“Hoy platiqué con mi gallo y me dijo tristemente: pa´ que me cuidaste tanto, si hoy me lanzas a la muerte…”: canción popular.
Por: Yolo Camotes
Una de las tradiciones más arraigadas en nuestro país son las peleas de gallos; esta actividad que se desarrolla principalmente en palenques, pone frente a frente a dos finas aves de combate hasta que una de ellas muere o queda inhabilitada para seguir peleando.
El origen de la tradición nos remonta a Asia, en la India se practicaban hace 3 mil 500 años y 2 mil 500 años en China; en la antigua Grecia y en todo el imperio romano, eran frecuentes estas peleas.
Recordar que a los hombres siempre le han fascinado las peleas de animales, desde las épicas batallas en el Coliseo Romano, hasta las corridas de toros.
La historia nos revela que el hombre ha empleado a los animales no solo para consumo y vestimenta, sino también para diversión y para mover la economía.
En América las peleas llegaron con los conquistadores españoles que la impusieron dentro del intercambio cultural; en la mayoría de los casos el objetivo es cruzar apuestas sobre el resultado de la contienda.
Precisar que la palabra Palenque significa en español: lugar cercado por una valla de madera o estacas, proviene de una lengua romance europea.
El centro de los palenques son marcados por un cuadro con cal de 4 metros por lado y unas líneas que atraviesan de centro a centro a cada lado; finamente es marcado el último cuadro al centro de la arena que mide 40 centímetros de lado, donde son introducidos los gallos cuando ya no pueden combatir desde cierta distancia.
En algunas regiones, las riñas de gallo son equipadas con espolones de plástico, hueso de pescado o navajas de acero, etc. Las cuales permiten que las aves puedan herir a su oponente más fácilmente que con sus espolones naturales.
En otras versiones de estas riñas, los espolones son cubiertos con cuero o tela para prolongar el combate que termina hasta el agotamiento o renuncia de una de las aves.
Las navajas que utilizan los gallos son de diferentes tamaños que van desde ¼ de pulgada, hasta 4 pulgadas, suplantando de este modo su arma natural de pelea: el espolón.
Las peleas de gallos como entretenimiento y recreación pública comenzaron en México alrededor del año de 1700, en épocas del virreinato de la Nueva España y aunque no existe un registro exacto de la primera pelea de gallos en México, es seguro deducir que fueron popularizadas por los españoles.
Existe una ordenanza dada el 3 de julio de 1779, decretada por el Virrey Martin Enríquez de Almanza que dice; “Mando que de aquí en adelante en esta Nueva España, en cada año, cada indio sea obligado a criar en su casa 12 gallinas de castilla y 6 guajolotas”. Es decir, obligaban a cada indígena a criar gallos de pelea.
Durante el Virreinato cualquier acto político, festividad religiosa, natalicio y cumpleaños, se aprovechaba para organizar peleas de gallos, una diversión para todas las clases sociales.
En la mayor parte de las ciudades y pueblos de México había palenques, en todos los días y en todas se presentaban esta clase de espectáculos, al grado que comenzaron atraer a una gran cantidad de gente que descuidaba su trabajo por apostar.
Las autoridades consideraron que estos eventos fomentaban la holgazanería y el abandono de las actividades económicas, así que estas peleas fueron restringidas.
En 1686, a instancias del Arzobispo, el Virrey de la Nueva España prohibió en todo el territorio cualquier clase de eventos que promovieran las peleas de gallos, y ofreció indemnizar a los galleros por las ganancias que estas les rindieran, pero esto también duraría poco, pues los gallos estaban tan arraigados que prácticamente era imposible erradicarlos.
En 1794, se construyó en la capital dela Nueva España, la Plaza de Gallos de San Agustín de Las Cuevas, hoy Tlalpan. Cuatro años más tarde, se construiría el palenque en la calle de Moras en el Centro de la Ciudad de México.
Don José de Iturregaray, quien asumiría como Virrey de la Nueva España en 1803, era aficionado a los gallos de pelea, así como un asiduo asistente al Palenque de San Agustín de las Cuevas.
La lucha de independencia de México en 1810, no disminuiría la afición por las peleas de este tipo.
En el siglo 19 y la primera mitad del siglo 20, el juego de gallos se mantuvo intacto, tanto en el campo como en las ciudades; las fiestas de las haciendas, los municipios y las fiestas particulares tenían las peleas de gallos como “plato fuerte”.
Debido al enorme cantidad de dinero que manejaban estos espectáculos; el gobierno decidió gravar con impuestos estas peleas y desde 1821 se pagan contribuciones económicas, aunque con gran desorganización.
Sería hasta 1824 cuando se estableció una Federación Organización de Peleas de Gallos, y gracias a ello el Gobierno Mexicano percibiría por algún tiempo, cuantiosos ingresos de la plaza de gallos de la capital, así como de las distintas regiones de la República Mexicana.
En el año de 1828, el Ayuntamiento de la Ciudad de México concedería autorización para que se realizaran las peleas de gallos, así como la redacción de un reglamento, que tuvo validez por muchos años.
El reglamento sería conocido como Reglamento de Guadalajara Jalisco.
En 1839, arribaría el primer embajador de España en México don Ángel Calderón de la Barca y su distinguida esposa, la cual era muy hábil para escribir narraciones de forma muy descriptiva, de las cuales destaca una carta que envió a su familia en Boston.
Destaca una visita a la Hacienda de Antonio López de Santa Anna y nos muestra lo importante que eran las peleas de gallos en aquel entonces:
“Vimos varios gallos de pelea, criados con especial cuidado, ya que los gallos de pelea son unas de las diversiones favoritas de Santa Anna, fuimos a los gallos a eso de las 3 de la tarde, la plaza rebozaba de gente, los palcos ocupados por las damas, parecían un jardín llenos de flores de todos los colores, mientras las señoras daban el tono al espectáculo, los caballeros se paseaban alrededor del palenque vistiendo la chaqueta. El presidente y su comitiva acaban de llegar y así mismo algunos de los ministros extranjeros, mientras los gallos cantaban con bravura, cruzábanse las apuestas y hasta las mujeres apostaban con voz discreta desde los palcos con los caballeros a favor de sus gallos favoritos. Raro era la vez que se prolongaba la pelea, pues cada gallo llevaba una navaja amarrada en el espolón, por lo que, al cabo de pocos minutos, uno u otro sucumbían en un mar de sangre”.
La afición por este espectáculo permaneció sin cambio todo el siglo XX, políticos y artistas eran aficionados.
Algunos pilares de la Revolución Mexicana como Pancho Villa y Zapata eran también aficionados a estas peleas.
Uno de los más famosos criadores de gallos en México fue Tito Chapa, el cual sería el patriarca de una familia gallística de abolengo. Tito sería un símbolo dentro de la gallística nacional, llegando a criar los gallos más finos del mundo y construir el palenque más grande del planeta.
El cine y la música de la época también contribuyeron a popularizar la cultura de las peleas de gallos; actores como Luis Aguilar, Ignacio Lopez Tarso, Lucha Villa, Vicente Fernández y otros de menos renombre destacaron en papeles que representaban a galleros.
En la actualidad las peleas de gallos, son legales en la mayoría de los países de habla hispana, también en Asia como es el caso de Filipinas; en España están prohibidas a excepción de las Islas Canarias, Andalucía, por considerarse tradición.
En los Estados Unidos están prohibidas completamente y quién desobedezca incluso enfrentarían un proceso criminal.
El precio de un gallo de pelea en el mercado oscila entre los 750 hasta los 40 mil pesos, dependiendo el linaje del ave.
Actualmente en la república Mexicana, desde el año 2018, en la capital del país, en Veracruz y Coahuila las peleas han sido prohibidas, al considerarse que contribuyen al innecesario maltrato animal y al cruce de apuestas del crimen organizado.
Los estados donde los palenques aún son comunes son: Aguascalientes, Jalisco, Sinaloa e Hidalgo.
Sobre las peleas de gallos solo existen dos opiniones: las amas o las odias.
Según los detractores la finalidad principal de las peleas de gallos es solo el dinero de las apuestas; señalan también que, en la naturaleza, las peleas de los gallos rara vez resultan en heridas mortales, pues antes de morir las aves huyen.
Además, afirman que, si los gallos no son entrenados para combatir, rara vez atacan con tanta fiereza.
En contra parte los amantes de este espectáculo argumentan que los gallos siempre están en continua lucha jerárquica y que su instinto siempre ha sido matar al rival, además a diferencia de las corridas de toros, en una pelea de gallos cada quien lucha en igualdad de circunstancias.
Destacan también que los gallos de pelea reciben un trato privilegiado, con alimento de primera calidad, llegando a vivir de 10 a 15 años.
Destacan que las peleas de gallos son una industria que genera 2 millones de empleos, así como ganancias por 8 mil 250 millones de pesos anuales.
Mencionar que estados como Aguascalientes, Nayarit, Hidalgo, Tlaxcala y Zacatecas, han declarado las peleas de gallos como patrimonio cultural.
En México las autoridades judiciales se han pronunciado al respecto, al considerar que las peleas de gallos forman parte de la cultura de ciertos grupos al centro y sur del país, pero también dejan claro que el maltrato y sufrimiento innecesario de los animales, no puede considerarse como una expresión cultural amparada en la Constitución.
Con las presiones de grupos animalistas y la sensibilidad de las nuevas generaciones, tal vez no muy pronto las peleas de gallos enfrenten un retiro definitivo.
En mi opinión, destaco la importancia y trascendencia que tuvieron las peleas de gallos a lo largo de la historia de nuestro país, pero también creo que en todas las sociedades llega el momento de evolucionar.
Ahora solo queda preguntarnos si son constructivas y si dentro de las peleas de gallos no estamos forzamos a los animales a nuestra voluntad de destruir.
¿Usted qué piensa?