Por: Yolo Camotes
Las relaciones entre México y Estados Unidos siempre han sido complejas, con momentos de acercamiento, frialdad, comedia, fraternidad, pero sobre todo mucha xenofobia.
A pesar del racismo de nuestros vecinos del norte hacia nuestra raza, existen historias de mexicanos que se han convertido en auténticos héroes de aquel país.
Así es la historia de Marcelino Serna, un mexicano que ingresó a los Estados Unidos de indocumentado y que se enlistó en el Ejército para pelear en la Primera Guerra Mundial.
Sin pensarlo, este soldado mexicano desconocido, se convertiría en uno de los más condecorados de la historia de Estados Unidos, además de ser el primer hispano en recibir la Cruz por Servicio Distinguido, la segunda condecoración militar más preciada del ejército estadounidense, sólo por detrás de la famosa Medalla de Honor.
Marcelino Serna nació en 1896 en la ciudad de San Francisco del Oro, Chihuahua, en el seno de una familia pobre.
En 1916 cuando contaba con tan sólo 20 años de edad y sin poder encontrar trabajo, decidió emigrar a Estados Unidos en busca de una vida mejor.
Cruzó el río Bravo desde Ciudad Juárez y comenzó a buscar trabajo en el Paso, Texas, no hablaba inglés y solo puedo encontrar empleos sencillos de mantenimiento.
Por aras del destino, terminó trabajando como peón en un campo de lechugas en Denver, Colorado, donde la paga era poca.
En 1917 Estados Unidos declaró la guerra a Alemania y el ejército empezó a reclutar incluso por la fuerza a nuevos soldados.
Ese año, unos funcionarios federales recogieron a un grupo de jóvenes en Denver y lo retuvieron mientras verificaba su situación legal, entre ellos estaba Serna que, al enfrentarse a la posibilidad de ser deportado, se ofreció como voluntario para ir a la guerra más sangrienta de la historia.
Serna fue llevado a un campo de reclutamiento militar y después de tres semanas fue enviado a Liverpool con la división de infantería 89, que era conocida como “la división del medio oeste” porque la mayoría de sus soldados procedían de Kansas, Colorado, Utah, Dakota del Sur, Nuevo México y Arizona.
Su unidad avanzó hacia Francia y participó en operaciones muy importantes para la victoria de los aliados.
Las batallas eran sangrientas y los cuerpos de los soldados, incontables los generales del escuadrón al que Marcelino pertenecía se percataron que no era estadounidense y le plantearon la opción de irse a casa para salvar su vida.
Sin embargo, Marcelino por primera vez en la vida había encontrado algo por qué pelear, literalmente algo que lo hacía sentirse útil, además tenía varios amigos entre los soldados y se sentía bien compenetrado.
Marcelino que aún no hablaba inglés y se comunicaba a través de un compañero bilingüe, respondió que prefería quedarse con sus amigos en la batalla.
Sus superiores se sintieron honrados con la respuesta del joven mexicano, además había demostrado ser uno de los mejores elementos.
Varias veces demostró su valor como soldado, durante la batalla de San Miguel, una ametralladora alemana mató a dos soldados estadounidenses bajo una fuerte lluvia, mientras todos sus compañeros se quedaron en sus posiciones, Marcelino continuó adelante ya que era el explorador de su unidad.
Según el mismo Marcelino contó más tarde a un periodista del Paso Times: “Saltaba y corría 10 metros luego me tiraba pecho por tierra, seguí así, hasta que llegué al costado izquierdo del enemigo, dos veces recibí un balazo en el casco durante mi recorrido, al acercarme lancé cuatro granadas a su posición, ocho enemigos salieron con las manos en alto y otros seis habían muerto en el ataque, detuve a los prisioneros hasta que recibí apoyo de nuestras tropas”, comentó.
En otro enfrentamiento Marcelino divisó a un francotirador escondido entre los arbustos y antes de que éste pudiera causar cualquier baja en las tropas estadounidenses, le disparó con su rifle hiriendo al francotirador, lo siguió hasta su campamento, al llegar lanzó ráfagas y granadas contra el sitio.
Salieron 26 soldados enemigos rindiéndose con semblante abatido al saberse derrotados, habiendo muerto otros veinticuatro con las granadas que Marcelino arrojó.
Serna escoltó sólo a los 26 prisioneros hasta el campamento estadounidense, no recibió ayuda alguna, cuando llegó, sus compañeros querían ejecutar a los prisioneros, a los que Marcelino enérgicamente se opuso por completo, dando una gran muestra de honor y compasión.
Durante la mayor parte de la guerra, Marcelino no sufrió heridas mayores durante los combates, sólo hasta cuatro días antes del final de la guerra, cuando un francotirador lo alcanzó en ambas piernas, sin rendirse, consiguió volver al campamento cojeando usando su rifle como muleta.
En el hospital un general norteamericano le otorgó La Cruz por Servicio Distinguido, Serna también fue honrado con dos cruces de guerra francesas que le fueron entregadas por el comandante superior de las fuerzas aliadas en Europa.
Recibió además la Cruz al Mérito de guerra italiana, la Medalla de Honor francesa, la Medalla de la Victoria con cinco estrellas de la Primera Guerra Mundial, la Medalla de la Victoria con tres barras de campaña, la Medalla de San Miguel, la Medalla de Verdún y dos corazones púrpuras de las fuerzas armadas, estas últimas le fueron entregadas por el general John Pershing, aquel general que fue enviado por el Presidente de Estados Unidos a invadir México bajo el pretexto de buscar a Pancho Villa y que fue repelido por el Ejército Mexicano en la Batalla del Carrizal.
Tan sólo podemos imaginar lo que estarían la mente de este general al tener que condecorará a un mexicano por sus servicios a los Estados Unidos.
Después de la guerra, Serna regresó a Texas vivió y trabajó como civil hasta su jubilación en 1961, se dedicó a la jardinería y vivió una vida en paz, obtuvo la ciudadanía estadounidense en 1924 y falleció el 29 de febrero de 1992.
Fue enterrado con honores militares en el Cementerio Nacional de Fort Lis.
Serna fue uno de los soldados más condecorados de la Primera Guerra Mundial, pero no recibió la medalla de honor ya que le dijeron que era inmigrante ilegal, un soldado raso y que no hablaba inglés.
Marcelino jamás renunció a su nacionalidad mexicana aún y cuando luchó dentro del ejército estadounidense, su contribución a este país fue grande y aun así se le negó esta merecida presea.