Conozca usted en esta investigación, un poco sobre Marcos Cipac de Aquino, el llamado autor de la pintura de la Virgen de Guadalupe.
Por: Yolo Camotes
La virgen de Guadalupe es uno de los iconos más importantes de México, incluso del mundo entero.
Por su santuario antes de la emergencia sanitaria, pasaban millones de personas cada año para rendir tributo a la “Morenita” o solicitar algún favor.
Según cuenta la tradición, la mañana del 9 de diciembre de 1531, la virgen se presentó ante Juan Diego, un indígena oriundo de Cuautitlán, en el cerro del Tepeyac.
Esta sería la primera de cuatro apariciones milagrosas y el inicio de la cristianización de los indígenas ocurrida en los primeros años del México virreinal.
Según esta misma creencia, en su última aparición, la virgen le solicitaría Juan Diego que se presentará ante Fray Juan de Zumárraga primer Obispo de México.
La virgen le indicó al indígena Juan Diego, que recogiera unas flores que milagrosamente se dieron en el cerro del Tepeyac, cuando éstas estaban fuera de época.
Y así lo hizo Juan Diego, cargando las flores en su ayate, cuando estuvo frente al obispo desplegó y al caer se dejó ver la imagen de la virgen morena y con rasgos indígenas frente al obispo.
El religioso la reconocería la aparición como verdadera; y el documento donde se relata este acontecimiento se llama “Nican mopohua” que significa: “Aquí se relata”, el cual fue escrito en náhuatl en 1556 por Antonio Valeriano y publicado hasta 1649 por Luís Lazo de la Vega.
Se hicieron varios escritos de este documento, todos se perdieron en el tiempo, afortunadamente uno sobrevivió, el más antiguo, que consta de 36 páginas y actualmente se encuentra en la biblioteca pública de Nueva York.
También hay otra historia, no tan milagrosa y que ha enfrentado por mucho tiempo a creyentes y no creyentes y la cual es del mismo origen de la milagrosa imagen.
Hoy quiero relatarles: “La historia incómoda del Ayate de la virgen de Guadalupe”.
Decirles que las imágenes fueron el principal instrumento evangelizador para cristianizar a los indígenas de américa.
La virgen de Guadalupe llegaría a ser la más importante.
Una crónica que data del año de 1723, señala que para ese entonces, no había casa de noble, plebeyo, español o indígena, en la que no hubiera una imagen de la morena.
La virgen de Guadalupe quedaría representada tal y como se supone apareció estampada en el ayate de Juan Diego, sobre un cúmulo de nubes, con corona y rodeada de rayos solares.
La figura de la virgen, está vestida con una túnica rosa, así como un manto azul, los cuales le cubren la cabeza, además está decorado con estrellas. Se apoya sobre la luna en cuarto creciente, sostenida por un ángel con las alas de color azul, amarillo y rojo. Su rasgo más característico es la piel morena, como la de los indígenas del mundo prehispánico.
Para los devotos de la aparición, la imagen es producto de un milagro, pero también hay otra parte de la historia que afirma todo lo contrario.
Argumentan que la autoría de la pintura de la virgen, no fue obra de la divinidad, sino de manos muy humanas, manos que atribuyen al artista indígena de nombre Marcos Cipac de Aquino, al cual también se le conoció como “Marcos Griego”, alumno destacado del colegio de San José de los Naturales y al que se afirma creo la pintura por encargo del entonces Segundo Arzobispo de México, Fray Alonso de Montúfar.
Del supuesto pintor de la imagen de la guadalupana, se sabe que nació el 4 de junio de 1517 en el seno de una familia mexica.
Creció educado en la nueva fe católica y se casaría con un indígena de nombre Lucía Juárez, con la que procrearía tres hijos.
Ejercía el oficio de escribano y era además un gran artista plástico que plasmaba cuadros muy bellos, llenos de colores y gran realismo, al grado que llegó a despertar la admiración de los ibéricos.
Se le atribuye entre otras obras, el escudo de armas de Santo Tomás de Aquino, se cree que falleció en la década de los años 80s el siglo 16.
Los que afirman que él fue el autor de la imagen de la Virgen de Guadalupe, apuntan que, al observar la imagen de la guadalupana, se da cuenta del estilo que pertenece a un modelo iconográfico flamenco alemán denominado; mulier amicta sole, o mujer vestida de sol, el cual data de la edad media.
El antecedente intelectual de este modelo, es la descripción que hace Sanjuán de la mujer celestial en el libro del Apocalipsis del nuevo testamento, el cual dice lo siguiente: “Una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de dos estrellas sobre su cabeza”. Apocalipsis capítulo 12, versículo 1.
La representación de la virgen comparte rasgos comunes con un incontable número de imágenes y pinturas marianas realizadas durante la misma época de su supuesta aparición.
Son precisamente estos tres elementos mencionados en el nuevo testamento, los que representan este modelo medieval y que también son parte de la imagen de la virgen morena coronada rodeada de un marco de luz y parada sobre una luna creciente.
La corona que portaba inicialmente la virgen de Guadalupe, destacaba por su sencillez, esta corona puede ser apreciada en las réplicas del original en el período del virreinato y del siglo 19.
Tiempo después, en el año de 1895, esta corona será borrada por orden del Abad de la basílica de Guadalupe José Antonio Plancarte y Labastida.
Entre las obras conocidas en las que existe una mayor semejanza con la guadalupana, destaca la Virgen en la Gloria, la cual data del año de 1490, una estampa flamenca alemana que coincide “casi” perfectamente unos trazos principales de la guadalupana en México, y la cual se dice, pudo haber sido una fuente de inspiración para Marcos.
Esta imagen, también representa una virgen coronada, con la diferencia de que carga a un niño en su brazo derecho.
Según los detractores del milagro, afirman que el pintor indígena, adaptaría el modelo europeo a las necesidades de los frailes.
También se sustituiría el cabello rubio y se hizo un ajuste en la mirada de la virgen, la base de estas conjeturas es la evidencia en los anales de Juan Bautista, un manuscrito que se encuentra en la biblioteca Boturini de la Basílica de Guadalupe y el cual fue traducido y publicado en el año 2001.
Distintos eruditos mexicanos del siglo 19, postularon que el artista de la pintura, posiblemente sería Marcos Cipac de Aquino, incluyendo al erudito e historiador mexicano Joaquín García Icazbalceta, el cual escribió estos postulados en su libro titulado: “Carta acerca del origen de la imagen de nuestra señora de Guadalupe”, el cual fue impreso en 1883.
Joaquín García no deseaba inicialmente realizar esta investigación, pero a raíz de que el propio Arzobispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, le rogará que lo hiciera, ya no como una petición de un prelado de la iglesia, sino como la de un amigo, sin importar los resultados de la investigación, es que Joaquín García aceptó.
También en el libro de 1576 titulado: “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España”, de Bernal Díaz del Castillo, contemporáneo de Marcos Cipac de Aquino, el autor describe en la página 233, que: “Incluso en este día, viven en México, tres artistas indios llamados Marcos Cipac de Aquino, Juan de la Cruz, quienes han alcanzado en forma solidaria una competencia tan grande en el arte de la pintura y la escultura, que pueden compararse con nuestros contemporáneos Miguel Ángelo y Berruguete.
En el año de 1556, el padre Provincial, el Franciscano Francisco Bustamante, pronunciaría un sermón frente al Virrey y a otros notables de la Ciudad de México y que entre otras cosas identificaba a un indígena de nombre Marcos como el autor de la pintura de la Virgen de Guadalupe.
Sermón y detalles que les traeré en otra cápsula posterior, pero tal sermón causaría un revuelo en la sociedad novohispana, que una gran turba de gente entre indígenas, mestizos, criollos y peninsulares, se congregaron a las afueras sus aposentos, con el fin de lincharlo.
Siendo finalmente enviado a España para evitar mayores problemas. Este sermón volvería a salir a la luz en el año de 1888.
Por otra parte, tenemos los análisis de la imagen, el restaurador José Sol Rosales, en un estudio realizado a petición del entonces Abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulenburg, concluyó en el año de 1982: “que la pintura fue hecha utilizando diversas variantes de la técnica modernamente conocida como temple”.
El técnico llegó a la conclusión de que el manto de 1.7 metros de altura y un metro de anchura, es una tela de mezcla de lino y cáñamo y que los pigmentos a base de cochinilla, sulfato de calcio y hollín, eran los empleados en el siglo 16.
En el año de 1947 y 1973, la pintura de la virgen sería restaurada por Don José Antonio Flores Gómez y donde comentaría en una entrevista que se publicó en la revista Proceso número 1343. “Antes de mí, otros restauradores ya le habían dado retoques a la imagen, eso lo noté desde la primera vez que interviene, y estoy seguro que otros intervinieron después de mí”.
Estas son tan sólo algunas hipótesis y testimonios que circulan alrededor de esta icónica imagen.
Si la imagen es divina o no, será de cada uno de ustedes decidir.
Lo cierto es que este lienzo, por sencillo que sea, tuvo el poder de unir por vez primera a todo un pueblo que estaba fuertemente dividido entre una incontable cantidad de tribus y naciones.
La aparición divina, o no, del Ayate de la virgen de Guadalupe permitió formar una sola nación entorno a la devoción guadalupana.
Basta recordar al Padre Hidalgo, aquella madrugada del 16 de septiembre de 1810, cuando levantó no una bandera de la fraternidad universal para iniciar su lucha, sino alzó la imagen de la guadalupana a la cual una incontable cantidad de personas se unieron y cuya culminación fue la entrada triunfante del ejército trigarante en la ciudad de México en 1821.