Un gesto de solidaridad marcó la diferencia para Francisco Javier González Castillo, un hombre de 50 años con discapacidad que enfrentaba una situación desesperada cuando su andadera dejó de funcionar mientras caminaba por la calle.
Por: Carolina Salomón
Un gesto de solidaridad marcó la diferencia para Francisco Javier González Castillo, un hombre de 50 años con discapacidad que enfrentaba una situación desesperada cuando su andadera —su única herramienta para movilizarse— dejó de funcionar mientras caminaba por la calle.
Francisco, quien padece Parkinson y vive con múltiples carencias, se vio imposibilitado para avanzar al quedar averiada la estructura de su andadera. Visiblemente alterado, comentó que la herramienta había sido dañada durante una discusión familiar: "Fue mi hermano el que casi me la destruyó", compartió.
El momento se tornaba angustiante, pues sin apoyo, Francisco no podía continuar su camino. Fue entonces que apareció la bondad de un hombre identificado como "El Chato" Cárdenas, quien, al percatarse de la situación, no dudó en detenerse.
Con ayuda de un joven desconocido, ambos improvisaron una reparación con unas pinzas, logrando ajustar la agarradera de la andadera para que Francisco pudiera seguir adelante.
"Chato" hizo lo que estuvo en sus manos, demostrando que la empatía y la solidaridad pueden nacer de los gestos más simples y espontáneos.
De Francisco se sabe que vive en la colonia Chinameca y ha tenido una vida complicada, marcada por problemas de adicción y episodios de delirio. Actualmente, sobrevive vendiendo dulces en las calles. Sin embargo, como lo demuestra esta historia, el pasado de una persona no debe ser un obstáculo para recibir ayuda.
Este hecho es un recordatorio de que los actos de humanidad pueden surgir en cualquier esquina y cambiar, aunque sea por un momento, la vida de alguien que lucha a diario contra el olvido y la indiferencia.