería, décadas más tarde, rector de la Escuela Libre de Derecho, así como también Gobernador del Estado de Chiapas.
Se cumplió indirectamente lo que Juárez vaticinó: “No sabemos que podrá ser de él en el futuro”.
Se ha descrito la personalidad de Juárez como reservada, modesta, rígida y estricta, en otras ocasiones con aires de grandeza y narcisismo.
Todo esto provocaba que Juárez fuera criticado constantemente por sus detractores.
En su vida privada fue una persona amorosa con sus hijos y en especial con su esposa, en el ámbito público fue un hombre solemne y estoico, al que no le gustaba negociar, excepto lo que más podría convenirle a su causa.
En lo político, si lo analizamos de cerca, no siempre salió bien parado, pues todas las reformas que inició, no fueron obra propia, sino inspiradas, por no decir dictadas, por la agrupación política extranjera a la que pertenecía.
Este apunte no es para hablar de su gobierno, sino de Juárez como persona.
Juárez fue ante todo un hombre con sueños, ambiciones, flaquezas y fortalezas, un ser humano que tuvo cosas buenas y loables, así como cosas malas y despreciables.
En este relato podemos ver uno de esos aspectos positivos, un destello de luz del benemérito.