Por: Yolo Camotes
A lo largo de la historia, existen muchos casos donde el amor florece en medio de la adversidad, incluso en medio de las guerras.
Hoy les quiero hablar de un caso de amor durante la época más “helada” de la llamada “guerra fría” en México, me refiero al año 1970, cuando nuestro país fue escenario de un juego de espionaje y contra espionaje entre soviéticos, estadounidenses, cubanos, ingleses y franceses.
En este escenario ocurrió una historia de amor que provocó que una espía rusa desertara de su país generando un conflicto diplomático, todo por el amor de un mexicano.
Quizás el nombre de Raya Kiselnikova no les diga mucho, pero su nombre aparece en la lista de desertores de la extinta KGB, conocida agencia de inteligencia de espionaje Soviética.
Ella trabajaba en la embajada Rusa en México en el año de 1970, pero conoció a un Mexicano que la hizo renunciar a su trabajo y a su país, desencadenando un extrañamiento entre el gobierno mexicano y el soviético.
Recordar que en esa época de la llamada “guerra fría”, las más altas esferas del gobierno mexicano trabajaban de la mano con la Agencia Central de Inteligencia estadounidense, mejor conocida como la CIA por sus siglas en inglés.
En el periodo, México era un territorio estratégico dentro del espionaje entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
La CIA norteamericana mantenía aquí una de sus más grandes oficinas, y la Unión Soviética utilizaba la embajada como un centro de operación de los agentes de la KGB encubiertos como diplomáticos.
Por instrucción del Gobierno Soviético, la joven Raya Kiselnikova fue enviada a México como traductora asignada a la oficina comercial de la embajada.
Llegó al país el 4 de julio de 1968, su arribo coincidiría con el inicio del movimiento estudiantil y una fuerte campaña anticomunista promovida por el gobierno del entonces Presidente Gustavo Díaz Ordaz.
Raya tenía 32 años, era viuda, su esposo había sido un científico nuclear soviético, no tenía hijos y hablaba cuatro idiomas de manera muy fluida, además de ser una excelente secretaria originaria de Moscú.
Provenía de una familia que había sido enviada a los campos de concentración para ciudadanos soviéticos durante el régimen de Stalin, debido a que habían expresado alguna clase de descontento con el socialismo.
Ella y su familia, serían acusados de ser ante comunistas y anti izquierdistas, siendo puestos en libertad algunos años después; y aunque había sido “rehabilitada” por el Gobierno Soviético, conservaba cierto rencor hacia su país.
Como medida de seguridad, al llegar a México, la embajada le retiró su pasaporte y documentos personales para que no pudiera huir a otro país.
En su trabajo dentro de la embajada Raya Kiselnikova, tenía prohibido relacionarse con personas de otras nacionalidades, pero eso no impidió que la joven saliera a visitar sitios de interés cultural de México, como lugares arqueológicos, museos, galerías, etcétera.
Fue en una de sus visitas a uno de los museos del país donde conoció un joven mexicano de nombre Francisco Lurueña, quien al verla quedó inmediatamente prendado de su belleza y elegancia.
Sin tapujos, se acercó a hablar con ella, la química entre ambos fue inmediata, ella quedó encantada de Paco que se fueron juntos un fin de semana a Cuernavaca, Morelos el sábado 13 de diciembre de 1969.
Raya y Paco estuvieron juntos todo el día, y ya no tuvo tiempo de regresar a la Ciudad de México, por lo que Raya decidió quedarse en Cuernavaca toda la noche.
Como no se reportó en la embajada, algo que era obligatorio para todo el personal de la misma, cuando regresó a la Ciudad de México, de inmediato fue sometida a un intenso interrogatorio para que revelara con quién había pasado la noche.
La joven visiblemente ofendida pues no sólo se le acusaba de ser una espía, sino además de una mujer sin moral, se negó a responder las preguntas de Oleg Netchiporenko, segundo secretario consular, a quien la Dirección Federal de Seguridad de México lo tenía ya identificado como un agente encubierto de la KGB.
A las insistentes preguntas, la joven traductora respondía con la misma negativa: “No te lo voy a decir”, lo que generó gran preocupación en el agente de la KGB, ya que era habitual que la CIA norteamericana infiltrara a sus agentes orillándolos a cambiarse de bando.
Raya se negó rotundamente a decir dónde y con quién había estado. Sabía que podía ser enviada de regreso a la Unión Soviética o incluso ser acusada de espionaje, por lo que inventó la excusa de que había dormido con un colega de la embajada que no quería comprometer.
Pero como no quería revelar quién era esa persona, entonces en apariencia todo quedó ahí, como un mero incidente. A sus espaldas se determinó enviarla forzosamente de regreso al “paraíso” comunista, eso sí de manera discreta para no despertar sospechas de los motivos reales de su salida.
Dos meses después y sin que ella se diera cuenta, en febrero de 1970, todo estaba previsto para que Raya volviera la Unión Soviética, para ello se aprovecharía la visita a México de la selección Soviética de fútbol, la cual jugaría un partido amistoso con la selección nacional Azteca con miras al mundial de México 1970.
Después del partido la embarcarían en el avión con el equipo de su país rumbo a Alemania oriental con el pretexto de que ella serviría de traductora.
Desde Moscú llegó la autorización para su traslado a la Unión Soviética donde se informó que sería puesta bajo resguardo de la KGB tan pronto arribar al país, pero el destino estaba a favor de Raya.
Ese telegrama por error, fue enviado a la sección comercial de la embajada donde Raya laboraba y fue puesto en su escritorio, ella al leerlo, se dio cuenta lo que le iba a suceder y buscó a Paco para que le ayudara a huir del departamento ubicado muy cerca de la embajada Soviética en la Ciudad de México.
Una noche con la ayuda de Paco, Raya pudo evadir la estricta vigilancia y acudió a refugiarse a la Secretaría de Gobernación de México para pedir asilo político.
Horas más tarde llegaría Oleg Netchiporenko, con otros dos agentes soviéticos para denunciar el supuesto secuestro de Raya por parte del mexicano, sólo para encontrarla rodeada por personal de la Dirección Federal de Seguridad.
Netchiporenko quiso razonar con Rayak que lloraba inconsolablemente, asegurándole que no tenía nada que temer y que ese telegrama era un mensaje de rutina y que así se escribían todos los que venían de la KGB, que parecían amenazantes, pero en realidad no eran así.
Raya estaba empezando a creer las palabras de Netchiporenko, repentinamente vio llegar a un oficial de inteligencia militar, el cual sólo se aparecía cuando había que “desaparecer” a personas incómodas, lo que provocó que se asustará y comenzará a gritar.
En ese instante que los agentes del Departamento Federal de Seguridad de México le dijeron a los soviéticos que la entrevista había terminado y de acuerdo a los registros Raya recibió protección oficial.
Después Raya declaró ante las autoridades mexicanas que los funcionarios soviéticos la habían presionado para que dijera con quién había salido fuera de la ciudad, sospechando que por sus antecedentes políticos hubiera proporcionado alguna información indebida.
Estos testimonios se encuentran en el expediente del caso que guarda el Archivo General de la Nación, en la galería número 1.
El 4 de marzo de 1970, Raya aparecería ante los medios en el Hotel Vistahermosa de la Ciudad de México, en su conferencia de prensa, aseguraba que no podía soportar más vivir bajo el régimen soviético y denunció que Netchiporenko la tenía bajo constante vigilancia.
Las autoridades mexicanas trasladaron a Raya a las agencias de inteligencia estadounidenses donde se convirtió un informante de ellas y les explicaría sobre las actividades de la KGB en México, a cambio de ello, la trasladaría de Acapulco donde le conseguirían un empleo como secretaria en un lujoso hotel.
Aunque a ciencia cierta Raya no sabía mucho del espionaje ya que trabajaba en la oficina comercial, sí conocía los nombres de quienes trabajaban en la embajada como agentes encubiertos de la KGB.
El principal uso que le dio la CIA a la información proporcionada de Raya, fue hacerla pública para avergonzar y hostigar al gobierno de la Unión Soviética.
La CIA había intentado reclutar a Netchiporenko muchos años atrás sin éxito, así que como este no se dejaba reclutar, la agencia de inteligencia estadounidense usó la deserción de Raya para darle amplia difusión que Netchiporenko era un oficial de la KGB, además de acusarlo de ser un instigador en las revueltas estudiantiles de México en 1968.
La versión de la CIA sobre Netchiporenko llegaría a oídos del gobierno mexicano quien se enteraría además que el soviético reclutaba jóvenes mexicanos que simpatizaron con movimientos de izquierda para formarlos en la Universidad Patricio Lumumba en Moscú.
Además, alentaba la organización de grupos guerrilleros que operarían en México en los años setentas; entre sus reclutados por ejemplo se encontraba Daniel de la Pedraja Muñoz, quien era funcionario de la Secretaria de Relaciones Exteriores y el cual se había desempeñado como embajador de México en China, en Cuba, ante la ONU y España.
El gobierno mexicano desde hacía ya varios años, quería deshacerse de Netchiporenko y el incidente de Raya sería una “rayita más al tigre”, pero lo que terminó por desencadenar un escándalo diplomático fue en noviembre en 1970, cuando Netchiporenko irrumpió en la casa de una mexicana de nombre Cristina Aguirre Martínez, novia de un asilado soviético que la KGB buscaba en México.
Cristina se dio cuenta del allanamiento a su casa y denunció al funcionario Soviético ante la Secretaría de Gobernación; la reacción del gobierno del presidente de Luis Echeverría, (por cierto agente encubierto de la CIA), fue declarar personas non gratas a cinco diplomáticos soviéticos, entre ellos a Netchiporenko, así como también el encargado de negocios de la delegación.
La Dirección Federal de Seguridad acusó formalmente a Netchiporenko de haber alentado desde la embajada soviética la formación de grupos guerrilleros de izquierda, en especial el conocido como Movimiento de Acción Revolucionaria MAR y al llamado Movimiento 23 de Septiembre.
Se les escoltó al aeropuerto de la Ciudad de México donde abordaron un avión rumbo Alemania oriental el 21 de marzo de 1971.
Así se puso fin a este escándalo diplomático de espionaje y contraespionaje, intrigas, sobornos, acusaciones, expulsiones etcétera, que detonó por el amor de una dama a la que no se le permitió relacionarse con un mexicano.