‘Por qué te la llevaste Dios’: Último adiós a Eimy

Por: Azucena Tenorio

Con gran dolor e impotencia, familiares y amigos dieron el último adiós a Eimy María Robledo Belmares, la joven de 17 años que murió producto de complicaciones de diabetes juvenil no atendida oportunamente.

El cuerpo de la joven fue llevado al panteón Sagrado Corazón en Estancias de Santa Ana, donde sus conocidos la describieron como una gran amiga de sonrisa hermosa, a la que con cariño le decían “gordita con chile”.

Sus padres Aidé Antonia Belmares y Mario Alberto Robledo, decidieron realizar el velorio en su domicilio, ubicado en la calle Chapultepec entre Margarito Padilla y Mayor Juan Castro de la colonia Buenos Aires. El féretro de color crema, estaba en la entrada de la casa rodeado de arreglos florales y en la pared colgaron dos fotos de Eimy, una donde estaba montando un caballo y otra de su perfil de Facebook.

Familiares y vecinos estaban reunidos sobre la calle, juntaron sillas e instalaron un toldo en el porche para los amigos y conocidos que quisieran pasar a despedirse de la joven. A las 3:30 de la tarde, la despidieron en el lugar y se trasladaron a la Iglesia Santiago Apóstol de la zona centro, donde oficiarían la misma con todos sus amigos.

Terminando, la carroza llevó a Eimy a su última morada en el panteón Sagrado Corazón, sus amigos la describieron como una persona muy buena y con un gran corazón, quien no dejaba de divertirlos y de brindarles la sonrisa más hermosa con pocitos lindos. Le decían “gordita con chile”, le gustaba mucho montar a caballo y salir a fiestas con sus amigos más cercanos.

Su ex maestro de la Secundaria General 5, Raúl Vega Meza Valiosa comentó que Eimy era una gran persona, excelente alumna y participante de la banda de guerra. Una tía llevó unas botas y un peluche, los favoritos de Eimy, para depositarlos en la tumba, mientras un grupo tocaba las canciones “Te van ángel mío”, “Un ángel llora”, “Las Golondrinas”, entre otras.

Su madre Aidé necesitó que le dieran bebidas rehidratantes y alcohol para poder seguir con el entierro, su padre Mario Alberto fue abrazado por sus amigos mientras lloraba. Una de sus dos hermanas no paraba gritar: “¡Porqué te la llevaste Dios!”, “nos dejó solos”. Sus primos pequeños pedían a sus mamás ver a Eimy.

La familia observó cómo los trabajadores del panteón depositaban el féretro en la tumba, junto con los arreglos florales, mientras lamentaban una muerte anticipada que afirman, no debió ser.

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