La primera emisión de “bilimbiques” o billetes revolucionarios se dio el 26 de abril de 1913, siendo ordenada por Venustiano Carranza en la ciudad de Piedras Negras Coahuila.
Por: Yolo Camotes
El dinero es todo activo aceptado con un medio de pago que permite el intercambio de bienes y servicios.
En la mayoría de las economías actuales, el dinero es creado por la banca privada, en otros países, son los bancos centrales dependientes del gobierno en turno, los encargados de su creación.
Durante la Revolución Mexicana, la economía del país sufrió causando un gran caos y pérdida de certeza económica, provocando que escaseara el dinero.
Ante ello, la sociedad comenzó a emplear algo llamado “bilimbiques” en lugar de efectivo, denominado asó al dinero revolucionario que casi se volvió institucional.
Recordar que la Revolución Mexicana de 1910, fue un movimiento armado que en teoría buscaba la justa distribución de tierras y riquezas, así como la no explotación de los trabajadores para romper el estancamiento político, cultural en el que se encontraba el país.
Ya en la práctica fue el “todos contra todos” y “sálvese quien pueda”; con la lucha armada se retiraron de la circulación enormes cantidades de monedas metálicas, desde las de menor hasta las de mayor denominación.
Esto se hizo con el propósito de fabricar armas y municiones, lo que se agudizó a raíz de que el General Victoriano Huerta destituyera en febrero de 1913 a Francisco I. Madero como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.
Huerta, en su facultad de “presidente electo por nadie”, excepto de las pistolas, las balas y el imperialismo yanqui, ordenó a todos los bancos privados, entregar el respaldo metálico de los billetes a su gobierno.
Es decir, desde los metales preciosos como el oro y la plata, hasta las monedas de cierto valor metálico, de este modo los billetes que circulaban en la economía nacional, repentinamente perdieron su respaldo, es decir perdieron su valor y se convirtieron en lo que realidad eran, solo pedazos de papel con figuras impresas.
Esto causaría que el sistema bancario y por ende la economía nacional, comenzara a desplomarse rápidamente, la falta de efectivo para hacer pagos y compras, hasta de lo más básico, obligarían las distintas autoridades municipales militares, comerciales y hacendados, emitir sus propios billetes los cuales circularon de 1913 a 1915.
El pueblo mexicano sería el que les daría el nombre de “bilimbiques”, este nombre de nacería de la contracción de William Weeks, un estadounidense que comenzó a pagarles a los trabajadores de la mina llamada Green en Cananea, con vales de papel por su trabajo.
Para mantener en orden la contabilidad, estos vales o cheques, no pasaban por la caja, es decir era dinero creado del aire, sin ningún respaldo, excepto por el de la compañía minera, pero éstos eran dados a cambio de mercancía por los comerciantes de la comunidad, así como las tiendas que pertenecían a la empresa, pasando a ser en la práctica dinero que los trabajadores podían usar, pero sólo en esa zona.
No eran vales de la tienda de raya, pues éstos eran aceptados en todos los comercios de aquella zona como si fueran dinero en efectivo, hay que recalcar que la mayoría de los trabajadores de la mina eran indígenas con poca o ninguna clase de educación formal.
Como era de esperarse, éstos se encontraban difícil pronunciar la letra W de William, la cual pronunciaban como si fuera una letra “be” Bílliam y la letra k de Weeks la provincia van como “que” big; es por lo que la gente en vez de llamar a estos vales de William Weeks, los pronuncia van simplemente como “bilin biques”.
Fue tanto el éxito de estos, es decir que en la práctica permitieron a la economía seguir funcionando, que municipios, gobiernos estatales, hacendados, etcétera, comenzaron a imprimir los suyos.
Pero éstos “bilimbiques” sólo tenían valor en tanto su emisor ejerciera el poder en determinada región, es decir, un “bilimbique” de un municipio no era aceptado en otro; debido a ello la falsificación era masiva.
Hubo quienes cuidadosamente alteraban los mismos y los hacían pasar por válidos, es por lo que a partir de entonces la palabra “bilimbiques” se usó para denominar cualquier vale o promesa de pago.
Esta palabra también se le asignaría a las emisiones de billetes revolucionarios, es decir los creados por los distintos caudillos de esta lucha armada.
La primera emisión de “bilimbiques” o billetes revolucionarios se dio el 26 de abril de 1913, siendo ordenada por Venustiano Carranza en la ciudad de Piedras Negras Coahuila.
A esta primera emisión de papel moneda se le conoció como: “papel de Monclova”, existió una gran cantidad de billetes revolucionarios o “bilimbiques”, desde los impresos por cada estado, así como por algunos líderes revolucionarios.
El detalle está en que un billete por ejemplo emitido en Sonora por un líder, no era aceptado en Chihuahua donde otro líder gobernaba; circunstancia que fue aprovechada por los falsificadores.
En la Ciudad de México- Carranza emitiría sus propios “bilimbiques” en una calidad tan terrible que pronto los falsos superaban por mucho los auténticos, además, aunque estos en teoría decían valer 20 centavos oro, en realidad no había ni un pedazo de fierro viejo oxidado que lo respaldará ninguna bóveda de banco.
Esta situación provocó que rápidamente perdieran su valor y el nuevo gobierno el de Carranza solicitara a la American Bank & Company de Nueva York, su ayuda, y éste fabricó para el gobierno mexicano billetes más sofisticados y supuestamente a prueba de falsificaciones.
Estos billetes fueron llamados infalsificables y circularon en el año de 1916 en todo el país, pero circuló poco, pues las políticas económicas de Carranza provocaron una fuerte devaluación que obligaron a retirarlos del mercado rápidamente para ser sustituidos por otros más falsificables.
La corrupción durante el Gobierno de Carranza fue tan grande, que las fábricas ilegales de “bilimbiques” se volvieron muy rentables para algunos, al grado que surgió un dicho popular en aquella época que decía: “El viejo no roba, pero los deja robar”, de ahí también proviene de la palabra “carranciar” como sinónimo de robar.
En febrero de 1917, con el artículo 28 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, se promulgó que la emisión de papel moneda, correspondería sólo a un banco bajo el control gubernamental.
Años después, del primero de septiembre de 1925, iniciaría sus funciones el Banco de México, el cual sería el encargado desde entonces de la emisión de monedas y papel moneda en México, así como vigilar que éstos no fueran falsificados.
Aunque por algunos años más se siguieron imprimiendo los billetes en Estados Unidos; estas acciones dieron por terminada la época de los “bilimbiques” iniciando una nueva era: de caprichos económicos presidenciales, de falsificación de billetes al por mayor, devaluaciones, etcétera.