Los hombres pájaro que se fueron con los dioses

En el año 2009, esta danza fue declarada Patrimonio Cultural y Material de la Humanidad por la Unesco.

Por: Yolo Camotes

Dentro del misticismo que rodea a las culturas indígenas que habitaron nuestro país, las danzas son quizá una de las prácticas que generan mayor admiración por el misterio, la belleza, el colorido y la indumentaria que las enmarca.

Observando el cielo, los antiguos mesoamericanos advirtieron que todo lo que ocurre en la tierra está relacionado con ciclos repetitivos elementales en la comprensión de la vida misma.

A través de diversos rituales, los hombres debían asegurarse que estos ciclos se llevasen a cabo para la preservación de la vida.

Hablamos de ciclos desde el más cotidiano como el nacimiento y ocultamiento del sol, hasta la llegada de las estaciones o ciclos astronómicos más complejos.

Los mayas y los mexicas, coincidieron en la cuenta de los ciclos solares de 52 años y cada que transcurría este tiempo, se hacía la celebración del fuego nuevo.

Muchos de los rituales de otras etnias milenarias estuvieron también estrechamente relacionados con estos ciclos, uno de ellos, el más conocido de todos, es el de los hombres pájaro mejor conocidos como los voladores de Papantla.

La danza de este grupo, tenía como objetivo la invocación, se celebraba cada 52 años y no es necesariamente originaria de Papantla.

La practicaron los nahuas, mexicas, totonacas e incluso en lugares del occidente como Jalisco y Nayarit.

Suele señalarse que los voladores de Papantla, son de una región Totonaca ubicada a los límites de Veracruz con Puebla.

Sin embargo, hay vestigios de un ritual similar representado en cerámica en culturas de los estados de Jalisco, Colima y Nayarit, específicamente en la cultura de Teuchitlán habitantes de los guachimontones.

Otras versiones apuntan a que este ritual como hoy lo conocemos, ya se celebraba en antiguos centros ceremoniales como en el pueblo místico de la sierra de Puebla donde cada tarde los voladores llevan a cabo la bella alegoría antes de que se meta el sol.

Su uso se extendió a las regiones nahuas del centro y occidente del país, y se cree que la alusión a los ciclos solares fue incorporada por los mexicas.

Según la creencia antigua totonaca, el primer ritual de esta invocación, fue hecha por cinco jóvenes castos luego que su comunidad sufría un gran periodo de sequía.

Este ritual surgió como súplica a los dioses debido a las sequías que existían en esa época y que estaban provocando malas cosechas en la ciudad de los totonacas llamada Totonacapán, que hoy se situaría entre los estados mexicanos de Veracruz y Puebla.

Ante la falta de lluvia, se dice que los ancianos de la ciudad pidieron a un grupo de jóvenes que se adentra en la zona de bosques cerca de Totonacapan, región donde se encuentra Papantla y que se subieran al árbol más alto para ahí más cerca de los dioses, comenzarán a invocar lluvia con cánticos y música.

El objetivo era pedirles por una etapa de lluvias que acabarán con la escasez que estaba viviendo su pueblo.

Se dice que de repente, todo el cielo se nubló y empezaron a caer rayos en la zona boscosa donde estaban estos jóvenes en la punta del árbol.

Uno de estos rayos alcanzó el árbol partiéndolo por la mitad, pero lo extraño es que en vez de caer al suelo, el árbol flotó a las nubes junto con los jóvenes que permanecían en la copa.

El grupo se elevó hacia los cielos perdiéndose entre las nubes, según la leyenda, no se supo más de ellos.

Las sequías de los totonacas desaparecieron entrando en una etapa de buen clima para las cosechas.

Los habitantes del Totonacapán, interpretaron esto como una señal divina, y de los jóvenes se creyó que se transformaron en hombres pájaro y se fueron con los dioses, una señal de que el rito realizado les había gustado.

Desde entonces, este ritual de los voladores se ha realizado de forma constante y prolongada hasta nuestros días.

Hasta hace algunas décadas, el ritual comenzaba con la selección del árbol de la fecundidad o el palo volador.

El joven más experimentado del grupo iba en su búsqueda, se internaba en el monte para encontrar un buen árbol de madera fuerte y resistente.

Al ser localizado, se lanzaba a su alrededor con gran reverencia y se daban bocanadas de aguardiente hacia los cuatro puntos cardinales.

Antes de que fuera derribado, se limpiaba perfectamente el camino donde se pensaba caería el árbol para evitar dañar su estructura.

Cuando el palo se encontraba ya en el suelo, se le quitaban las ramas y el follaje hasta dejarlo liso, enseguida se transportaba el tronco desde el monte al lugar donde iba a ser levantado.

Para su transporte, se cargaba sobre los hombros de los hombres que realizarían el ritual, posteriormente se empleaban pequeños troncos de madera de rodillo para deslizarlo jalando.

Estaba tajantemente prohibido pasar por encima del tronco o que alguna mujer lo tocara, ya que podría ser un augurio de mala suerte para los voladores.

Al llegar al sitio donde incrustarían el tronco, se tejía su alrededor una escalera de leana o soga que permitiera llegar a la parte superior.

Antes de levantar el poste, se realizaban ofrendas para que no reclamara la vida de los danzantes.

Se les pedía a los dioses que no desprendieran el tronco llevándose a los voladores a los cielos.

El palo volador se compone de mástil, el cual se encuentra incrustado al suelo en cuyo extremo superior soporta el tecomate manzano o mortero, aparato giratorio y principal punto de apoyo y equilibrio de los danzantes.

Cuenta con un bastidor en donde se apoyan los voladores que se lanzarán al vacío  sujetos, únicamente por los cables de lazo o amarrado y enrollados a los trinquetes del mástil.

Hoy en día, por seguridad del palo de madera se ha sustituido por un mástil de acero, antes de subir al poste los integrantes de la danza han guardado abstinencia sexual y alcohólica además se han preparado perfectamente con ayunos y oraciones siete días anteriores a la danza como condición purificadora del cuerpo para celebrar el rito cósmico.

Para este ritual, inicialmente los trajes de los que se llevaban a cabo eran de plumas por ser “hombres pájaro”; hoy se visten de manta blanca, más por la influencia mestiza, aunque sus ornamentos representan animales de diversos tipos, todos compañeros del hombre y dependientes de la fertilidad de la lluvia y los ciclos de la vida.

También se visten de aves asociadas al sol, el gorro en forma cónica con un penacho, significa un quetzal, igual que al usar una especie de semicírculo.

Los listones que cuelgan de la espalda, simbolizan el arco iris que se forma luego de la lluvia. Las flores tejidas en las bandas del pectoral o cinturones son la fertilidad y la tierra.

Los dos medios círculos de terciopelo que penden en la espalda y del pecho, representan las alas de las aves.

El rojo de los pantalones, simboliza el sol y también la sangre de los danzantes que han muerto.

A través de la danza, se puede apreciar como el participante parado o sentado sobre el tronco, hace reverencias hacia los cuatro puntos cardinales, se gira de izquierda y empezando con el oriente, mientras se entona una melodía con un tamborcillo y flautín.

Cuando el danzante concluye la parte del ritual que le corresponde, se queda sentado sobre el mástil, ellos sin detener su música, los voladores ya amarrados con una soga a la cintura y con una coordinación casi perfecta, al escuchar la nota especial inician el descenso arrojándose de espaldas al vacío con la cabeza hacia abajo extendiendo sus brazos como las alas de un ave en pleno vuelo.

Los voladores descienden girando en un círculo 13 veces cada uno de ellos, que multiplicado por los 4 voladores da el resultado del 52, número mágico místico que simboliza el ciclo de 52 años.

Después de bajar a la tierra, el sacerdote principal del templo de la población donde se lleve a cabo el ritual, encendía el fuego nuevo dando nueva vida a otro siglo que los dioses habían permitido vivir.

Si bien todo el ritual que conocemos dura tan sólo unos minutos, en realidad la preparación del mismo toma muchos años, iniciando desde temprana edad con niños desde los 8 años de edad.

Además, los participantes deben seguir estrictas normas de conducta, estos niños practican en postes de 10 a 12 metros de altura y cuando están listos entonces lo hacen en los mástiles de 18 metros.

Es ritual también peligroso, puesto que ha cobrado la vida a varios de sus participantes a lo largo de los años.

Desgraciadamente conforme pasa el tiempo y el mundo se vuelve cada día más globalizado, las tradiciones y costumbres tienden a desaparecer. 

La danza de los voladores de Papantla, es ovacionada por muchos, pero comprendida por pocos.

En ocasiones es considerada como un simple juego o muestra de valor debido al desconocimiento de su origen y significado.

No dejemos que estas tradiciones se pierdan y queden relegadas a simples datos enciclopédicos, pues es parte de la riqueza cultural, viva y milenaria de México.

Los voladores de Papantla han trascendido fronteras, presentándose en países tan lejanos como Japón o Dinamarca y otros 18 países, en todos ellos con bastante éxito.

Este ritual, además de ser parte de la riqueza cultural de México, es digno de admirarse por la valentía y fortaleza de los hombres que lo interpretan.

Los voladores de Papantla son unos verdaderos héroes culturales de México y el mundo.

Hoy, más allá de la excentricidad valentía y habilidad física, encontramos en su interpretación, un momento para olvidar nuestro mundo moderno y centrarnos en lo espiritual.

Este ritual nos recuerda que, como humanos, dependemos de fuerzas más allá de esta pequeñez y quizá sin ponerle nombres de divinidad, somos simplemente súbditos de la naturaleza …y de los astros.

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