Breve relato de la primer Miss México juzgada por asesinar a su marido.
Por: Yolo Camotes
“Quise matarme yo, pero lo maté a él…” Se dice que una mujer herida puede ser muy peligrosa, pero además de peligrosa y hermosa, puede ser absuelta si comete su crimen en México y para muestra un juicio.
María Teresa Landa Ríos, “La Viuda Negra Más Bella de México”, nació un 15 de octubre de 1910. De figura esbelta, cabello negro y piel blanca, poseía una figura elegante y fino rostro.
Provenía de una familia de clase media, era asidua a la literatura y estudiaba en la escuela normal para maestros.
En los libros descubrió su pasión por la docencia, se matriculó en la escuela de odontología de la Universidad Nacional de donde logró graduarse con honores.
Teresa siempre buscó ser más independiente, tanto material como espiritualmente de su familia, sus padres deseaban que su hija abrazara los hábitos religiosos para convertirse en monja, pero ella tenía otros planes.
Aunque ella rehuía a las relaciones sentimentales por considerarlas una pérdida de tiempo, no imaginaba que sería precisamente ellas las que asumirían en la desgracia años después.
La fama de María Teresa Landa comenzó desde sus 17 años al convertirse en la primera Señorita México, certamen auspiciado por uno de los periódicos de más tiraje de la época en mayo de 1928.
Certamen que desde entonces no ha menguado año con año.
Las palabras de María durante el proceso de selección en el certamen de belleza fueron las siguientes: “Las mujeres que estudian son tan capaces como los hombres que a menudo logran cumplir sus deberes con mayor rapidez que ellos puesto que tenemos bastante más paciencia, somos más diligentes y podemos asimilar hechos y conocimientos con más celeridad, ¡Dios mío! van a pensar que soy una especie de feminista rabiosa, bueno, en fin, espero me comprendan”.
Y así con este comentario mucho más interesante que el de sus rivales, se convirtió en la máxima representante de la belleza mexicana con tan sólo 17 años de edad.
De ahí viajó a otro certamen de belleza, esta vez internacional en Galveston, Texas, donde no ocurrió con la misma suerte, pero estuvo llena de apretadas agendas y le llovieron ofertas de trabajo las cuales rechazó pues en México lo esperaba el hombre al que amaba con delirio, el General Moises Vidal.
Pocos meses después, el 24 de septiembre de 1928, la pareja se unió en matrimonio a escondidas de los padres, pues presentaron identificaciones apócrifas y testigos pagados.
Al enterarse en los padres de María Teresa enloquecieron, pero lograron tranquilizarse pues la pareja aceptó realizar una boda por la iglesia el 1° de octubre.
El padre de María Teresa le dijo un amigo: “Que Dios los ayude se están casando venus y marte”.
Con todo ello era feliz, enamorada, una musa envuelta en ilusiones románticas, pero su vida daría un giro de 180 grados casi un año después, la Señorita México de 1928 cambiaría su centro y su corona por las esposas en las muñecas y su título por el de asesina y criminal.
El 25 de agosto de 1929, los periódicos más famosos de la época, anunciaban que su esposo Moises Vidal estaba siendo acusado de bigamia y adulterio por su esposa María Teresa Erjon.
Resultó que el General se había casado en Veracruz en 1923 con otra mujer y además tenía dos hijos, lo que ocutló a María Landa.
Como ironía de la vida, ambas mujeres se llamaban María Teresa.
El bello rostro de la Señorita México se llenó de ira al enterarse de esto y sentirse traicionada. Los reclamos no se hicieron esperar, María Teresa Landa lloraba y Vidal lo negaba todo, no fue mucho el tiempo de discusión. María Teresa llena de rabia tomó de una mesa la Smith and Wesson calibre 44 de su marido para quitarse la vida, pero antes había vaciado todo el cargador en el cuerpo de Moisés Vidal.
“Perdóname mi amor, no te mueras, te amo, que he hecho…” gritaba mientras se lamentaba ya que, a pesar del engaño, lo seguía amando.
El juicio del asesinato se llevó a cabo en la cárcel de Belén donde Landa fue defendida por José María Lozano ex Ministro de instrucción pública de Victoriano Huerta y que por sus talentos en la oratoria era apodado “el Príncipe de la Palabra”.
Durante cinco horas Lozano se encargó de recordar célebres crímenes pasionales, elogió a la civilización occidental y presentó a su defendida como una víctima de la sociedad, de los abusos de un hombre e incapaz de controlar sus emociones por la traición.
El luto riguroso de María Teresa mostraba su arrepentimiento ante el jurado popular, en sus últimas palabras confesó su crimen envuelta en el dolor diciendo que en un arrebato de locura, de celos, le había llevado a asesinar al hombre que amaba.
En aquel tiempo el jurado popular instaurado por el Gobierno de Carranza se encargaba de dar el veredicto final ante un juicio.
El dolor y la tristeza que transmitía María Teresa aunada a la estrategia de su abogado defensor de presentarla como alguien que disparó en defensa de sus ilusiones contra quien la deshonró, lograron que el jurado seducido la perdonara.
La absolvieron totalmente del crimen y concluyó el juicio con aplausos. El jurado de aquel entonces preguntó a sí mismo cómo podría meter a la cárcel a esa hermosa y traicionada mujer por una sociedad machista. Que suficiente castigo tenía ya con haber perdido a su amado aunque ella fuese la causante de ello.
María Teresa Landa después de ser absuelta, dedicó su vida a la enseñanza de la Preparatoria número 135 donde impartió la clase de Historia Universal, Ética y Filosofía.
Era una profesora ejemplar que mantenía a su alumnado atento a cada historia que contaba y que además se enfocaba en mujeres como Juana de Arco, Maria Antonieta y Anna Bolena.
Extremadamente responsable se dice que jamás faltó a un solo día de trabajo, ni llegó nunca tarde, según consta en su expediente.
Falleció en 1992 a los 92 años de edad y aunque jamás se le vio de luto, por el contrario, si sonriente, nunca volvió a contraer matrimonio.
Uno de los que fueran sus alumnos en la preparatoria así la describió: “Era una espléndida narradora que al exponernos con profunda intensidad episodios dramáticos protagonizados por importantes figuras históricas, nos remontaban las épocas y a los lugares correspondientes y nos hacía estar ahí como emocionados y atónitos testigos, los alumnos admiramos a la maestra, pero no sabíamos nada de la historia que casi 40 años atrás le había tocado protagonizar”.
Otro de sus alumnos fue el ya fallecido Jacobo Zabludovsky que da fe de otros testimonios de su persona y que por causas del destino vivió en el mismo departamento donde ocurrió la tragedia.
Aquel juicio fue también el último donde participó un jurado popular, pues quedó claro que no tienen conocimientos en materia jurídica y que fácilmente pueden ser influenciados y dejarse llevar por la emoción.
María Teresa se transformó de una chica moderna, capaz e independiente, a una mujer derrotada moral y socialmente, esto en apariencia, pues ella re hizo su vida, siguió adelante y terminó derrotando las costumbres.
Logró traspasar sus propias fronteras y avanzó para resolver una situación que la marcó e hizo prisionera de por vida.
Aunque vivió el resto de ella sumida en una inmensa soledad que era casi contagiosa, cuando impartía clases y hablaba de personajes femeninos del pasado, su vehemencia crecía, se transformaba y enfatizaba las condiciones sociales que imperaban y su influencia en todos los aspectos psicológica de la mente de aquellas mujeres las cuales narra su historia, quizás intentando explicar un poco de las razones del porqué de su propia vida.
Ser mujer en los años 20, tuvo serias implicaciones sociales y culturales, así como morales en el efecto y el concepto entre el cuerpo y mente.
La mentalidad de la mujer cambió y su inserción en la nueva cultura de la época, fue el semillero que a la postre transformaría el papel de la mujer en México, haciéndola más real y más viva y en algunos desafortunados casos como el de María también … más siniestro.