La historia poco difundida de una verdadera heroína.
Por: Yolo Camotes
En México, desde tiempos de la Independencia, los historiadores oficiales se han encargado de contarnos pasajes ficticios de nuestra historia, creando personajes inexistentes, casi divinos y olvidándose de verdaderos héroes de carne y hueso que permanecen en el olvido.
Uno de estos personajes es conocido gracias a su encuentro con Álvaro Obregón a su arribo a la Ciudad de México tras derrotar a Carranza.
El General victorioso, se encontró de frente con una mujer llamada María Arias Bernal, el sonorense le obsequió su pistola a la mujer, reconociéndola como “el único hombre en la ciudad de México” durante la Decena Trágica y la presidencia del traidor Huerta.
¿Quién era esta mujer y qué hizo para ganarse el reconocimiento de Obregón?, aquí se los cuento.
María Arias Bernal, fue otra de las destacadas maestras que se formaron a finales del porfiriato no sólo entregadas a la vocación educativa, sino comprometidas con las causas sociales y sobre todo con las causas de las mujeres.
María Arias Bernal, nació en la Ciudad de México en 1884, provenía de una familia modesta, pero comprometida con la educación.
Ella fue la menor de siete hermanos, siendo aun pequeña, en la primaria falleció su padre, pero eso no la abatió y nunca se rindió ante la pobreza.
Tomó la decisión a los 18 años de edad, de convertirse en maestra y a diferencia de la mayoría de las adolescentes de su generación, María logró graduarse.
Ser maestra en el porfiriato, era un camino que muchas mujeres seguían para hacerse de una profesión, pero también fue un semillero de grandes talentos y valores del pensamiento y más tarde de la transformación de México.
Tenía 20 años de edad cuando se graduó como maestra, a la edad de 24 años ya fungía como subdirectora de la Vocacional Corregidora de Querétaro.
Por desgracia para ese entonces, sólo quedaban con vida su madre y una hermana; como muchos otros mexicanos y mexicanas del siglo 20, simpatizó con las ideas de Madero, a pesar de ser subdirectora de la vocacional, una escuela técnica y oficios dedicadas a jóvenes y mujeres que formaban parte del sistema educativo instituido por Porfirio Díaz y como Secretario de Educación, el famoso Justo Sierra.
Al ser elegido Madero Presidente, ella participó en los programas de instrucción obrera, siendo respaldada por la primera dama Sara Pérez de Madero, la cual vio en ella a una chispa curiosa alegre e inquisitiva, amante de la educación, como escalón del progreso personal y nacional.
La señora Madero la nombró su secretaria particular, participando como organizadora de la Cruz Blanca Neutral, la cual fue una organización paralela a la Cruz Roja que atendía a todos por igual, luego que la Cruz Roja Americana, en ese entonces siendo porfirista, sólo atendía a los simpatizantes del régimen porfirista.
Las labores de María fueron tomando fama por sí mismas, convirtiéndose en una heroína popular y un modelo a seguir para las mujeres de su época.
Su activismo se incrementó a la caída del régimen de Madero, cuando ella se enteró del asesinato, corrió de inmediato al lugar de los hechos donde ya estaba una turba de personas dispuestas a la violencia contra el régimen de Huerta.
Lamentablemente estaban rodeadas por soldados fieles al régimen, por lo que ella se dirigió a la gente convenciéndoles de que la lucha no era en ese momento y sería un sacrificio inútil a la memoria de Madero.
Tras el asesinato del presidente Madero y su vicepresidente Pino Suárez, María fundó el Club Femenil Lealtad, cuyo objetivo era preservar la ideología maderista.
Se reunían para compartir ideas y promover la educación y libertad para todos los mexicanos, asimismo se dedicó a defender la tumba de Madero, la cual era presa de desagravios por los simpatizantes de Huerta.
Además, a través de discursos y panfletos que editaba en un mimeógrafo que compró específicamente para editar sus ideas, alentaba el descontento contra el régimen de Victoriano Huerta.
Semanalmente, ella y un grupo de mujeres se reunían en la tumba de madera para pronunciar incendiarios discursos contra el régimen, por las que más de una ocasión fue encarcelada.
En 1913, el hijo del Presidente Jorge Huerta, asistió a uno de estos discursos dominicales y cuando la muchedumbre se retiraba de la tumba de Madero, se acercó a la misma, le escupió y pisoteó las flores que la rodeaban puesto que, para el régimen de Huerta, el poner flores a la tumba de Madero, era un acto de sedición.
María, llena de furia lo increpó, jalando lo de las solapas de su saco y propinándole severos bofetones que le marcaron la cara, fue arrestada en el acto, pero salió de inmediato pues no se deseaba que supiera por qué había sido encarcelada.
En otra ocasión fue detenida por compartir propaganda anti huertista quedando presa y por espacio de nueve días se le condenó a estar sin alimento.
Esto la debilitó mucho, pero su carcelero secretamente le daba comida, pues simpatizaba con su causa, además de admirar su temple.
Sólo quiero libre cuando cayó el régimen huertista y cuando el General Álvaro Obregón llegó a la Ciudad de México en 1914, uno de sus primeros actos fue rendir tributo a Madero en el panteón francés.
La historia de la defensa de su tumba era ya famosa, y preguntó quién lo había cuidado de la tumba del difunto presidente, cuando se enteró que haber sido María Arias, sacó su arma la levantó y declaró frente a todos: “no tienen excusa los hombres que pudiendo cargar un fusil se han abstenido de hacerlo, por el temor de abandonar el hogar, las comunidades y los hijos, yo he abandonado a mis hijos huérfanos y sin vacilar, he puesto al servicio de la causa nacional, pero la prueba de que se admirar los valores de los demás, es que cedo mi arma a la señorita Arias, porque ella es digna de llevarla, esta arma que ha servido para la defensa de los intereses populares, está bien en sus manos, como la ha podido estar en las mías”.
Acto seguido, le entregó su arma a María, como resultado la prensa comenzó a llamarla “María Pistolas”, a pesar de que en su lucha revolucionaria nunca empuñó un arma.
María continuó con su labor docente educadora, partiendo a Boston, Estados Unidos, con el objetivo de dominar el inglés y aprender la estructura organizacional de las escuelas formadoras de maestros para sacar lo mejor de ellas e implementarlas en México.
La lucha armada en la que México estaba sumido en ese entonces, afectó severamente las finanzas nacionales y por ende el rubro educativo sufrió también estos recortes.
Ella arengó a través de la prensa en discursos y a quien simplemente le escuchaba dentro de su ámbito laboral, a todos los maestros de la capital y del país, a que contribuyeran mensualmente con un día de trabajo con el fin de ayudar a solventar los gastos que mermaban la esfera educativa.
Cuando los Estados Unidos invadió México mediante la expedición punitiva con el objetivo de capturar a Pancho Villa, creyéndose que estallaría una guerra inminente entre México y Estados Unidos; María a través de su asociación abogó por la paz, enlazándose con las asociaciones de maestros y alumnos en los Estados Unidos, solicitándoles que, de su lado, hicieran todo lo posible y presionarán a su gobierno para que no estallara la guerra.
En 1918 viajó nuevamente a los Estados Unidos para estudiar la organización en la instalación de comedores para alumnos y técnicas de enseñanza en trabajos manuales y labores femeniles.
En 1921, comenzó a padecer una tos que no la dejaba descansar y que la fue agotando físicamente, una enfermedad que contrajo durante su estancia en las prisiones huertistas, donde la humedad y el desaseo eran cultivo para múltiples padecimientos.
A causa de ello, tramitó su jubilación la cual fue concedida, aunque ella, no podía estar simplemente sentada, así que se integró como profesora honoraria en la campaña contra el analfabetismo durante el gobierno de Adolfo de la Huerta.
Conforme sus múltiples padecimientos se agravaban, tuvo que retirarse a localidades más cálidas, y cuando se supone debería descansar, en lugar de ello se dedicó a establecer escuelas rurales y bibliotecas públicas.
En 1923, suspendió sus actividades, pero aun así, mantenía frecuente contacto con sus amistades sociales y políticas que había cultivado durante su vida.
La noche del 6 de noviembre de ese mismo año y a la edad de 39 años, María pasó a mejor vida, la causa: una neumonía.
Su muerte causó tal conmoción que Obregón ordenó que se otorgará una pensión vitalicia a la madre de María, además de comunicarle personalmente el pésame por su fallecimiento.
Hoy los restos de María descansan en el panteón de Tlalpan. En 1931 se erigió la primera primaria que llevaría su nombre y posteriormente se nombraría en calles y más escuelas en su honor.
María Arias Bernal, nos mostró que no hace falta formar parte de un partido político o ser un caudillo y empuñar las armas para causar un impacto y por ende un cambio en la mente de las personas.
María no usó su influencia para su beneficio personal, de hecho, ella murió pobre, pues puso siempre su sueldo y sus limitados recursos para el servicio a los demás. Ella siempre puso todo su esfuerzo al servicio de la verdad y del bien común.
María nunca empleó balas, ni amago a nadie con una pistola, se batió principalmente con las armas más poderosas que existen y que una vez empleadas pueden cambiar a la humanidad; ella luchó con las ideas y con la educación.
No sabemos cuántas generaciones de mexicanos y mexicanas fueron transformadas gracias a ella, a su labor a la que se entregó de manera paciente, pacífica, con entereza, integridad y equilibrio.
El ejemplo de María que se atrevió en su sencillez, a luchar por lo que creía, debe ser inspiración para todos, pues son los cambios que provocamos en los demás lo que determina el significado de nuestra propia vida.
Ella consideró, hacer lo que era su deber, educar el futuro de México, y aunque ella era pequeña y sin grandes fuerzas, se abalanzó para castigar al malvado cuando éste quiso manchar el sepulcro de honor del caído.
María cumplió con su deber para con su pueblo y por lo tanto puede descansar en paz, ella realizó ese esfuerzo y hoy duerme en el panteón de los héroes por toda la eternidad.
Nosotros, en el presente, ¿Qué hacemos hoy en día para honrar su memoria, participamos de alguna forma en el progreso de nuestro entorno de nuestras comunidades?
¿Tratamos de mejorar personalmente sin pisotear a los demás?, o solo nos quedamos mirando la calle, quejándonos y viendo el tiempo pasar, mientras los demás hacen historia.