Wendy cambió su tranquila vida en Monclova y hoy vive una nueva realidad entre sirenas, búnkers y la amenaza permanente de misiles.
Por: Azeneth García
Monclova, Coah.- A once años de haberse marchado de su natal Monclova a Israel, Wendy Degani vive hoy una realidad que jamás imaginó: con el sonido de sirenas, misiles en el aire, y la incertidumbre diaria de una nueva ofensiva militar. La razón de su partida no fue el conflicto, sino el amor.
Educada en la Universidad Autónoma del Noreste (UANE) y criada entre el tochito, el voleibol y las fiestas con amigos, su historia comenzó como la de cualquier joven del norte de México. “Mi vida en Monclova era muy normal: escuela, trabajo, deporte y amigos”, recuerda desde su hogar en el centro de Israel, un país que aprendió a entender con el paso del tiempo… y en medio de sus conflictos.
Fue en los últimos meses de su carrera universitaria cuando Wendy conoció a quien cambiaría su destino: un joven israelí que trabajaba temporalmente en Monclova como elemento de seguridad. “Sabíamos que él regresaría a su país, así que al principio no me tomé en serio la idea de seguirlo hasta allá”, confiesa. Pero el vínculo creció, y tras un año más juntos en México y meses de relación a distancia, llegó la gran decisión: mudarse a Israel.
“Yo no tenía ni idea de lo que era Israel. Pensaba en camellos y desierto”, bromea ahora. “Ni siquiera sabía que era un país judío”. A través de videollamadas conoció poco a poco la cultura, las costumbres y a la familia de su pareja. Cuando él regresó a su país para iniciar sus estudios universitarios —tras cumplir con el servicio militar obligatorio—, la relación continuó con más fuerza. Nueve meses después, ella abordaba un avión con rumbo a una nueva vida.
De Monclova a Tel Aviv
A su llegada, Israel fue todo menos lo que esperaba. “Me sorprendió lo moderno que era, sobre todo el centro del país. Nada que ver con lo que imaginaba”. Las primeras semanas fueron un sueño: viajes, romance, vida en pareja. Pero no duró mucho.
Wendy nos comparte donde muestra el bunker en su residencia, adapatado con comodidades
Aun así, la tensión no cede. La amenaza de Irán, la escalada en Gaza, los ataques desde el norte… todo contribuye a una sensación constante de alerta. “Justo mientras escribía estas respuestas, sonaron las sirenas por un nuevo ataque: 40 misiles dirigidos al norte del país. Tuvimos que entrar de nuevo al búnker”.
Entre la fe, la guerra y el amor
“En este país se vive de todo: judíos, musulmanes pacíficos, católicos, budistas. Jerusalén es un ejemplo, donde ves a todos conviviendo, como si la paz fuera real. Pero a unas horas, la guerra nunca termina”.
Tras más de una década en Israel, Wendy Degani se ha convertido en una mujer forjada por el amor y templada por el conflicto. Ha aprendido un idioma ajeno, ha formado una familia, ha enfrentado alarmas y ha cruzado fronteras que nunca imaginó.
Agregó que se siento parte de Israel, después de ya 10 años se ha acoplado muy bien, pero no descarta la posibilidad de mudarse si es necesario.
“Espero y no sea así, me sería muy triste especialmente por el tipo de vida que a pesar de todo mi hijo, espero y esto un día tenga una solución definitiva, aunque soy realista, en su momento creo actuaré como se necesite”.