Santos Sánchez, quien consideraba a Juanito como un padre, recuerda su amistad y los momentos compartidos en la plaza.
Por: Carolina Salomón
Como cada mañana y sin faltar un solo día, Santos Sánchez —conocido en la calle como 'El Güero Palmas'— caminó hasta la plaza Juárez, en la colonia El Pueblo. En sus manos llevaba lo de siempre: cigarros, algunas monedas y un poco de comida.
Era su rutina. Su manera de cuidar a quien en vida consideró un padre: José Juan García Cárdenas, mejor conocido como 'Juanito', compañero de indigencia en aquellos periodos en los que la calle también fue hogar para Santos.
Sabía que Juanito había muerto. Lo supo desde el día anterior, cuando la hipotermia terminó por apagarle la vida. Aun así, no dejó de ir. La costumbre fue más fuerte que la razón, y el cariño más fuerte que la ausencia.
'Murió de hipotermia... y ahorita qué se puede hacer, nada. ¿Qué hago? Nada', dice con resignación. 'Yo lo quería mucho', repite una y otra vez, su nombre 'Juanito'. 'Yo venía a buscarlo siempre, le hablaba: Juanito, y estaba bien encobijado'.
Al llegar al sitio exacto donde lo vio y lo pudo sentir por última vez, el recuerdo lo golpeó sin aviso. La imagen regresó intacta a su memoria: el cuerpo inmóvil, recostado hacia un lado, las manos engarrotadas y el silencio absoluto. Santos se detuvo y rompió en llanto.
'Juanito, Juanito... yo lo quiero mucho', repetía con la voz quebrada, como si al nombrarlo pudiera traerlo de vuelta o, al menos, aliviar el peso de la pérdida.
Juanito tenía aproximadamente 50 años de edad. No tenía familia ni hijos. Santos asegura que lo conocía prácticamente de toda la vida y que siempre lo veía en su silla de ruedas, instalado en una esquina de la tienda ubicada en el centro de la plaza.
Cuando finalmente reaccionó ante la escena, Santos lanzó al suelo los cigarros que llevaba para él. Eran los mismos que cada día le dejaba a quien siempre vio como un papá.
Relató que, aunque él sí tiene familia y un hogar en la colonia Guerrero, donde en varias ocasiones le ofreció refugio, Juanito se aferraba a la soledad en medio de la plaza. Dormía ya fuera en el quiosco o junto a la tiendita, casi siempre acompañado de una perrita.
Recordó que se conocieron hace años en la calle, cuando ambos cargaban su 'cuchufleta', una carriola donde llevaban lo poco que necesitaban y lo que encontraban en la vía pública y que para ellos podía tener algún valor.
Santos señaló que el miércoles, cuando falleció Juanito, pudo tocarlo y sentir su cuerpo frío y rígido. 'No quise levantarlo... lo vi con las manos engarruñadas', relató con dolor.
Antes de irse, como última despedida, Santos le cantó una canción:
'Qué triste fue decirnos adiós, qué triste luce todo sin ti'.
La plaza Juárez, testigo silenciosa de su amistad, se convirtió también en el escenario de una despedida marcada por la lealtad, el abandono y un cariño que ni la muerte logró romper.