Malinche: La princesa traicionada

Excelente relato de Yolo que dignifica el papel de Marina y su contribución en el Nuevo Mundo.

Por: Yolo Camotes

Ser malinchista, es una expresión común que se aplica de forma despectiva a personas que traicionan sus raíces.

El “malinchismo” es una palabra creada para insultar a alguien que reniega de sus orígenes y alaba a otras culturas.

Hoy quiero hablarles del personaje que inspiró esta palabra, y que ha sido injustamente tratada por la historia; me refiero a: “La Malinche”.

En la historia oficial, solo unos cuantos documentos se ocuparon de ella, le dieron tantos nombres como personalidades llamándola Malinalli, Malintzin, Doña Marina o “la lengua de Cortés”.

Esas numerosas variantes hacen imposible saber con precisión su verdadero nombre indígena, pero aquí les relato parte de su historia:

En el año de 1519, frente a las costas de la península de lo que hoy es Yucatán, aparecieron extraños objetos que parecían flotar sobre el agua, algo que fue tomado como presagio del fin del mundo, el fin de una era que una pequeña joven nativa ayudaría a transformar.

Marina fue una mujer de inteligencia superior, poseía el don de lenguas, aprendió el español y sirvió de traductora al conquistador.

Las descripciones sobre su persona la refieren de gran hermosura y dotada de una suave y hermosa voz.

Además, fue consejera, “la llave” que permitió a Hernán Cortés abrir todas las puertas para llegar a la antigua capital de México y ser recibido por el Emperador Moctezuma.

Hoy la conocemos como “La Malinche”, pero en realidad ese sobrenombre le pertenece a Cortés.

Los soldados españoles apodaban a Cortés Malinche, palabra derivada que significa el señor de Malinalli.

Marina nació alrededor del año1500 cerca de la antigua capital Olmeca, Coatzacoalcos, lo que es actualmente es la región de Veracruz.

Su nombre original fue Malinalli que Náhuatl significa hierba torcida.

Nació princesa, pues fue hija del cacique, por lo que se asume tendría una infancia feliz con los privilegios que su origen le daba.

Su padre amaba mucho a su hija y pasaba mucho tiempo a su lado, gobernante responsable, cuya mayor pasión fue el estudio de las ciencias y los cuerpos celestes, por lo cual mando construir una torre para observar el cielo.

Malinalli aprendió de su padre el arte de las ciencias y la astronomía, pero su vida tendría su primer tropiezo en la desgracia cuando un día arribaron al pueblo los cobradores de impuestos de Moctezuma para exigir mayores tributos al cacicazgo de Painala.

El padre de Malinalli se rehusó, pues la situación de su reino era apretada y eso empobrecería más a su gente, motivo por el cual se lo llevaron preso.

El padre de Malinalli murió sacrificado en una piedra ceremonial donde con un cuchillo de obsidiana le arrancaron el corazón mientras su cuerpo mutilado rodaba por las escalinatas del templo consagrado a Huitzilopochtli.

Imaginemos lo que pensaría Malinalli al perder a su padre por una injusticia de los aztecas.

Al morir su padre, Malinalli era la heredera natural del reino por ser la hija mayor, al cabo de un tiempo, su madre se volvió a casar y procreó un varón, el nuevo marido convenció la madre Malinalli que el heredero debería ser el varón y no la niña.

Para evitar disputas, ambos decidieron deshacerse de ella, vendiéndola como esclava a unos traficantes de esclavos que solían pasar por la localidad.

Esos mercaderes a su vez, la vendieron nuevamente. La pequeña Malinalli sufrió por segunda vez la sombra de la desgracia, sintiendo en carne propia el rechazo de su propia gente, la traición de su propia madre y su pueblo que no hizo nada por defenderla de la injusticia.

Contaba con sólo 12 años de edad, luego de una guerra entre los Mayas, Malinalli fue entregada como tributo al cacique Maya de Tabasco.

Es ahí donde pasó un periodo aproximado de siete años como esclava, aprendió el Maya, dominando también el Náhuatl, su lengua de origen.

En aquellas sociedades, las mujeres eran objetos de intercambio, botín de guerra, una mercancía con el que se pagaba y así, llegó el día que conoció a Hernán Cortés, el cual había arribado a las costas mexicanas de Tabasco en 1519, derrotando a los locales en la batalla de Centla.

Junto con otras 19 jóvenes esclavas, Malinalli fue entregada como regalo entre un juego de mantas y diversas piezas de oro.

Hernán Cortés lo primero que hizo fue bautizar a las jóvenes, esto debido a la ley castellana permitía el concubinato entre solteros y cristianos.

Al día siguiente, Malinalli se convirtió en Marina, cuyo nombre fue la combinación de los nombres de los padres de Cortés: Martín y Cristina.

Luego del bautizo, Cortés repartió las primeras cristianas entre sus contingentes de capitanes. Marina tenía tan sólo 19 años de edad.

A marina le tocó un pariente lejano de Cortés, Alonso Hernández Portocarrero, entre tanto se embarcaron a San Juan de Ulúa a donde llegaron los embajadores de Moctezuma para averiguar sus intenciones.

A bordo, se encontraba Jerónimo de Aguilar un ex prisionero de los mayas que servía de intérprete, pero no entendía el náhuatl.

La sorpresa invadió a todos cuando descubrieron que una de las chicas, Marina lo hablaba con fluidez.

A partir de ese momento, Marina serviría de intérprete a través de Jerónimo hasta que aprendió a hablar español.

Cuando ella lo hizo, Cortés y ella se hicieron inseparables, Marina tenía 19 años y era hermosa. Cortés decía que ella era “su lengua” y le pidió que fuera fiel intérprete y le daría grandes mercedes y la casaría y le daría libertad.

Tuvieron una relación tan estrecha que los Mexicas los llamaban a ambos indistintamente “Malinche”, siendo su papel crucial en la conquista de México.

Por ejemplo, brindó sus conocimientos de las costumbres sociales y militares de su pueblo y también llevó a cabo misiones de inteligencia y diplomacia.

La suerte de Marina cambió radicalmente, Cortés se fijó en ella, se dio cuenta que sus modales distaban mucho de ser de los de una simple esclava, se sorprendió con la facilidad que tenía para hablar el Maya y el Náhuatl y por el esfuerzo que hacía por entender el castellano.

Finalmente, Cortés sucumbió ante su belleza, enamorándose de ella y Marina enamorándose de él.

Marina lo salvó de un complot en Cholula y fue indispensable para obtener el apoyo masivo de los otros pueblos sometidos por los Aztecas, el enemigo común, el cual tomaba a los habitantes de los pueblos conquistados para someterlos a sacrificios.

Luego de la caída de Tenochtitlan en 1521, en 1522, Cortés y marina tuvieron un hijo cuyo nombre sería Martín, el cual peleó en España contra los moros en el año de 1575, siendo el primer mestizo del que se tiene registro histórico.

Cortez se instaló con ella en Coyoacán, una región próxima a la capital Azteca, pero la esposa de Cortés llegó procedente de Cuba al enterarse de que aún estaba vivo, pues lo creía muerto.

Cortés con mucho pesar, no tuvo más remedio que casar a Malinalli con el Hidalgo Juan Jaramillo, un buen hombre Procurador del ayuntamiento de la Ciudad de México.

Es bien sabido que tarde o temprano el destino siempre te encuentra y cuando Marina tenía 22 años de edad, se volvió encontrar con su madre y su medio hermano cuyo pueblo había sido sometido por las tropas de Cortés.

La madre al saber quién era la mujer indígena que tenía el poder y respeto de los españoles, cayó al suelo de rodillas y no dejaba de pedirle perdón, mientras su hermano permanecía de pie inmutable, pero con la cabeza abajo. Ambos esperaban la justa venganza de una heredera traicionada.

Malinalli convertida en Marina, ya no era una esclava, ni una simple traductora, era ahora una mujer temida y respetada por todos debido a su dureza.

Marina nos da muestra de su verdadera naturaleza pues era una mujer de gran corazón, en ese encuentro los soldados españoles la miraban en espera de su orden para ejecutarlos, pero ella en lugar de esto, se levantó de su silla caminó hasta su madre y la abrazó a ella ya su hermano, perdonándoles la vida.

Cuando los dejó, se dice que le regaló un par de huaraches de oro que su madre en señal de respeto y agradecimiento enterró en lo que se conoce hoy como el cerro de la Malinche, donde se dice que hasta el día de hoy están enterrados.

Debido a este hecho, Marina se ganó aún más la admiración de todos los que la conocían, su historia comenzó a ser contada hasta convertirlo en tema de leyenda.

Marina no sólo traducía, sino que dictaba también algunos movimientos militares, arengaba las tropas antes de entrar en batalla, hablaba con los pueblos indígenas para traerlos a la causa española en contra del enemigo común: los aztecas.

Tras la caída de Tenochtitlan, ella asumió el rol de vicegobernadora, así Marina pasó de princesa a esclava, de esclava mercancía, de mercancía a traductora y de traductora a regidora y casi virreina.

Cortes, al desposarla con Juan Jaramillo y cumplir su promesa de libertad, le otorgó además encomiendas y una excelente posición social.

Tan importante fue Marina que los códices aztecas sobre todo de Tlaxcala, la muestra al lado de Cortés y a veces aparece ella sola.

El cronista Bernal Díaz del Castillo escribe de ella: “Sin la ayuda de Doña Marina no hubiéramos entendido los idiomas de la Nueva España y de México”.

Hoy en día, hay quienes opinan que Marina es una traidora, subrayan su papel de traductora como decisivo en la conquista de México. Además de permitir a los españoles comunicarse con los indígenas, les dio a conocer la situación interna de cada grupo, con lo cual pudieron ganarse la lealtad de los enemigos de Moctezuma.

Quiero resaltar que esta afirmación es exagerada, pues la derrota de Moctezuma era inminente, ya que el territorio se hallaba dividido y enemistado.

Moctezuma reinaba con una ley salvaje de pesados tributos y sacrificios humanos, por lo cual había muchas personas que lo odiaban.

Podríamos imaginar lo que pasaría en la mente de Moctezuma cuando veía el fin de su imperio por causa de sus propias políticas.

Pero la historia siempre busca “chivos expiatorios” y Marina es el blanco más sencillo.

Debemos resaltar que Marina o Malinche ayudó a Cortés por amor, no por obligación.

Cortes no la trató como esclava, sirvienta o una mercancía, sino como un igual, la redimió de su condición de esclava y la elevó a su mismo grado, confiriéndole el apelativo de doña, no solo inventando un estado social respetable, sino también con autoridad política, aun por encima de los mismos españoles, condiciones que le habían sido arrebatadas por su propia gente.

Los detractores de Marina aseguran que se vendió, traicionó a su patria, fue madre de un hijo bastardo y representa al indio engañado y abandonado.

Para muchos mexicanos, su nombre es sinónimo de traidora y que un “malinchista” es alguien que se vende al extranjero.

Algunos dicen que México fue conquistado por culpa de la Malinche, pero ¿a qué patria traicionó?

¿A la de su madre que la vendió por una herencia, a su pueblo que la abandonó ante la injusticia, a los mercaderes que la vendieron a un cacique, o a la del cacique que le regaló al conquistador para uso sexual?

Ella ni siquiera era Azteca, además cualquier mente sensata se daría cuenta que todo lo anterior difícilmente despertaría en cualquiera algún sentimiento de amor y lealtad.

Recordemos además que México no era una unidad política, sino un extenso territorio habitado por dos grandes etnias, subdivididas en un gran número de pueblos con lenguas diferentes y sus respectivos reyes o caciques.

Para tener una idea, era como la Europa de entonces y de ahora. Malina a la Malinche, vendida, violada, usada, no tenía patria y sin embargo se sabe que gracias a su intervención se evitaron mayores matanzas y que hizo todo lo que estuvo en su mano para ayudar a las poblaciones de los territorios conquistados.

Después del triunfo de los españoles, poco se sabe de ella, algunos aseguran que murió como consecuencia de una epidemia de sarampión. Otros afirman que se hizo pasar por muerta para vivir en el anonimato.

Se estima que murió alrededor de 1529, otras crónicas cuentan que murió asesinada después de haberse entrevistado con Fray Juan de Zumárraga por denunciar el abuso y las violaciones perpetradas por los soldados españoles.

Sin la protección de Cortés, se deshicieron de ella, contaba con tan sólo 29 años.

Ella no puede ser traidora a su pueblo, por el contrario, deseaba liberarlo del yugo de los Aztecas.

Para los cientos de miles de aliados indios que se unieron a Cortés, el enemigo no eran los españoles, sino los aztecas, pues estos últimos exigían pesados tributos en especie y en sangre.

Así, los aztecas se hicieron de tantos enemigos que sólo era cuestión de tiempo para que su imperio llegara a su fin. Si no era por los españoles sería por alguien más.

La falta de una visión más amplia de la historia ha llevado a considerar que la supuesta traición es una cuestión racial y que los pueblos originarios debieron unirse para combatir al invasor.

Además, Marina no fue la única que recibió calificativos despectivos, a Moctezuma se le calificó de cobarde y pusilánime, a Cortés de ambicioso, caprichoso, que destruyó un orden social perfecto y a Cuauhtémoc como un guerrero derrotado.

Marina creía que de las ruinas del mundo antiguo se levantaría otro mejor, más aún, la figura de Marina o la Malinche resulta chocante todavía en la mentalidad de muchos.

Marina fue una mujer que tomó grandes decisiones, rompió esquemas e hizo lo que su conciencia le dictó, cambiando su vida para poder construir lo que quería: un mejor futuro para ella y sus compatriotas.

Marina fue una mujer que fue fiel al que le mostró por primera vez un rasgo de humanidad y no vio en ella una mercancía o un estorbo y estaría a su lado en las buenas y en las malas, en las alegrías y las lágrimas, siguiéndolo en toda clase de aventuras, derrotas y victorias.

Marina quebró los moldes de ambos mundos, sus acciones cruzaron fronteras y forjaron un nuevo mundo, pero la historia no ha sido justa y se le ha construido alrededor de su figura, muchos errores que la han satanizado, fue la propia literatura la que le dio este papel de traidora.

En diversas obras literarias del siglo 19, específicamente la obra publicada en el año 1836 cuando México tenía pocos años de haber nacido y cuando aún existía un sentimiento antiespañol muy exacerbado, que este trabajo literario pretendió cubrir la historia de la conquista de México, donde presenta a los españoles como criminales, libertinos, corruptos, pendencieros y codiciosos.

En contraposición se atribuía a los aztecas la pureza y la lealtad del hombre superior. A Cortés se le pinta como un monstruo infernal, dotado de astucia maléfica con la que dividía los reinos y después lograba su adhesión.

Pero el personaje al que mayor desprecio se mencionaba era la malinche, no sólo se le consideraba una traidora, sino también se le veía como un monstruo de lujuria, infidelidad, conveniencia, egoísta, vil y ruin.

Esa edición literaria inauguraría la leyenda negra en torno a ella y establecería las bases del complejo ideológico que supuso la existencia de un país traicionado por su propia gente, corrompida por la influencia extranjera.

En la década de los años 40 del siglo 20, tomó fuerza el término “malinchismo” para referirse de forma despectiva a quienes prefieren un estilo de vida distinto a local y daba la espalda a las propias tradiciones.

Pero siendo justos a la verdad histórica, Marina no fue más que una víctima de la salvaje injusticia que reinaba en aquel entonces, de la crueldad sanguinaria que le arrancó a su padre cuando era una niña y que le impidió gobernar como princesa a su pueblo.

El culpable de la caída del imperio Azteca, fueron ellos mismos, que, con los sacrificios humanos, fuese por las razones que fuesen y los pesados tributos, se granjearon la enemistad de todos los pueblos vecinos.

La vacilante actuación de Moctezuma fue también primordial para que el imperio se desmoronará.

El valiente y noble Cuauhtémoc, poco podía hacer más que presentar una heroica resistencia, pues la civilización Azteca con todo su poderío, sucumbió ante su propia arrogancia, colapsando desde su propio interior al creer que jamás necesitarían de nadie.

El papel de Marina, Marinalli o Malinche no sólo fue una pieza central en la desintegración de un estado social, sino también para el establecimiento de un nuevo sistema llamado La Nueva España y 300 años después, México.

Hoy, muchas mujeres hispanoamericanas, inconscientemente siguen sus pasos, al tener que abandonar sus países, sobre todo emigrando a los Estados Unidos, donde han tenido que aprender otra lengua y adoptar otras costumbres para poder transformar sus vidas.

También tenemos los casos de hombres que salen del país en busca de trabajo bien remunerado, que les permiten que mentar el nivel de vida.

¿Acaso podríamos llamarlos a ellos traidores?

Reconozcamos a Marina en su papel de heroína y figura mitológica fundadora de la moderna nación mexicana, nos guste o no, sin ella México no existiría, y al acusarla de traidora, pecaríamos de ser ignorantes, simplistas de la historia y de la situación social imperante en aquel entonces.

Quizá cuando podamos perdonarle, en realidad estaremos perdonándonos a nosotros mismos … por haberla abandonado.

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