Noche de tromba

Por: Armando Galván

Había sido un día caluroso y seguía así incluso ya muy entrada la noche. El termómetro marcaba casi los 30 grados Celsius y en la Redacción de Periódico LA VOZ se acababa de cerrar la edición del 7 de abril del 2019.

A las 2:40 sólo quedábamos un guardia y yo en el periódico, y cuando estaba a punto de salir, comenzó a escucharse un sonoro golpeteo en el techo de lámina del edificio.

Minutos después el ruido ya era estruendoso; era el principio de una potente tromba que llegó embozada en la oscuridad de la noche y que en sólo tres horas y media volvió a sumir en el caos a varios sectores de Piedras Negras.

La lluvia cayó con la misma fuerte intensidad durante dos horas y media, más que suficiente para derribar robustos árboles, pesados arbotantes, anuncios e incluso techos de edificios, y dejar sin luz a miles de usuarios.

Una hora después de que comenzó la tormenta, se presentaron los primeros cortes de energía eléctrica y los fuertes vientos empezaban también a ocasionar daños y a desprender como hojas de papel, los techos más frágiles.

Por fortuna, y a pesar del gran volumen de agua que cayó en tan poco tiempo, no hubo desgracias personales ni sectores gravemente inundados como sucedió el 4 de abril de 2004.

No obstante, la lluvia y los fuertes vientos hicieron colapsar cinco circuitos de la red de energía eléctrica de la ciudad, dejando sin servicio a cerca de 15 mil usuarios.

La rápida respuesta de la Comisión Federal de Electricidad al llamado del alcalde de Piedras Negras, Claudio Bres Garza, hizo que sólo unas horas después se restableciera el suministro en más de 12 mil hogares, restando sólo 2 mil 677.

El jefe del municipio y representantes de la CFE aseguraron que en breve se normalizaría totalmente el servicio y que 27 técnicos repartidos en varias cuadrillas trabajaban para ese efecto.

Tres horas después de iniciado el fenómeno, sólo otra persona y yo seguíamos atrincherados en el edificio de Periódico LA VOZ, sin poder salir.

Aproximadamente a las 6:30 horas del domingo, la fuerte tormenta se degradó a aguacero y después a una ligerísima llovizna que se fue diluyendo poco a poco, como la cola de un roedor que se adentra en una madriguera.

En algunos sectores, a las 9:00 horas el domingo era ya un hermoso día soleado, haciendo honor a la estación, como si nada hubiera sucedido.

Lo de ayer parece ser una advertencia de que hay que estar preparados ante la posibilidad de que en cualquier momento ocurran desastres como el del infausto 4 de abril de 2004, que castigó principalmente a los habitantes de Villa de Fuente.

Finalmente, la pesadilla había pasado, pero el daño -como en otras ocasiones- ya estaba hecho.

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