La celebración del 12 de diciembre reúne a familias en el Santuario de Guadalupe, manteniendo viva la tradición.
Por: Adriana Cruz
En un ambiente lleno de fe, devoción y paz espiritual, cientos de feligreses acudieron desde temprana hora al Santuario de Guadalupe para celebrar el 12 de diciembre, día dedicado a la Virgen Morena. Las visitas fueron constantes: familias enteras llegaron con rosas frescas, promesas, agradecimientos y peticiones personales, manteniendo viva una tradición que une a generaciones.
Los matlachines, con sus sonajas, tambores y vestimentas tradicionales, llenaron de color y ritmo la explanada del templo. Su danza, heredada de la cultura popular, marcó el paso de los peregrinos que se acercaban con respeto y fervor, mientras las calles se impregnaban del sonido de los tambores y del eco de la devoción guadalupana.
Este año, el Santuario vivió una dinámica especial impulsada por el párroco y coordinada por Gabriela Rodríguez Almada y su esposo Marwel Gutiérrez, responsables del equipo pastoral de animación parroquial. "Cada año se venden rosas, pero este año al entregar cada flor se leyó un fragmento del Nican Mopohua, donde se explica el verdadero significado de las rosas", explicó Gabriela.
El Nican Mopohua es el texto que narra las apariciones de la Virgen a San Juan Diego y el milagro de las rosas que se desbordaron de su tilma como señal divina. En esta ocasión, la rosa se convirtió en un acto espiritual más profundo. Los feligreses escribieron en un pequeño papel sus intenciones: peticiones, agradecimientos u ofrendas personales. Durante la misa, el párroco pidió levantar las rosas para impartir una bendición especial, pidiendo que cada una fuera "un toque amoroso de nuestra Madre en cada corazón".
"Ella es la mayor intercesora. Siempre estará presente cobijándonos", añadió la coordinadora pastoral.
La celebración guadalupana tiene su origen en 1531, cuando, según la tradición católica, la Virgen María se apareció en el cerro del Tepeyac al indígena Juan Diego. Como prueba, la Virgen dejó plasmada su imagen en su tilma, rodeada de rosas de Castilla que florecieron milagrosamente fuera de temporada. Desde entonces, el 12 de diciembre se convirtió en una fecha profundamente arraigada en la identidad mexicana: un día para agradecer, para pedir, para renovar la fe y para recordar que la Virgen de Guadalupe es símbolo de amor maternal, esperanza y unidad.
Este año, Monclova lo vivió con fervor, con paz y con una nueva dinámica que dio un sentido más íntimo a cada rosa ofrecida.