Hilda N se enfrenta a un sistema legal injusto tras ser acusada de robo en un hotel.
Por: Mónica Meza
Con los ojos inundados de lágrimas y el corazón aún tembloroso, Hilda N salió este miércoles por la mañana de la Unidad de Medidas Cautelares con un brazalete electrónico en el tobillo... pero también con el alma marcada por una semana que le pareció una eternidad en prisión.
La historia de Hilda ha tocado las fibras más sensibles de quienes la escuchan. Una mujer trabajadora, afanadora de un hotel en esta ciudad, fue enviada al penal de Piedras Negras, acusada de haber participado en el robo de 1.5 millones de pesos, dinero que desapareció de la maleta de un huésped que se hospedó en el mismo lugar donde ella labora.
"Nunca en mi vida he robado nada... ¿por qué me pasó esto a mí?", se pregunta con la voz quebrada.
Clarisa N, su compañera de trabajo y también imputada, logró evitar la cárcel con un amparo. A ella le colocaron un brazalete desde el inicio. Pero Hilda no tuvo la misma suerte. Fue vinculada a proceso y encerrada, sin entender siquiera qué delito le imputaban. No conocía al denunciante, ni sabía qué había pasado. Solo supo que la señalaban. Y eso bastó para perderlo todo... al menos por una semana.
UNA CELDA, DIEZ MUJERES Y NINGUNA VENTANA.
"Estuve encerrada con más de 10 personas. Sin ventanas, sin ventiladores... sin saber ni qué día era. Dormíamos apretadas. Para bañarme me daban un bote de 10 litros de agua. No salíamos. Solo nos dejaban estirar las piernas una hora", relata, entre sollozos, Hilda. No fue maltratada, asegura, pero las condiciones eran inhumanas.
A su lado, su esposo Miguel, ella no podía hablar. La abrazó con fuerza al salir de la unidad y señaló, "Ha sido muy difícil... muy duro para ella y para todos nosotros. Bajó mucho de peso, perdió el apetito. No ha sido solo el daño físico", comentó y es que ha sido mucho el dolor emocional, la impotencia, el miedo.
UNA INJUSTICIA QUE NO TERMINA
Aunque ya está en casa, Hilda no es libre del todo. Lleva el brazalete electrónico como medida cautelar y tiene que respetar estrictas condiciones: no acercarse al hotel, a su compañera Clarisa, ni a la víctima. La siguiente audiencia será dentro de cuatro meses. Cuatro meses más de incertidumbre, de espera, de lucha.
El proceso continúa y la familia de Hilda piensa en tramitar un amparo como su compañera. El costo del brazalete es alto de 8 mil 500 pesos, pero ha recibido el apoyo económico del activista Alfonso Almaraz, y de personas que, sin conocerla, se han solidarizado con su causa.
"Estoy muy agradecida con todos. A quienes marcharon, a quienes ayudaron, a los abogados... Yo ni siquiera sabía que allá afuera había tanta gente ayudándome. Solo me enteraba en las audiencias", dice, sin poder contener el llanto.
UN REGRESO LLENO DE SILENCIO Y DOLOR
Al salir del penal, lo único que deseaba era llegar a su casa y dormir. Dormir en su cama, sentir el calor de su hogar, abrazar a los suyos. El hotel donde trabajaba sigue pagándole su sueldo. El dueño le ha dicho que cuenta con su apoyo. Pero el daño ya está hecho.
Hilda no recuerda haber visto nada extraño el día en que ocurrió el presunto robo. Dice que apenas entró 30 segundos a la habitación, que ya había sido desalojada. Que no vio dinero, ni maletas, ni sospechas. Solo cumplía con su trabajo. Como siempre.
"QUIERO QUE ESTO ACABE"
La voz de Hilda se quiebra nuevamente. Ya no puede seguir hablando. La envuelven las lágrimas. Su mirada perdida habla más que sus palabras. Solo espera justicia. Solo quiere que esto termine.
Una mujer inocente que vivió el infierno. Una historia que nos recuerda que no hay peor cárcel que ser acusado sin pruebas. Y que detrás de cada proceso penal hay una vida, una familia, un corazón herido... que también merece ser escuchado.