Otro episodio de intervención Norteamericana y genocidio auspiciado por Benito Juárez, que los libros no relatan.
Por: Yolo Camotes
Hace más de 150 años, un 5 de enero de 1866, tuvo lugar en territorio mexicano, una de las batallas más cruentas de la historia nacional.
La batalla ocurrió en la desembocadura del río Bravo y fue un enfrentamiento del que nada se habla en los libros de historia oficial.
Esta batalla estuvo repleta de traiciones a la patria y errores criminales tácticos de guerra, genocidio, racismo, manchando con gran vergüenza la imagen de uno de los mal llamados héroes nacionales.
Me refiero a la olvidada batalla de Bagdad en México, ocurrida a mediados de 1835. Para ponerlos en contexto, gran parte del ejército francés ya se había retirado de las villas y ciudades más importantes, pero permanecían en dos puntos estratégicos de la frontera norte, me refiero a la ciudad de Matamoros que colindaba con Brownsville, Texas, y el puerto de Bagdad que se encontraba en la desembocadura del río Bravo.
El lugar estaba en manos del imperio de Maximiliano, en una de ellas se encontraba uno de los militares más importantes: el General Tomás Mejía.
Bagdad, era un puerto de salida de mercancías a Europa, el cual había sido utilizado por los estados confederados del sur de los Estados Unidos durante la guerra civil estadounidense.
El puerto de Bagdad había sido llamado así debido a que recordaba las grandes dunas del medio oriente, anteriormente también se reconoció como Boca del Río y Villa de Cortina.
Este puerto fue un lugar muy próspero, el cual llegó a tener 15 mil habitantes con ciudadanos venidos de todo el mundo que intentaban comercial en américa.
Eran gente de España, Polonia, India, Noruega, China, Portugal, Rusia, Austria, Suiza, Holanda e incluso Japón, todos viviendo en una misma localidad.
Las tropas de Juárez en aquel entonces, intentaron en varias ocasiones arrebatarle Matamoros a Mejía, pero la habilidad de éste se los impidió. Fue entonces que el General Republicano, Mariano Escobedo, uno de los favoritos del Presidente Juárez, planeó recuperar el puerto.
Para lograrlo, solicitaron apoyo a Estados Unidos que en aquel entonces era neutral, pero extraoficialmente proveía de armas, dinero y hombres al presidente Benito Juárez.
Para entonces el General Escobedo ya no sólo necesitaba dinero o armas, sino el apoyo de tropas extranjeras para poder llevar a cabo su plan, debido a que su ejército se había debilitado considerablemente al intentar recuperar Matamoros.
Para ello, solicitó ayuda del General estadounidense Godfrey Weitzel, que estaba a cargo de un ejército formado totalmente por soldados afroamericanos en la zona texana del río Bravo.
Él solicitó a éste que se reclutarán voluntarios en Brownsville para formar un nuevo que junto con las mermadas tropas de Escobedo atacará simultáneamente Bagdad.
Este ejército estaría bajo la autoridad y mando de Escobedo. A cambio el General Escobedo ofreció comida y una paga mensual.
De esta manera cientos de soldados afroamericanos les fue concedida la licencia de su gobierno para que integraran a este nuevo ejército Juarista a cargo de Escobedo en Brownsville, Texas.
El plan de Escobedo parecía ir a la perfección, pero no contaba que los soldados afro estadounidenses tenían otros planes; las tropas extranjeras se adelantaron al ataque convirtiéndolo en una invasión.
El 5 de enero de 1866, entre las tres y las cuatro de la mañana, tropas dirigidas también por los afroamericanos el ex teniente Robert Crawford el ex soldado Arthur F. Reed, los cuales se habían formado parte de la unión del norte del ejército estadounidense, pero que habían pasado a ser civiles y se habían ofrecido como voluntarios habían sido nombrados General y Coronel respectivamente por el General Escobedo, sin la autorización de nadie , invadieron la población porteña y se lanzaron contra la guarnición imperial que fue tomada por sorpresa.
Cayeron muertos varios centinelas y dos soldados, además de una corneta que murió al intentar dar el sonido de alarma cuando el cuartel general estaba siendo tomado.
La mayoría de los miembros de la guarnición se rindieron, y el buque Antonia que era protegido por franceses y austríacos, fue cañoneado con las tropas estadounidenses, muriendo dos defensores del barco.
Los soldados de la unidad afroamericana, se dedicaron a disparar a todo el que se encontraba a su paso: matando sin piedad a hombres, mujeres y niños.
Al capturar la plaza principal donde estaba la aduana y la comandancia, los soldados restantes dentro de la misma, se rindieron al verse rebasados por las tropas enemigas.
Los soldados estadounidenses olvidaron los tratados de rendición y fusilaron a todos los prisioneros.
En seguida comenzó una ola de pillaje, vandalismo asesinatos, robos y violaciones a toda la población civil mexicana.
Se dice que desde el otro lado del río Bravo, en la parte estadounidense, se podían escuchar los lamentos y gritos de hombres y mujeres siendo asesinados y violados por las tropas estadounidenses.
El general Juarista Mariano Escobedo, al ver que su plan, había fracasado, solicitó la intervención de Weitzel para controlar a Crawford y Reed; Weitzel envió otro destacamento de soldados afroamericanos: entre 140 y 200 hombres.
Aunque algunas otras fuentes dicen que fueron 500 para intentar detener al recién nombrado “General” y a “Coronel” estadounidense rebeldes.
Las tropas al llegar al puerto, se dieron cuenta que había mucha riqueza y muchas bellas damas mexicanas, por lo que se unieron al saqueo, robos y violaciones.
Escobedo, desesperado ante esto, se presentó personalmente en Bagdad con sus tropas, creyendo quizá que su grado de alguna manera haría que las tropas mercenarias se detuvieran, pero no fue así.
Su presencia y autoridad no sólo fueron ignoradas, sino que recibió una pedrada en la cabeza; las pocas tropas a su mando fueron agredidas, lo que provocó que “valientemente” intentara huir para buscar resguardo.
Sin embargo fue apresado y después de quitarles un informe y humillarlo lo dejaron libre.
Escobedo sin aprender su elección, de nuevo solicitó la ayuda a Weitzel, que al parecer tampoco había aprendido la suya o lo hacía con toda intención.
Envió a otro centenar de soldados negros, los cuales al llegar al territorio mexicano se unieron al saqueo.
Durante varias noches, numerosas embarcaciones estadounidenses cruzaban el río Bravo hacia los Estados Unidos, cargadas con el botín producto del robo a los almacenes de Bagdad.
El General mexicano Tomás Mejía, protestó ante el gobierno estadounidense por la intervención en Bagdad, esto por haber roto la neutralidad en el conflicto, así como la frágil paz entre Francia y Estados Unidos, la cual se veía amenazada.
Rápidamente el embajador francés en Washington minimizaría la situación, expresaría que no irían a la guerra fue una cuestión tan “pequeña”.
En aquel entonces Francia ya estaba evacuando sus tropas hacia Europa, preparándose para una eventual guerra europea, por lo que no deseaba iniciar una nueva que le mermará fuerzas creando un nuevo enemigo en América.
Prefirieron así dejar solo a Maximiliano, mientras Estados Unidos se excusaría diciendo que la entrada de las tropas a territorio mexicano había sido legal; pues ésta se había hecho a petición del General Mariano Escobedo, el cual representaba al gobierno Juarista reconocido por Estados Unidos.
“Y que si algunos “cuantos soldados” se habían comportado fuera de orden, no era su responsabilidad, pues aunque reconocía que eran tropas estadounidenses, éstas se encontraban con licencia”.
Al final, por poco más de 10 días, Bagdad estuvo ocupada y “democratizada” por tropas afroamericanas.
El General Mariano Escobedo se retiró a Reynosa donde inició otra “valiente” batalla pero de cartas, en las que intentaba por la vía de la diplomacia, echar al ejército que él mismo había convocado.
Sería el 25 de enero, que una columna de tropas mexicanas al mando de oficiales austríacos pertenecientes al imperio, recuperaron el puerto y capturando rápidamente a una gran parte de las tropas “libertadoras” estadounidenses y haciendo que el resto huyera a Estados Unidos.
Por desgracia dejaron la localidad casi destruida.
Estados Unidos para calmar los ánimos, detuvo a Crawford, diciendo que también estaba tan indignado como el resto, y que le aplicarían todo el peso de la ley, pero a los pocos días Crawford “escapó” por la puerta principal y a caballo.
Tiempo después sería perdonado por el gobierno, incluso su tumba se encuentra en el cementerio nacional de Arlington, creado para los militares, en el estado de Virginia, con todos los honores que le corresponden.
El soldado estadounidense, hecho coronel mexicano, nada se supo.
Nueve meses después de la invasión estadounidense, nacerían varios afromexicanos producto de la “democratización” de las tropas estadounidenses a las mujeres del puerto de Bagdad.
Los comerciantes del puerto iniciaron una reclamación formal por reparación de daños ante las autoridades estadounidenses que nunca procedió.
En su tiempo el Benemérito de las Américas, Benito Juárez, se enteró de los crímenes de guerra cometidos contra la población mexicana por parte de las tropas estadounidenses, pero prefirió guardar silencio para no perder el apoyo de los Estados Unidos.
Hoy el nombre de Mariano Escobedo es recordado como “héroe”, y calles plazas monumentos y otros sitios y honores llevan su nombre.
En los Estados Unidos la historia oficial se omite casi en su totalidad la participación de tropas afro estadounidenses en territorio mexicano, atribuyendo esta batalla únicamente a la participación de tropas mexicanas y francesas.
Cuando en raras veces se menciona la intervención de soldados estadounidenses, se refieren a ellos tan sólo como “personas aventureras”.
Por otra parte, en México, este episodio, no se enseña los libros de historia, debido a que sería muy incómodo acusar a Juárez de promover una invasión extranjera y el genocidio contra civiles mexicanos.
El vibrante y cosmopolita puerto de Bagdad aún le aguardaba un triste destino, 33 años después, en 1889 desaparecería por un huracán que arrasó la localidad.
Hoy en día este sitio de gran importancia para la historia nacional, permanece en el olvido engullido bajo las arenas, junto al Golfo de México.