“Las cartas sobre la mesa”

Por: P. Noel Lozano

Las relaciones de Dios y los hombres

¿Cuáles son las justas relaciones entre el hombre y Dios? Ser y existir como hombre es estar y entrar en relación. Las relaciones humanas pueden ser sumamente variadas, pero al final se reducen a tres fundamentales: relación con Dios, con el hombre y con el mundo que lo rodea. Vemos como la relación de Dios con su pueblo, con nosotros, conmigo es una relación fruto de la obediencia filial de Jesús, que asume la condición del tiempo y de la historia, y que fructifica en la alegría redentora que aporta a todos los hombres y a cada uno de nosotros en particular. Crezcamos esta Navidad en nuestra relación con Dios Padre, con Dios Hijo, con Dios Espíritu Santo, dejemos de lado tanta relación superficial y momentánea, pongámonos con el evangelio en la mano delante de un pesebre o una estampa navideña y hagamos oración, recreemos en nuestro interior la historia de belén y entremos en relación con el misterio de nuestra salvación. Una relación que dará en tu vida frutos de bien, de felicidad, de salvación.

  1. La relación de Jesús con nosotros. En la Escritura vemos como la relación fundamental de Jesús es con su Padre. Es una relación filial de obediencia: “Yo vengo para hacer, oh Dios, Tu voluntad” leemos en la carta a los Hebreos. Es la obediencia de un hijo que trata de agradar en todo a su padre. Esta obediencia filial llegará hasta el extremo del sacrificio. No se puede separar, en el misterio cristiano, la Navidad de la Pasión, la Navidad de la Pascua. Jesús mantiene su obediencia al Padre mediante su relación con la profecía, una relación de cumplimiento. El profeta Miqueas señala a Belén, diciéndola que no será la ciudad más pequeña de Judá, porque en ella nacerá el dominador de Israel. Jesús, naciendo en Belén, lleva a cumplimiento la profecía, en actitud de obediencia a la historia salvífica trazada por el Padre. También vemos como la relación de Jesús con María es una relación oculta, extraordinaria: la de quien alimenta su fe y se alimenta de su sangre. El evangelio de Lucas nos habla de una relación misteriosa de Jesús, en el seno de María, con Juan Bautista, en el seno de Isabel. En la presencia de Dios en la historia, mediante María santísima, llena de gozo al último de los profetas de Israel, representante último y cualificado del Antiguo Testamento, Juan Bautista. Es el gozo mesiánico, que preanuncia la hora de la salvación.

  1. La relación de María con nosotros. Hay dos relaciones de María, que no aparecen en los textos litúrgicos, pero que están implícitas: la relación con el Espíritu Santo y con el Verbo encarnado en su seno. Sin estas dos relaciones no se explica el episodio de la visita de María a su prima Isabel. La relación íntima y personal del Espíritu Santo con María ha hecho posible que el Verbo de Dios asuma carne y se vaya formando hombre en su seno materno. La relación de María con el Verbo de Dios es extremamente misteriosa y delicada: Misteriosa porque la fecundación de su seno es obra de Dios mismo; delicada, porque está dando a Dios su carne y su sangre, pero sobre todo su amor, su dedicación, su entrega total. La relación de María con Isabel es de servicio. Viene a ayudarla en los últimos meses de embarazo. Viene movida por los lazos naturales, pero sobre todo por el Espíritu de Dios y por el Verbo que siente presente en su seno: un movimiento natural y espiritual, al mismo tiempo. En el canto del Magnificat, María eleva su voz a Dios para alabarle y agradecerle con gozo el misterio que encierra en su seno, a pesar de su pequeñez y de su humildad. ¿Cómo no alabar a quien se ha dignado acudir a ella para llevar a cumplimiento su designio de salvación, y la aspiración más sublime e intensa de los hombres? Por último, en María se lleva a cabo también la profecía de Miqueas: Ella es aquélla que “dará a luz cuando deba dar a luz” al Mesías. La relación de maternidad, a través de la cual se expresa toda la feminidad de María en relación con Jesús.

  1. Nuestras relaciones personales. Tenemos que aprender a saber relacionarnos, es un hecho. En nuestras charlas es frecuente escuchar: “Hay que saber relacionarse”. Con ello se quiere decir que es bueno tener muchas relaciones, y sobre todo relaciones con gente que valga la pena. La razón es evidente: así se tiene la posibilidad de que se abran muchas puertas en los diversos ámbitos de la vida humana: social, profesional, educativo, religioso...te invito esta Navidad a saber relacionarte con personas de extraordinaria influencia: con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; con María santísima, nuestra madre y nuestra reina; con los santos, nuestros hermanos y protectores desde el cielo. Estas relaciones no te dan acceso, claro está, a excelente puesto de trabajo, ni a un negocio redondo. Estas relaciones, ejercen su influencia en tu interior, transformándote en tu visión de las cosas y de la vida, haciendo que sea según Dios, en tu relación con los hombres y con las cosas, ayudándote a vivir siempre inspirado por el amor y por el servicio. Transforma la relación con tu propia historia, convirtiéndola, tal vez, de una historia sin sentido a un sentido con historia.

  1. Nuestras relaciones para hacer el bien. Los cristianos vivimos en el mundo, en una historia muy específica, aunque pertenecemos al cielo. En nuestro mundo, en nuestra realidad cuentan mucho las relaciones humanas. No tenemos por qué despreciarlas. Tampoco hemos de abusar de ellas, poniéndolas al servicio de nuestros intereses egoístas. Hemos de servirnos de todas nuestras relaciones para la edificación de un mundo mejor, con sentido humano y de justicia. Hemos de relacionarnos con quienes tienen poder, para que nos ayuden en favor de quienes no sólo no tienen poder, sino que están necesitados de alimento, casa, vestido y derechos. Hemos de relacionarnos con los necesitados, para que tomen conciencia de que el Reino de Dios les pertenece y les invita a poner todos los medios para hacer más humana su existencia, más digna, más libre, más feliz. Hay que relacionarse con las fuerzas vivas y poderosas de un pueblo, de una ciudad, de un estado, de un país, para convencerlas, si no lo están todavía, de que son hijos del Reino de Dios en la medida en que utilizan sus fuerzas y su poder en beneficio de los más necesitados. Y una vez convencidos, que pongan manos a la obra. Si todos los cristianos utilizáramos nuestras relaciones para ponerlas al servicio del Reino, seguramente que el mundo caminaría por derroteros más humanos, y más marcados por nuestra fe en Jesucristo. Jesucristo entró en contacto con la historia para instaurar el Reino de su Padre. Después de más de 2018 años, ¿qué hacemos nosotros los cristianos?

Santa María Inmaculada, de la Dulce Espera, Ruega por nosotros.

P NOEL LOZANO: Sacerdote de la Arquidiócesis de Monterrey. www.padrenoel.com; www.facebook.com/padrelozano; padrenoel@padrenoel.com.mx; @pnoellozano

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