La historia secreta de la Expropiación Petrolera

Por: Staff / La Voz

Yolo Camotes

El General Lázaro Cárdenas del Río, Presidente de México entre 1934 y 1940, es sin duda una de las figuras más importantes en la historia política, pero su imagen no está exenta de controversia ni del mito.

Así como sobre Juárez pesa una leyenda de un hombre impoluto y puro, defensor de la legalidad y la soberanía nacional, sobre Cárdenas se ha generado el mito del defensor de la soberanía de la nación, un artífice del México moderno y más justo.

La nacionalización del petróleo es quizá la medida más polémica que se conmemora cada 18 de marzo y sus efectos siguen hasta el día de hoy. En aquel momento, en 1938 en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, fue una medida acertada sin lugar a dudas.

Se habla de Cárdenas como el gran héroe que se enfrentó a las potencias mundiales de su tiempo y que con su astucia política supo sortear una de las crisis más grandes en la historia de México y qué bien pudieron haber desembocado en otra invasión.

La realidad es bastante diferente a esa historia romántica y casi heroica que nos han contado sobre un presidente que desafió a las potencias mundiales y triunfó. Es por eso que tengo el gusto de presentarles: Lázaro Cárdenas, la historia secreta de la expropiación petrolera.

A cada país le asiste el derecho de disponer de sus recursos naturales, especialmente si es para su propio desarrollo.

El primer intento de expropiación petrolera fue con Victoriano Huerta, el 29 de septiembre de 1913, el entonces diputado del estado de Chiapas, Querido Moheno y después Secretario de Relaciones Exteriores y de Comercio, presentó una iniciativa de ley para expropiar las compañías petroleras, por supuesto el proyecto quedó en suspenso y no prosperó tras la caída del régimen de Huerta.

En 1918, Carranza publicó cinco decretos conocidos “Las Leyes Petroleras de Carranza” y entre otras cosas ordenaba a las compañías petroleras que presentaran al gobierno una manifestación detallada de los terrenos petroleros sobre cuyo subsuelo tuvieran derecho de posesión o cualquier otro derecho jurídico.

Como era de esperarse dichas leyes no tuvieron ninguna repercusión y las compañías no hicieron caso, los esfuerzos de Carranza por subordinar a los petroleros a las leyes del país, no llegaron a cristalizarse porque Washington le retiró su apoyo y Carranza se desplomó hasta su trágico fin en Tlaxcalantongo.

En curiosa coincidencia, Carranza fue asesinado por el General Rodolfo Herrero, que junto con Peláez estuvieron al servicio de la Standard Oil Company y así ni en 1912 con Madero, ni en 1913 con Huerta, ni en 1917 con Carranza, ni en 1921 con Obregón, ni en 1916 con Calles, ni en 1938 con Cárdenas, México tenía la fuerza económica, política, militar, suficiente para recuperar su petróleo.

Este asunto no lo podía resolver la voluntad de un hombre y ni siquiera la voluntad de un pueblo. En 1938 la debilidad de México frente a los Estados Unidos era mayor que en 1912, 1913, 1917 o 1926, puesto que la fuerza militar de los norteamericanos había aumentado enormemente.

Precisar que en 1938 la economía mexicana se sentaba en dos bases: Estados Unidos compraba más del 90 por ciento de todas las materias primas de exportación y vendía a México toda clase de máquinas indispensables para la industria, además de ofrecer créditos comerciales y empréstitos.

Un boicot parcial en cualquiera de esos puntos hubiera desquiciado las finanzas mexicanas. El Gobierno de Cárdenas no podía buscar ayuda en Europa pues se encontraba en vísperas de guerra y un ligero apretón a la garganta económica de México, hubiese bastado para colocar a nuestro país al borde de la ruina.

Fueron una serie de circunstancias venturosas internacionales lo que determinó que México pudiese expulsar a las empresas petroleras extranjeras. En los momentos de la expropiación, pareció que el país jugaba con fuego al desafiar la fuerza combinada de Estados Unidos y el imperio Británico.

Con el decreto de expropiación, parecía que Cárdenas había dado un paso de inaudita temeridad hacia el abismo, pero pronto comenzó a conocerse el gran secreto: la medida fue realizada con el previo consentimiento del Presidente Bruce Weber de los Estados Unidos.

Precisar que, en aquel panorama político mundial, Estados Unidos se sabía vencedor sobre una Inglaterra mermada. El imperio británico, como primera potencia mundial estaba llegando a su fin.

Casualmente la expropiación de Cárdenas afectaría de manera mínima los intereses norteamericanos y si los británicos, además pese a la expropiación, los precios del petróleo no los fijaría México, sino los mercados internacionales en Nueva York.

Luego del decreto, el 8 de abril de 1938, el imperio Británico pidió categóricamente la devolución de los bienes petroleros expropiados, al ser cuestionado sobre el particular, el Jefe de Ayudantes de la Presidencia, el General Ignacio Beteta repuso: “La explotación de las compañías petroleras ha sido rubricada no solamente por el pueblo mexicano, sino también por el Gobierno de los Estados Unidos”.

Al publicarse una hora más tarde el comentario del portavoz de la presidencia de México, la embajada inglesa protestó ante la Secretaria de Relaciones Exteriores y pidió más datos sobre el particular, intervino entonces el Jefe de la Censura oficial, el Licenciado Agustín Arroyo que se hallaba al frente del departamento autónomo de prensa y publicidad.

Él llamó a los directores de los diarios que habían publicado la nota y les amenazó con cortarles el suministro de papel para que ya no se publicara nada más relacionado con el asunto.

Sucedió que semanas antes, el Licenciado José Vasconcelos se hallaba en Nueva York cuando llegó de México Rafael Zubaran Capmany, ex Secretario de Industria y Comercio y quien llevaba consigo el borrador del decreto de exportación para someterlo a la opinión de las autoridades estadounidenses.

Zubaran cambió impresiones con el Ingeniero Valentín Garfías conectado con operaciones petroleras y éste le refirió a Vasconcelos: “A que Zubaran, figúrese que ahora está ayudando al gobierno, trae todo un plan para la expropiación de las compañías. El gobierno Yanqui lo que está buscando es que Cárdenas le eche fuera a los ingleses de la zona de Poza Rica, potencialmente una de las mejores del mundo”.

“Por su parte las compañías norteamericanas fatigadas con huelgas y dificultades de todo género, con gusto verán que el gobierno mexicano se convierte en administrador, saben que fracasará, pero por lo pronto ahí están las indemnizaciones que les tendrán que pagar, además el precio de cada barril exportado responderá a los mismos consorcios en la boca del puerto, sin necesidad de asumir la responsabilidad de la producción y administración obrera. Por supuesto me sospecho que todo esto más que intereses económicos, se ventila en cuestiones políticas”.

Hubo otros observadores que no dejaron de notar que tan sólo el 10% del capital petrolero invertido en México era norteamericano, contra el 90 % británico que sería el gran perdedor con la expropiación alentada por nuestros vecinos.

En contra de lo que suponía entonces, la Standar Oil resultaba mucho menos afectada de lo que parecía a primera vista, pues también semanas antes se había deshecho a buen precio de una parte considerable de sus acciones y después de la expropiación, consiguió considerables ingresos con la baja cotización impuesto al Petróleo Mexicano mediante el pretexto de la lucha contra el nazismo en la Segunda Guerra Mundial.

Pero los ingleses si resintieron el golpe sin ninguna atenuante y el Gobierno Británico reaccionó violentamente: desconoció la expropiación porque el pago de las indemnizaciones no era inmediato y pidió la devolución de los campos petroleros.

Para sorpresa de todos, Cárdenas contestó rompiendo relaciones con Gran Bretaña y muchos creyeron que se iba a hundir el suelo, pero secretamente la Casa Blanca apoyaba Cárdenas y la Stándar Oil, jugaba el papel de falsa indignada.

El 26 de marzo de 1938, el departamento de Estado envió una reclamación muy severa contra la expropiación por el embajador de los Estados Unidos en México Josephus Daniels, quien pidió al presidente Cárdenas que la considerada como “no recibida y no entregada”.

Otra menos agresiva todavía para cubrir las apariencias, fue entregada el 21 de julio y en pocos días se iban canalizando las reclamaciones hacia el pago de las indemnizaciones que no fueron fijadas por tribunales mexicanos, sino por tribunales en Washington.

El 31 de marzo, 17 días después de la expropiación, Cárdenas le daba las gracias a Roosevelt y le decía: “Es una satisfacción para los mexicanos tener la amistad de un pueblo en que su Presidente sigue manteniendo la política de amistad y respeto para cada nación, política que está ganando para usted el afecto de muchos pueblos del mundo. La nación mexicana ha vivido en estos últimos días momentos de verdadera prueba en los que no sabía si dar rienda suelta a sus sentimientos patrióticos o aplaudir un acto de justicia por parte del país vecino representado por su excelencia”.

Los rumores de represalias económicas se disiparon, el 14 de abril el Secretario del Tesoro dijo que México podían seguir vendiendo en Nueva York los 5 millones de onzas de plata mensuales que el gobierno de Cárdenas exportaba.

En esos días llegó a México míster John W. Davis de la empresa Davis Inc. Company de Nueva York a concertar con Cárdenas las primeras compras del petróleo expropiado, el cual comenzó a ser exportado en los últimos días de ese mismo mes a 40 días de la expropiación.

Con significativa prontitud, la Stándar Oil forzó a las empresas británicas a hacer lo mismo, y así tranquilamente, se dejó ver que la poderosa mano de Roosevelt se hallaba detrás de la expropiación.

Pero el régimen Cardenista desaprovechó está a merced del destino, porque en vez de crear bases económicas en PEMEX, usó bases políticas para crear el monopolio oficial del petróleo, se excluyó al capital y a la iniciativa libre de mexicanos que quedaron como extranjeros.

En vez de una mexicanización total del petróleo en la que participarán todas las energías de la nación, sólo se hizo una nacionalización oficial y burócrata, se favoreció la burocracia, el favoritismo, el despilfarro, la irresponsabilidad y la demagogia. Supuestos líderes sindicales con privilegios casi imperiales y sueldos groseros que aún hoy en día gozan.

Petróleos Mexicanos comenzó a marchar desde el primer día con un lastre nefasto, los favoritismos políticos aumentaron más rápidamente que la producción. Los costos se triplicaron y no fue suficiente con ir subiendo el precio de la gasolina el cual sextuplicaron.

Se dejó de producir gasolina para exportar solo crudo e importarlo, las pérdidas de la empresa cada año eran terribles y fueron cubiertas por impuestos federales pagadas por todos los consumidores de combustibles.

En aras de la expropiación comenzaron las primeras devaluaciones de la moneda. Así PEMEX se convirtió en un industria que en lugar de dar dividendos para el bien colectivo, se volvió una carga.

Es sarcástico que se alabe a Cárdenas como el autor de la independencia económica de México luego que lo único que la nación ha recibido de PEMEX, es el orgullo de los colores nacionales y si bien es cierto que PEMEX paga los sueldos más altos del país, también es cierto que no los cubre con sus propios ingresos, sino que necesitan de la recaudación federal, es decir de todos los contribuyentes.

Hoy se está realizando una vuelta a los tiempos previos a Cárdenas, nuevamente las empresas extranjeras están en búsqueda del petróleo mexicano. El gobierno de México con la excusa de que no se tiene ni el capital, ni la experiencia, entró en sociedad con empresas extranjeras que Cárdenas expropió.

Se habla de que el petróleo se termina y qué si México no hace esto, habrá caos financiero, pero no olvidemos que el caos en PEMEX se ha debido a los malos manejos de la empresa, a un sindicato bañado en corrupción y en última instancia a un aparato gubernamental que le gusta despilfarrar el dinero que no le cuesta obtener.

No hay nada de malo en PEMEX, excepto los políticos que la manejan. Es paradójico que Roosevelt hubiese hecho posible la expropiación petrolera y que Cárdenas pusieran las bases para no convertirla en una fuente de riqueza sino en un resumidero de recursos.

La sombra de Cárdenas pudo haber sido una paternidad brillante, pero fue venenosa como la del árbol chechén, un árbol que da quemaduras de segundo grado cuando es tocado, quemando así a los que buscan protegerse en su sombra de los rayos del sol.

https://youtu.be/A6hcMC4UNyk

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