Ellas también contribuyeron y es momento de reconocerlas.
Por: Yolo Camotes
La historia de la Independencia de México está plagada de relatos heroicos de mujeres que lamentablemente no son muy conocidos. Es por eso que hoy 16 de septiembre quisiera rendirle homenaje a cada una de ellas con una breve semblanza de sus acciones.
Para comenzar citar a Gertrudis Bocanegra, una mujer que durante la lucha por la Independencia, se unió con su esposo e hijo a las fuerzas rebeldes de Miguel Hidalgo.
Esta heroína mexicana, logró diseñar una red de comunicación de gran efectividad, reclutó a gente dispuesta a pelear por su patria, e incluso organizó numerosas reuniones con rebeldes.
Fue en 1817 cuando fue traicionada y condenada a pasar por las armas. Antes de recibir la descarga, arengó al pueblo a continuar luchando por la patria.
Señalar también a Marcela, “madre de los desvalidos”, sin mencionar apellidos y lugar de nacimiento, esta mujer de edad avanzada, fungió como correo de los insurgentes desde León hasta Puerto Espino, donde Mateo Franco dirigía las fuerzas de Don Ignacio Rayón.
Por su importante servicio y los graves peligros a los que se enfrentó, los insurgentes la apreciaron y en gratitud a su ayuda a la causa la llamaron: Madre de los desvalidos”.
Otro caso es el de Mariana Rodríguez del Toro, mujer criolla quien fue autora intelectual del plan para tomar como rehén al Virrey Francisco Javier Venegas, con el fin de obtener la libertad del Cura Hidalgo.
Lamentablemente se descubrió la conspiración y fue puesta presa y liberada en 1820.
Señalar por otra parte a María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández, que fue una mujer de gran desempeño intelectual en toda su vida, sirvió desde la sublevación de Dolores como mensajera para la insurgencia, dio asilo a los perseguidos, mandó recursos económicos, medicinas e información de los planes de la corte.
Como mujer insurgente, para 1812 convenció a los armeros para que se pasaran al bando insurgente, además de fabricar armas de gran calidad.
No podemos olvidar a Maria Rita de la Trinidad Pérez Jiménez, mejor conocida como “Doña Rita Pérez de Moreno”, quien se involucró en la lucha insurgente realizando actividades como alimentar a los combatientes, curar a los heridos y ser un admirable administradora de los recursos de la insurgencia.
Padeció los horrores de la guerra, su hija María Guadalupe fue hecha prisionera por un jefe realista, después vio morir a su hijo de 15 años en una batalla.
Fue recluida estando embarazada y junto con sus tres hijos menores fue puesta en la cárcel de Silao, ahí, su niña murió de hambre mientras estaba en la cárcel.
Posteriormente, en la misma cárcel, muere otro de sus hijos pequeños víctima de los golpes y maltratos de parte de sus captores.
Recibe la fatal noticia de la muerte de su esposo Pedro Moreno el 27 de octubre de 1817, fue liberada en 1819, volviendo a su casa en Lagos de Moreno donde sufrió muchas penurias debido al acoso y despojo de sus propiedades por parte de los realistas.
También tenemos a María Josefa Marmolejo de Aldama, una mujer que, en octubre de 1810, recién iniciada la rebelión, junto a las hermanas del cura de Hidalgo y otras personas, se ocultaron en San Miguel el grande al enterarse que Félix María Calleja, avanza con sus tropas al estado de Guanajuato.
Cuando Manuel Tejada al servicio del Ejército Realista llegó a San Miguel el grande, los hombres habían huido y tomó esta desolación como un insulto y amenazó con derribar los edificios y degollar a los sospechosos.
Para calmar su furia, le fueron presentadas las damas que se encontraban refugiadas en San Miguel, dentro del Convento de la Concepción.
Manuel Tejada, molesto, se dirige sobre todo María Josefa y a las hermanas del Cura Hidalgo y les exige a las señoras que revelen el paradero de sus maridos.
Tanto ella como las hermanas del Cura Hidalgo se negaron tajantemente, distinguiéndose además por su aplomo y su profundo sentido de la dignidad.
Otro caso digno de destacar es el de María Josefa Martínez, que a la muerte de su esposo el Jefe Insurgente Miguel Montiel, se vistió con ropa de hombre y al frente de los llamados rebeldes, combatió hasta que fue arrestada y condenada a prisión perpetua en la casa de reclusión de Puebla.
Siguiendo en la lista se encuentra Martínez Luisa, esposa de un guerrillero apodado el “jaranero”, estuvo con su marido peleando hasta que Michoacán perdieron la batalla y junto con los hombres fue hecha prisionera.
En el cementerio del pueblo los fusilaron, cuando tocó su turno gritó con todas sus fuerzas: “Como mexicana tengo el derecho de defender a mi patria”, acto seguido se desplomó abatida por las balas.
Imposible excluir de esta lista a Mercado Altagracia, heroína de Huichapan. En el estado de Hidalgo, de su propio dinero armó un pequeño ejército en cuanto se enteró de la lucha por la libertad. Se puso a la cabeza y dio gran pelea a los realistas, desgraciadamente en un encuentro desafortunado, perdió el combate y cuando se fijó sólo quedaba a ella de pie, sin demostrar temor, al contrario, con la valentía que la caracterizaba, siguió peleando hasta que la captura el enemigo.
Su valor causó mucha admiración a los jefes españoles, y como la costumbre era no tomar prisioneros sino fusilarlos, ordenó el Coronel que los comandaba que le dejaran en libertad diciendo: “Mujeres como ella no deben morir”.
Debo destacar también a Antonia Nava, la General, quizás sea la más sublime de todas, ya que en un pueblo perdido en la sierra de Saliaca, el General Nicolás Bravo, sufría tremendo sitio de los realistas. Estaban a sus órdenes Don Nicolás Catalán y un puñado de valientes.
La situación era tan crítica, que hacía algunos días que las provisiones se habían agotado y desaliento habían valido a los insurgentes.
El General Bravo hizo un esfuerzo supremo, sacrificó sus sentimientos humanitarios que siempre lo distinguieron, mandó diezmar a sus soldados.
La orden iba a cumplirse cuando Doña Antonia Nava y Doña Catalina González, seguidas de un grupo de numerosas mujeres, se presentaba en el general y con gallardía actitud dijo la primera: “Venimos porque hemos hallado la manera de ser útiles a nuestra patria, no podemos pelear, pero podemos servir de alimento, he aquí nuestros cuerpos que pueden repartirse como ración a los soldados”.
Dando ejemplo de abnegación sacó del cinto un puñal y se lo llevó al pecho, fue detenida en el acto por un gran número de soldados, también al mismo tiempo sonaba una gran algarabía de entusiasmo que aplaudía que el rasgo sublime, el desaliento desapareció como un fantasma la luz de la mañana.
Las mujeres se armaron de machetes y garrotes y salieron a pelear con el enemigo, algún tiempo después, Antonia contemplaba ensangrentado el cadáver de su esposo asesinado por los realistas, el cuerpo había sido llevado a la presencia del Gran General Morelos.
Cuando éste le intentaba consolar manifestándole que por la patria aún mayores sacrificios deben hacerse, doña Antonia Nava, con voz entera y ahogando su dolor, dirigió a Morelos estas pero sencillas pero elocuentes palabras: “No vengo a llorar, no vengo a lamentar la muerte de mi esposo, sé que cumplió con su deber, vengo a traer cuatro hijos, tres que pueden servir como soldados y otro que está chico será tambor y reemplazará a su padre”.
Esta es sólo una muy breve muestra de mujeres valientes osadas y fuertes que quebrantaron las normas de su época y de la perspectiva actual, mujeres que con sus actos enfrentaron represalias, discriminación, asesinatos y aún así se comprometieron con la lucha sin tregua por conseguir su autonomía y dar forma a México.
Sin la participación de la mujer, el triunfo de la independencia no hubiese sido posible, y lo que hoy llamamos patria no existiría.
Algunas son célebres, otras no tanto, pero todas lucharon por un mismo deseo, ver a su patria libre.
Todas sufrieron el flagelo de la guerra y muchas de ellas fueron fusiladas sin tener un juicio justo, a 200 años de la consumación de la Independencia de México, muchas no son citadas como parte de la historia oficial.
Muy poco se conoce de ellas que con su vida construyeron la soberanía de la nación, la falta de precio de esta actividad femenina, tiene diversas causas, la influencia religiosa imperante en aquellos tiempos, los roles tradicionales femeninos, un sistema político altamente excluyente, y una cultura en aquel entonces y quizá aún ahora autoritaria y machista.
La participación de la mujer desde la guerra de independencia y hasta en nuestros días, ha sido notable, pero las mujeres siguen enfrentándose a la discriminación por motivos de género, raza edad, condición socioeconómica, e incluso estado civil.
Aún a pesar de los logros alcanzados por las mujeres a lo largo de la historia, como el derecho de igualdad ante la ley, el acceso a la salud y a la educación, así como el derecho a la no violencia y a la no discriminación.
Es importante darle el papel que corresponde a la mujer dentro de nuestra sociedad y que no sea relegada a un simple rol de oficina o cargos de una secretaria de asuntos sin importancia.
Hagamos eco el grito de nuestras heroínas hoy casi olvidadas, ellas dieron su sangre y sus lágrimas en la construcción de una patria, donde todas las mujeres y todos los hombres por igual, pudieran… ser libres.