La venta de dulces en la calle Venustiano Carranza es el medio de subsistencia para María Paula y sus hijos.
Por: Adriana Cruz
La Navidad se anuncia en vitrinas iluminadas, villancicos y juguetes envueltos con moños brillantes. Pero no en todos los hogares Santa Claus existe. Para algunos niños, el espíritu navideño no llega en trineo, sino caminando por la calle, cargando una bolsa de dulces y con la esperanza puesta en que alguien se detenga a comprar.
María Paula de Hoyos tiene 27 años. Es madre de Dilan, de 10 años, y Sofía, de 5. Vive en la colonia Eliseo Mendoza Berrueto y, desde ahí, todos los días emprende el mismo recorrido hacia el centro de la ciudad. No va de compras ni a pasear: sale a vender dulces para que en casa haya algo que llevarse a la boca.
La escena se repite sobre la banqueta de la calle Venustiano Carranza, en plena Zona Centro. María Paula camina despacio, ofreciendo mazapanes, paletas y otros dulces. Insiste con respeto, porque sabe que de cada venta depende que la noche del 24 de diciembre haya, aunque sea, tamales, menudo o frijoles charros sobre la mesa.
"La venta está tranquila", dice con voz baja. "Voy a andar vendiendo para sacar algo y ofrecerles a los niños para la cena navideña, ahorita no hay dinero".
No habla de regalos, habla de comida. En estas fechas, explica, será lo que alcance: un poco de menudo, tamales o frijoles.
Sus hijos no conocen a Santa Claus. No conocen esa ilusión que otros niños viven. Desde pequeña, Sofía ha aprendido que antes de soñar había que sobrevivir.
Junto a su madre y su hermano mayor, salir a vender fue más importante que esperar un juguete bajo el árbol.
La vida no ha sido fácil para María Paula. El padre de sus hijos decidió no hacerse responsable y ella no se detuvo.
Ha trabajado de albañil: pegó bloques, estoqueó paredes, vació dalas, hizo de todo. Hoy vende dulces porque es uno de los pocos oficios que puede realizar sin dejar solos a sus hijos.
Dilan y Sofía, a pocos días de Navidad, también sueñan. Él quisiera un Transformers. Ella, una Barbie. Deseos simples, inocentes, que este año no podrán cumplirse.
"No va a haber juguetes, porque no hay dinero", dice la madre sin dramatizar, como quien ya aprendió a resistir.
Mientras la ciudad se prepara para celebrar, hay hogares donde la Navidad se mide en monedas, en dulces vendidos y en platos modestos.
Historias como la de María Paula recuerdan que, para muchos niños, Santa Claus no llega... y que, aun así, hay madres que no dejan de luchar para que, al menos, haya algo caliente que compartir en la mesa.